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Millonaria herencia

La venta récord de un cuadro de Klimt tiene un trasfondo increíble: una mujer de 90 años había recibido en herencia de la noche a la mañana cuatro obras de más de 500 millones de dólares.

1 de julio de 2006

El pasado 20 de junio en Nueva York, el cuadro de Gustav Klimt La Adele de oro se convirtió en el más caro de la historia. Mientras Ronald L. Lauder pagaba unos 135 millones de dólares por esta obra, Maria Altmann, hasta entonces dueña de la misma, miraba con asombro lo que estaba ocurriendo. Ya de por sí había sido casi un milagro que el gobierno austríaco accediera a devolverle éste y otros tres óleos del artista que habían decorado la casa de su tío Ferdinand Bloch hasta 1938, cuando los nazis le quitaron sus propiedades y él tuvo que huir del país. Pero nunca esperó una ganancia tan grande.

Maria Altmann y su esposo también huyeron de Viena en 1942 y comenzaron una nueva vida en Los Ángeles. Desde cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial, ella y sus dos hermanos trataron de recuperar la herencia que les había dejado su tío después de su muerte, en 1945, que había sido recuperada por el gobierno de Austria. Su empeño se vio frustrado, pues el Estado no aceptó restituir la mayoría de los bienes de los judíos que murieron o tuvieron que huir por culpa de los alemanes. Además, la tía de Altman, Adele Bloch-Bauer, quien fue la modelo en dos de los retratos, había escrito un testamento en el que pedía a su esposo donar los cuadros a la Galería Nacional después de la muerte de él. El gobierno se apoderó así de los cuadros y los mantuvo expuestos en la Galería Belvedere hasta enero de este año.

En 1998, y en gran parte gracias a las acusaciones del periodista austríaco Hubertus Czernin, el gobierno austríaco decidió reconsiderar su negativa a devolver las obras de arte robadas por los nazis. Pero, aun con este cambio, el caso Altmann seguía estancado. Maria comenzó de nuevo el proceso para recuperar su herencia y luchó a capa y espada durante ocho años, sin resultados. El gobierno seguía argumentando que su tía había regalado los cuadros y que estos, al ser un patrimonio nacional, le pertenecían al Estado. Fue gracias a la investigación de Czernin y la perseverancia de su abogado Randol Schoenberg que se descubrió que, aunque Adele había escrito un testamento en el que pedía a su esposo donar los cuadros, Ferdinand nunca los regaló y que como era el dueño de las obras, solo él podía disponer de ellas.

Aun así, el gobierno se negaba a ceder, hasta que en 2004 la Corte Suprema de Justicia estadounidense asumió, en una actitud poco común, la demanda de Maria Altman contra el gobierno austríaco. Desde entonces la suerte le comenzó a sonreír a la mujer de 90 años, ya que por fin accedieron a devolver la colección y con ella el emblemático óleo La Adele de oro. Además, en abril de 2005 recibió sin haberlo esperado una compensación de 21,5 millones de dólares del fondo para herederos de la víctimas de los nazis creada por un banco suizo.

Los especialistas en arte habían avaluado la colección en 150 millones de dólares, pero la señora Altmann pidió 300 millones a Austria, que tenía derecho preferencial para comprar las obras. Pero al gobierno el precio le pareció muy alto. Es más, los funcionarios le pidieron a la heredera que prestara los cuadros al país durante unos años, por la importancia de estos para la Galería Belvedere. "Sesenta años de 'préstamo' ya han sido suficientes", les respondió ella.

Aunque aún no se han vendido las otras tres obras de la colección: Retrato de Adele Bloch-Bauer II, Manzano y Casa en Unterach, a orillas del lago Attersee, se puede calcular que la ganancia para Altmann podría llegar a los 500 millones de dólares. Por ahora, Maria se encuentra muy feliz, ya que el retrato de su tía podrá ser visitado por el público de la Neue Galerie en Nueva York, y ella cree que ese era el verdadero deseo de Adele en su testamento.