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Mentiras verdaderas

La nueva versión de ‘Anna y el Rey’, Protagonizada por Jodie Foster, provoca ira en Tailandia ya que la cinta se aleja de la realidad histórica.

10 de enero de 2000

El 17 de diciembre Jodie Foster regresa al cine interpretando a uno de los personajes más reconocidos de la filmografía norteamericana: Anna Leonowens, la institutriz inglesa que en el siglo XIX se internó en la corte del estricto rey Mongkut de Siam, hoy Tailandia.

La historia de Anna y el rey de Siam es un clásico de Broadway que ha sido llevada dos veces al cine, inspiró una serie de televisión e inmortalizó al actor Yul Brynner como el simpático y energúmeno monarca.

Pero la película de Foster, que se perfila como la más taquillera de fin de año, ha tenido que soportar más de un trago amargo por parte del pueblo tailandés, que considera que la cinta atenta contra la monarquía.

La versión de la Twentieth Century Fox, al igual que las producciones anteriores, se basa en los diarios de Anna, en los que se hace un recuento de los cinco años que vivió en la corte y sus impresiones sobre las costumbres tailandesas, en especial la situación de la mujer. Dichas reflexiones fueron convirtiendo a Anna en la figura más importante de la casa real, incluso por encima del rey.

Esta mítica Anna influía en las decisiones de palacio, aconsejaba al rey y, a pesar de ser una empleada, tenía más peso que las esposas del monarca.

Semejante perfil es una afrenta para los tailandeses. Aseguran que Anna jamás tuvo un papel preponderante en los asuntos de Estado y que los contactos con el rey son producto de la imaginación de una mujer que, para sobrellevar una crisis económica, decidió adornar su biografía.

Las películas basadas en sus ‘mentiras’ están vetadas, la junta nacional de cine le prohibió a la Fox filmar en el país y rechazó cinco veces el guión por absurdo.

El rey y la profesora

En el país asiático Anna es una simple profesora de inglés que fue contratada por el rey para educar a sus hijos, (82 de 39 esposas diferentes). Ni siquiera fue la institutriz ya que ello suponía ejercer varias tareas ajenas a su rango.

Los encuentros entre ambos fueron esporádicos y se presume que, si acaso, fueron cuatro. Si bien el monarca manifestó un interés abierto por Occidente, los tailandeses creen poco probable que el rey hubiese buscado consejo en una de las empleadas. En sus libros Anna asegura que el rey castigaba cruelmente a sus concubinas y que una vez ella vio cómo una de las mujeres era quemada en la hoguera luego de descubrirse que tenía un amante. Los historiadores han desvirtuado esa afirmación y alegan que en ningún otro libro de la época, escrito por extranjeros, se hace referencia a un hecho similar. Lo único remotamente parecido es la multa que un hombre tuvo que pagarle al rey por fugarse con una de sus mujeres.

La tensión amorosa en las películas es, en el fondo, un truco de Hollywood puesto que en esa época Anna era fiel a sus creencias religiosas y habría sido difícil que aceptara ser una de las 100 mujeres con las que el soberano compartía el lecho.

En las crónicas reales Mongkut apenas menciona a la institutriz y tras su partida no hubo mayor comunicación entre ambos. Lo último que supo de su antiguo jefe fue a través de una carta en la que se le informaba de su deceso, ocurrido en 1868 a causa de la malaria.

Los detractores de Anna han llegado a asegurar que ni siquiera era originaria de Inglaterra sino que nació en la India. Las denuncias se basan en una investigación hecha por el académico W.S. Bristowe quien, en su afán por reconstruir la vida de Louis, el hijo de Anna, encontró una serie de inconsistencias. Luego de cotejar archivos notariales y numerosas actas, Bristowe concluyó que Anna no pertenecía a una rancia familia venida a menos sino que era una mujer de escasos recursos que siempre tuvo que trabajar para sobrevivir. Su esposo no falleció durante una cacería de tigres en la India sino de una apoplejía mientras trabajaba como administrador de un hotel en Malasia. Además tenía una hija mayor, Avis, con la que se fue a vivir a Canadá hasta el día de su muerte.

Ante las pruebas es posible que la verdadera Anna no fuera tan apasionante como su personaje, pero lo que sí queda claro es que su figura está hecha a la medida de Hollywood, en donde lo importante no es ser sino aparentar.