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El pionero de los campos de verano

Juan Mario Gutiérrez dio inicio hace 25 años a una aventura que ha cambiado la vida de miles de colombianos. El padre de los campos de verano en Colombia no traiciona sus ideales y se plantea el reto de expandir su nicho a cuantos jóvenes pueda.

27 de mayo de 2017

Hace 25 años, el peligro acechaba en las ciudades por cuenta de los carteles, y manejar por las carreteras colombianas era un acto de fe. Pero ni esa delicada situación, que a muchos disuadió, detuvo la cruzada de Juan Mario Gutiérrez. A los 24 años se propuso llevar niños a lugares maravillosos de Colombia y, desde allá, motivarlos a sacar lo mejor de sí mismos.

La idea de montar un campo de verano no le llegó de la nada. De niño y joven, Juan Mario era el primo mayor en una familia numerosa y gozaba al guiar a los más jóvenes en sus travesías. Y a la par, mientras eso sucedía, se chocaba con la educación tradicional. “No era desjuiciado, sí inquieto por el campo y la naturaleza”, dijo a SEMANA.

A los 22 años conoció un campo de verano en Estados Unidos, y esa “poderosa” experiencia lo encaminó. A su regreso, como proyecto universitario, se propuso ofrecer una réplica de lo vivido en esos días que alimentaron valores positivos y su amor propio. Dos años después, en 1992, le dio alas a ese sueño y desde entonces ha luchado contra viento y marea por mantenerlo a flote respetando su misión y su visión.

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Entre 1992 a 2017 su obra, Kajuyalí, ha recibido a 14.000 niños, impactado a más de 8.500 familias y, en ese proceso, ha capoteado quiebras, temas de seguridad que lo obligaron a operar en Ecuador, Guatemala y Costa Rica y la alegría de los buenos momentos, por ejemplo, su regreso a Colombia a comienzos de la década pasada. Hoy opera en cuatro sedes y, con cabeza fría, evalúa una potencial expansión a Guainía o al Chocó.

Gutiérrez sueña con hacer de su iniciativa un colegio. Porque lo suyo no es entretener sino educar desde lo vivido. “Educar a un niño es sacar lo mejor, volverlo un líder que conoce sus límites, que quiere mejorar, que encuentra en la sociedad y en las relaciones la posibilidad de crecer, que ve en la naturaleza su medio”, sentencia.

Su primer campo nació en los Llanos Orientales. Gracias a una veintena de familias que enviaron a sus hijos y al staff que compartía sus valores, todo salió bien. “Era una locura, pero confiaron en nosotros”, dice Gutiérrez.

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Gutiérrez bordea los 50 años, aunque no los aparenta, un hecho que explica por la juventud que lo rodea, pero también por la fortuna de hacer lo que hace: “Tenemos un proyecto para el desarrollo humano. Cada uno de nosotros –y me incluyo– estamos en una transformación a través del trabajo, en escuela permanente.

La mayoría de sus competidores de hoy (hay cuatro compañías en el mercado colombiano) han hecho carrera en Kajuyalí. Su valor como semillero es innegable, y así lo entiende Gutiérrez: “He visto pasar muchas personas, que avanzan, se van a otra empresa o crean la suya, y salen destrezas, con confianza y ganas de cambiar las cosas”.

Con el tiempo, Gutiérrez entendió que los colegios desarrollan su modelo académico, pero relegan el perfeccionamiento de competencias claves para sus pupilos, y que él y Kajuyalí podían cubrir esa falencia e ir más lejos. Más que entretener niños y niñas, quiere reforzar un modelo educativo, crear líderes bajo el precepto de la educación experiencial.

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Los niños, niñas y jóvenes que asisten a un campo como Kajuyalí provienen, con contadas excepciones, de hogares privilegiados. Juliana Castro, quien asistió cinco años a campos de verano, le dijo a SEMANA: “Esa educación saca a los niños de su zona de confort, de su estrato 6. Conocen otra zona, otra gente, y sienten un amor especial por el país. Por otro lado, mis papás me decían que les servía mucho, para despegarse un poco, dejar ir”. Alejandra Villa, joven emprendedora que asistió a campos y trabajó como staff, afirma que la suya fue “una experiencia maravillosa que ojalá todos pudieran vivir. Parte de loque soy se lo debo a Kajuyalí. Me encanta el modelo que inspira. De niño se ve a los ‘counsellors’ como modelos por seguir, jóvenes, deportistas, sanos, ejemplos vivos de personas valiosas”. Esto no sorprende, aprendieron de Juan Mario Gutiérrez, un pionero y un transformador.