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| Foto: Tomado de Twitter

LUTO

Así fue la excéntrica vida de Hugh Hefner, fundador de la revista Playboy

La vida del legendario magnate llegó a su fin. En sus últimos días las conejitas fueron reemplazadas por enfermeras. Esta es la fascinante historia del hombre que desató la revolución sexual más que nadie.

27 de septiembre de 2017

Nada en el origen familiar de Hugh Hefner hacía pensar que sería el precursor de un movimiento de liberación sexual que iba a cambiar la historia del siglo XX. Creció en una familia de clase media, estricta, conservadora y muy religiosa. Recién terminó el bachillerato ingresó al ejército estadounidense durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. Una vez terminó el conflicto, se graduó de Psicología en la Universidad de Illinois.

Tenía un gran talento para el dibujo y su carrera inició haciendo ilustraciones para las revistas Children‘s Activities y Esquire. Sin embargo, soñaba con crear su propia publicación, a la que pensaba llamar Stag Party. Esa frase en inglés se refiere a las fiestas a las que solamente van hombres y en particular, a las despedidas de soltero. Como no tenía un dólar, logró convencer a diferentes amigos de que pusieran los 8.000 necesarios para sacar el primer ejemplar. Antes de que este fuera publicado, descubrió que el nombre Stag ya estaba registrado y optó por PlayboyCuando estaba en ese proceso sucedió un milagro. Descubrió que en un calendario de mujeres desnudas que había en un taller, una de ellas se parecía mucho a Marilyn Monroe. Era crespa y pelirroja, pero las facciones eran inconfundibles. Su cuerpo, sobre un fondo de tela roja, no podía pasar desapercibido, aunque nadie notaba de quién se trataba.

En ese momento, Marilyn Monroe era la mujer más famosa del mundo. En pocos años había conquistado Hollywood y se había convertido en el símbolo sexual de la segunda mitad del siglo XX. Al igual que sucedió con Melania Trump, las fotos habían sido tomadas cuando era una aspirante a modelo desconocida que no tenía cómo pagar el alquiler. Cuando la sesión fotográfica tuvo lugar, Marilyn bordeaba apenas los 20 años y nunca imaginó que ella, que había crecido en orfanatos y había tenido un breve matrimonio con un policía, fuera algún día a convertirse en la Cleopatra de su generación.

Hay que tener en cuenta que antes de Playboy los desnudos prácticamente no existían. Hoy son pocas las actrices que no han aparecido en traje de Eva en algún momento. Pero en los años cincuenta eso era un tabú asociado casi con la pornografía. Por lo tanto, la revelación de que la mujer más famosa del mundo había posado desnuda fue una bomba difícil de entender para los millennials de hoy. Ellos en su celular pueden ver en cualquier momento, con un solo clic, más mujeres desnudas y más sexo del que hay en el Kamasutra. 

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Hefner, consciente del tesoro que había encontrado, ubicó al fotógrafo y compró los derechos. En diciembre de 1953, cuando tenía solo 27 años, salió a la venta la primera edición de la revista Playboy con Marilyn en la carátula. En ese primer ejemplar incluyó un editorial escrito por él mismo en el que exponía la filosofía de Playboy. Dicha edición no tuvo fecha, en tanto que el fundador no estaba seguro de que existiera un segundo número. Contra los pronósticos, ese primer número fue literalmente devorado. Ver a la actriz más famosa de Hollywood desnuda conmocionó al público lector estadounidense y las 54.000 revistas que se habían imprimido se agotaron. Hoy, uno de esos ejemplares originales vale cerca de un millón de dólares.

Ese éxito convirtió a Hefner en el pionero del erotismo gráfico y en el creador de un producto que haría que el sexo dejara de ser un tabú. Playboy se convirtió en una de las revistas de mayor circulación en el mundo y llegó a ser aceptada en las casas de las familias norteamericanas. Por lo general no estaba en la sala, pero sí en un lugar discreto —o clandestino— en el cuarto de los hijos. El famoso logo Playboy de un conejo con una corbata elegante fue diseñado por Art Paul para la segunda edición de la revista. Desde ese momento ha aparecido muchas veces en forma camuflada en todas las carátulas de la revista durante 65 años. En los días de gloria era un jueguito buscar dónde los creativos lo habían insinuado. Hoy, el conejo es considerado uno de los logos más valiosos del mundo. Es una imagen simpática, juguetona, coqueta y distinguida.

