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Héctor Osuna

HOMENAJE

Osuna: 50 años de rasgos y rasguños

Vladdo, su amigo y discípulo, hace una semblanza del caricaturista más importante del país.

7 de marzo de 2009

Uno podría usar como referente el nombre de Héctor Osuna para documentar un artículo sobre pintura o ciencias políticas, campos en los cuales se desenvuelve con igual holgura. O para redactar un ensayo de religión o una nota sobre la historia de Colombia, materias que este cachaco, nacido en Medellín, domina a la perfección. Incluso sería muy buena fuente para hablar de carros, otro de los temas que maneja con deleite. Pero al celebrar sus primeros 50 años como caricaturista este es el tema que resulta inevitable.

Héctor Daniel Osuna Gil debutó en las páginas editoriales del periódico El Siglo el 7 de marzo de 1959; también un sábado, como en 2009. Su primera caricatura mostraba al ex dictador Gustavo Rojas Pinilla poniéndose el Congreso de ruana, literalmente. Desde entonces ha ejercido su carrera con una integridad a toda prueba, una independencia irreductible y una disciplina difícil de igualar cuando se trata de un colaborador externo que, como él, ha trabajado siempre en la comodidad de su casa. Osuna ha ejercido el periodismo freelance desde mucho antes de que en nuestro medio se conociera este término.

Luego de algunos meses en el periódico de La Capuchina, y de un paso fugaz por el Diario Occidente, de Cali, el joven ex seminarista jesuita fue a parar a El Espectador, que desde entonces ha sido su casa editorial, así nunca se hubiera posesionado formalmente de la oficina que alguna vez le asignaron en la planta del periódico. Y aunque jamás lo ha dicho, pero conociendo a Héctor, yo me atrevería a afirmar que no aceptó integrarse físicamente a la redacción para no ver comprometida su independencia. Eso, no obstante, no le ha impedido convertirse en uno de los emblemas de esa publicación, desde la cual ha librado sus mayores batallas periodísticas, y que lo ha consagrado como uno de los más respetados críticos de la clase política colombiana, tal como lo reafirman varios dirigentes, consultados al respecto.

Para el ex presidente Belisario Betancur, a quien la cercanía que tuvo con Osuna no le alcanzó para librarse de sus 'Rasgos y rasguños', la pluma del maestro es como "un bisturí de sarcasmo que se incrusta en la sociedad opulenta; es un cirujano social que muerto de la risa seria, les hace mucho bien a los colombianos". Otra de sus 'víctimas', el ex presidente Andrés Pastrana, dice que Osuna "ha sido un referente de la política nacional en los últimos gobiernos, interpreta el sentir popular; es un gran analista político". Por su parte, César Gaviria, subraya que Osuna "no le ha hecho concesiones a la dirigencia política del país". Según el ex mandatario liberal, "las caricaturas tienen un inmenso fondo de realidad, exageran la verdad y no la mentira", y las de Osuna, en concreto, "contienen una tremenda carga de política; su papel ha sido muy importante debido a la influencia de la política en la vida del país".

En un mundo que cada vez se mueve más vertiginosamente, mantenerse vigente durante cinco décadas no es una tarea fácil; menos aún en la prensa escrita, un medio que muchos se han empeñado en sepultar antes de tiempo. Pero Osuna no sólo ha tenido la capacidad de permanecer en sintonía con sus lectores, sino que su conocimiento de la cambiante y a la vez cíclica actualidad política del país, lo ha convertido no sólo en uno de los más influyentes analistas de nuestra realidad, sino en el caricaturista más importante en la historia de Colombia; aun por encima del gran dibujante que fue Rendón.

Y si se observa con detenimiento, más allá de la circunstancia de cualquier celebración, el éxito de Osuna se puede dimensionar mejor al ver que siempre ha hecho la tarea sin dejarse seducir por la gloria fácil con que a veces coquetea el poder y huyendo de la fama volátil que ofrece la farándula. Y como si fuera poco, con un ingrediente adicional: sin publicar su trabajo en el periódico más grande del país. Este punto no es de poca monta, pues no es fácil superar la desventaja de aparecer en El Espectador, diario de circulación modesta si se compara con el tiraje de El Tiempo.

Esa diferencia, sin embargo, no ha representado ningún inconveniente para Osuna, quien desde 1960 sólo ha hecho un par de pausas en El Espectador: una, entre 1972 y 1974, cuando se fue a estudiar pintura en España; y la otra, a finales de los 90, cuando el periódico de los Cano pasó a manos de Julio Mario Santo Domingo y sus caricaturas aparecieron un par de años en las páginas de SEMANA.

En uno y otro caso, Osuna ha regresado jubiloso a la que por excelencia ha sido su trinchera, o su trono, dependiendo de como se le mire. Esa simbiótica relación de Osuna con El Espectador, basada en un mutuo respeto, ha superado distanciamientos momentáneos, diferencias de opinión y divergencias políticas, y le ha permitido al caricaturista labrarse un prestigio sin igual, a la vez que ha consolidado al periódico como una tribuna de libre opinión, donde Osuna "ha desempeñado el papel que deberían cumplir los partidos de oposición", como dice el ex presidente Pastrana.

Betancur, a su vez, dice que durante su gobierno les ponía atención a las caricaturas de Osuna y tomaba esos 'rasguños' "como colaboraciones de un cogobernante que no me molestaban ni cuando me molestaban". En el mismo sentido se expresa Pastrana al decir que "para un presidente una buena caricatura logra mejores efectos que las palabras de los asesores de Palacio, porque le hacen caer en cuenta de las cosas como las ve la gente".

Gaviria resume con precisión la influencia de Osuna al decir que "la visión que muchos colombianos tienen de ciertos dirigentes políticos se basa más en los recuerdos de las imágenes de Osuna que en la figura misma de los personajes".

No me alcanzaría el espacio para describir todo el significado del cincuentenario profesional de Osuna, sobre todo si se hace contra su voluntad. Pero si me tomo el atrevimiento de exacerbar su alergia a la figuración mediática y a las celebraciones es porque creo que pocos como él tienen tantos merecimientos profesionales y virtudes personales. Y porque esa trayectoria ya no es sólo suya, sino que es un patrimonio del periodismo del cual este país tiene que sentirse orgulloso. Sin su permiso, que se oigan los aplausos…