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NOTAS DE SOCIEDAD

Con la trágica muerte de Alfonso de Borbón la prensa del corazón española pierde uno de sus más importantes galanes.

6 de marzo de 1989

Existe en España un fervor nacional por seguir día a dia la vida íntima de una serie de personas, cuya importancia radica casi exclusivamente en su figuración social. Sus intimidades se convierten en telenovelas de la vida real, que mantienen cautiva la atención de todo el país. La semana pasada murió quien bien podria ser denominado el galán de una de ellas, don Alfonso de Borbón, duque de Cádiz, primo hermano del rey de España.

En términos de la prensa "del corazón", nada tan espectacular había sucedido desde la muerte de Paquirri.
El torero, el primo del rey y la ex esposa de Julio Iglesias, Isabel Preysler, conforman la terna que ha alimentado la fantasía de los españoles durante la última década. Hoy sólo les queda Isabel.

La muerte del duque no pudo haber sido más impresionante. Seis veces campeón nacional de esqui, estaba practicando su deporte favorito en las pistas de Beaver Creek, en los Estados Unidos, donde se disponía a participar en una competencia. Ese día las pistas estaban cerradas para el público pero el noble español, como parte del comité organizador del evento, había obtenido permiso para entrenar. Un cable de acero, empleado para colgar carteles sobre la línea de llegada, lo esperaba al final de la cuesta. Prácticamente lo decapitó, como la guillotina que tumbó la cabeza de su ancestro directo Luis XVI.

Alfonso de Borbón pudo haber sido rey de España y rey de Francia.
Por el lado español, su padre era el hijo mayor de Alfonso XIII y por consiguiente, el heredero al trono de llegar a restablecerse la monarquía.
Lamentablemente don Jaime era sordomudo y, en consecuencia, abdicó a la corona a nombre propio y de su descendencia. Esta acabó recayendo por capricho del general Francisco Franco, en cabeza de su sobrino Juan Carlos de Borbón, hoy rey de España.

En París, los monárquicos legitimistas están de luto. De tiempo atrás, don Alfonso había "pretendido" ser el heredero del trono de Francia. Era el mayor de los Capetos, dinastia que reinó durante 800 años sobre ese país, y descendiente directo del rey Luis XIV. Su único rival como heredero a la corona francesa era su primo Henry de Orleans, hijo del conde de Paris, quien alegaba que Alfonso de Borbón era un "principe extranjero". Henry presentó demanda ante los tribunales republicanos para que invalidaran la pretensión de su primo y avalaran la suya. El mes pasado los tribunales fallaron en favor de Alfonso de Borbón, quien recibió, siendo ya duque de Cádiz en España, el titulo de duque de Anjou en Francia.
"Con su muerte, su hijo Luis Alfonso es rey por derecho y a los 14 años tiene la mayoria legal, según las antiguas leyes fundamentales francesas", indicó el duque de Bauffremont, presidente del Instituto de la Casa Borbón, organismo encargado de asegurar el conocimiento y expansión de la Casa Real Francesa.

Curiosamente, todos estos abolengos tuvieron que ver menos con su prominencia social que su matrimonio con una plebeya, Carmen Martínez-Bordiu, quien era nieta del general Francisco Franco. En lo que fue sin duda la boda de la década en España, el apuesto aristócrata unió su vida a la nieta del dictador, el 8 de marzo de 1972, en medio del clamor popular que no descartaba que, por cuenta de esta alianza del poder y la sangre, la corona de España terminara ceñida a la cabeza de Alfonso de Borbón.
El matrimonio ni produjo corona ni produjo felicidad. Después de siete años de vida conyugal que fueron tema de docenas de carátulas en la revista Hola, el matrimonio terminó en un bochornoso divorcio en medio de mutuas acusaciones. Tiempo después, cuando fue concedida la anulación, la documentación del proceso fue ampliamente difundida en sus páginas.

A partir de la separación, el sino trágico pareció perseguir al duque. El 5 de febrero de 1984, cuando conducía su vehículo al regreso de unas vacaciones con sus hijos, se estrelló estrepitosamente contra un camión.
En el accidente pereció su hijo Francisco y resultó gravemente herido el otro, Luis Alfonso. España entera vivió ese drama en el cual los descendientes de Luis XIV y del general Franco, distanciados por la separación, se unían en una sola lágrima en el sepelio del pequeño del fin de once años.

De ahí en adelante, todo fue tristeza y melancolía. Su ex esposa contrajo matrimonio con el anticuario francés Jean-Marie Rossi y se radicó en Paris. El hijo sobreviviente, Luis Alfonso de Borbón, quedó bajo la custodia de don Alfonso. Padre e hijo vivian, asediados por los fotógrafos, en medio de una evidente soledad. Sin fortuna de ninguna clase, ya que él era apenas un funcionario intermedio en un banco de Madrid, Alfonso de Borbón pasó los últimos años de su vida dedicado a la única pasión de su vida en la que siempre había triunfado: el esquí. No obstante, ahí también lo esperaba la tragedia.

Su muerte fue tan explotada periodisticamente como su vida. En el momento del entierro, sorprendió a los asistentes la prohibición de ingreso a los fotógrafos. Se pensó entonces que al menos en el tránsito a la eternidad de su primogénito, los Borbón habían decidido mantener la dignidad y la reserva familiar. No fue así. Al parecer, la razón que impidió el acceso de la prensa al funeral no es otra que el hecho de que su hermano Gonzálo había vendido los derechos exclusivos de estas fotografías a una revista por 50 millones de pesetas; es decir, 150 millones de pesos.

El único hijo del fallecido duque, el príncipe Luis Alfonso de Borbón, quien en otras circunstancias hubiera podido heredar el trono de España o el de Francia, acabará heredando solamente el trono de su padre en las revistas del corazón, donde seguramente compartirá honores con Chaveli Iglesias, Paquirri Junior y Athena Roussel Onassis. -