En 1975, Playboy llegó a tener un tiraje de 7,5 millones de ejemplares, dos veces el de la renombrada revista Time. Había un chiste en ese momento que era decir que la gente la compraba no por las fotos de mujeres desnudas sino por los artículos. Sin embargo, eso tenía algo de verdad. Tenía una línea editorial dirigida personalmente por Hefner, que exaltaba la libertad sexual como un derecho de todo hombre y toda mujer. 

Esto era un rompimiento con la moral de los años de Eisenhower, que tenía todavía algo de victoriana. En los cincuenta, las niñas bien tenían que llegar vírgenes al matrimonio y los hombres tenían que desahogarse por otros lados. Además del mensaje filosófico de que eso tenía que cambiar, Playboy se convirtió en un foro no solo de estilo de vida sino de rigor periodístico y literatura de alto nivel. Allá hicieron sus primeros pinitos futuras leyendas como Norman Mailer, Ian Fleming, John Dos Passos, Margaret Atwood, Roald Dahl y muchos otros.

Las extensas entrevistas fueron consideradas icónicas. Allá abrieron su corazón personajes tan disímiles como Fidel Castro, John Lennon, Ayn Rand, Salvador Dalí, Martin Luther King Jr., Jean-Paul Sartre, Muhammad Ali, Stephen Hawking y Carl Sagan. Uno de los recuerdos más memorables de esas entrevistas fue cuando el presidente Jimmy Carter, quien era un puritano de pura cepa, confesó que aunque nunca le había sido infiel a su esposa sí había tenido pensamientos lujuriosos con otras mujeres. 

Y hablando de puritanismo, una vez que Playboy legitimó el desnudo femenino, muchas famosas aceptaron aparecer en las páginas de la publicación. Desfilaron sin ropa divas como Brigitte Bardot, Ursula Andress, Sophia Loren, Ann-Margret, Farrah Fawcett, Joan Collins, Cindy Crawford, Nancy Sinatra y hasta la hija de Ronald Reagan. Destaparse en Playboy pasó de ser una audacia a un símbolo de estatus. La mujer que más veces ha aparecido en carátula ha sido Pamela Anderson, 13 veces.

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Hugh Hefner no solo fue un genio periodístico sino también del marketing. Se inventó el concepto de que la mejor publicidad que podría tener la revista era justamente la vida de su dueño. Adquirió la Mansión Playboy y la convirtió en un centro de hedonismo donde cada mes se registraban sus actividades. En ese entorno confluían las personalidades más famosas de Hollywood, millonarios, políticos y, sobre todo, mujeres despampanantes. La casa tenía una gruta con agua, donde, sin ninguna inhibición, los visitantes se zambullían desnudos. Cada semana había una gran fiesta en la que podían aparecer Jack Nicholson, Robert De Niro, Julia Roberts, Cindy Crawford, algún Rockefeller, Steve Jobs, y, eso sí, una docena de conejitas para entretener a los invitados.

Por esa misma época se lanzó Playboy‘s Penthouse, una serie semanal para televisión en la que aparecían con Hefner, en un cóctel social, “los amigos de la revista”. En esa categoría estaban personajes de la talla de Frank Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis, Ella Fitzgerald y otros. Hugh Hefner los recibía la mayoría de las veces en una finísima piyama sobre la cual vestía una bata corta de seda vinotinto.

Con su infaltable pipa en la boca, proyectaba la imagen de un James Bond recién levantado. Los lectores de Playboy, probablemente casados y cansados de sus rutinarias existencias, seguían con envidia el itinerario de este sultán del placer. Todo eso tenía como propósito convencer a la audiencia de que el matrimonio y la monogamia eran conceptos anacrónicos y que la libertad sexual ofrecía opciones de vida más abiertas y glamurosas. La prueba viviente de que eso era posible era el propio Hefner.

En los setenta, el imperio Playboy empezó a verse amenazado por la competencia. Primero la revista Penthouse, de Bob Guccione, y luego Hustler, de Larry Flynt. Ambas presentaban sexo más explícito que el de Playboy. En muchos casos, los modelos eran fotografiados teniendo relaciones sexuales reales. Hefner decidió no ir tan lejos, pero para competir decidió mostrar a sus mujeres desnudas de forma frontal, exhibiendo el vello púbico, cosa que no había hecho durante los primeros 20 años. 

Para esas épocas no solo la revista era una mina de oro sino los clubes Playboy, en donde había casinos. Los socios recibían una llave y eran atendidos por las conejitas en el bar antes de pasar a las mesas de juegos. Las grandes ciudades de Estados Unidos y algunas capitales europeas tuvieron estos clubes hasta la década de los ochenta y Hugh Hefner los visitaba en su Boeing 727, pintado completamente de negro, y con el logo del conejito en la cola del avión.

Esa inolvidable fiesta comenzó a decaer en los noventa. Las licencias de los casinos se perdieron. La circulación de la revista cayó y la aparición de internet está dando la estocada final. Entretanto Hefner, divorciado desde 1958, se casó a los 63 años —en el 89— con la playmate del año, Kimberly Conrad, quien en ese momento tenía 21 años. La anécdota de cómo se conocieron fue contada por ella misma en una entrevista.

Acababa de posar desnuda y estaba nerviosa ante lo que eso significó. Le pusieron una batica y le dijeron que Hefner estaba en el cuarto siguiente y que quería saludarla. Ella, petrificada, entró, y él le estrechó la mano diciéndole: “Hola, soy Hef. Me gustaría mucho hacer el amor contigo”. Y ella le respondió desconcertada: “Lo siento, señor Hefner, pero nunca he hecho el amor con nadie mayor de 25 años”. A esto él le replicó: “Yo tampoco”.

En todo caso, terminaron casándose y tuvieron dos hijos. Durante unos años, la Mansión Playboy tuvo más triciclos, pelotas de caucho, trenes eléctricos y niñeras que mujeres desnudas circulando por los predios. Esa etapa terminó en 1998 con un divorcio cordial, pero de ahí en adelante comenzó la decadencia del imperio. Hefner, a los 80 años, pretendió revivir la vida que tuvo en los 30, los 40 y los 50, pero se veía algo ridículo. Vivía simultáneamente con tres mujeres o más, a las cuales les daba 1000 dólares semanales a cambio de su disponibilidad de tener sexo con él. Este rito podía ser individual o colectivo, ya que todos los viernes, después de ir a una discoteca, las tres tenían que ir a la cama con el jefe.

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De ahí surgió un reality de televisión llamado The Girls of the Playboy Mansion, en el que se mostraba la rutina del sultán con su harem. La serie no tenía contenido sexual sino más bien una trama juguetona que contrastaba con lo que sucedía cuando no estaban las cámaras. Fue un éxito total de rating, algo como lo de las Kardashians hoy. A finales de 2010, Hef estaba nuevamente comprometido con quien sería su tercera esposa, Crystal Harris, otra playmate del año.

Ese matrimonio ya era grotesco, pues él le llevaba casi 70 años y era obvio que ella estaba ahí solamente por la plata. La revista la está manejando su hijo Cooper, de 24 años, pero con poco éxito. Después de una caída vertical en la circulación se decidió eliminar los desnudos para competir con Esquire y GQ.

Ese experimento fue un fracaso total, pues la deserción de lectores aumentó. Un año después, se decidió volver a los desnudos con un contenido dirigido a los millennials. Desafortunadamente, esa generación no lee en papel, por lo que la revista de hoy no es “ni chicha ni limonada”. La vida de esta se está extinguiendo a la misma velocidad que la de su fundador. La Mansión fue vendida el año pasado por 100 millones de dólares con el compromiso de que Hefner pudiera permanecer allí hasta el día de su muerte.

*Cortesía de Revista Soho.