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El expresidente de Uruguay, José Mujica, visitó Colombia en el marco de la VII Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales. | Foto: Fotografías de Pablo Andrés Monsalve / SEMANA

ENCUENTRO

¿Qué se le pregunta a 'Pepe' Mujica?

El expresidente uruguayo, que rompió los esquemas del político tradicional, visitó Medellín y habló de política, la paz y la vida.

12 de noviembre de 2015

Estas ruedas de prensa son un evento curioso, más cuando el personaje promete o puede decir dos o tres cosas que traigan titulares que rueden un buen rato por redes sociales. En esta, se cumplen las dos condiciones.

Ahí está sentado y es como lo describió una vez Martín Caparrós: “Mirada de gnomo pícaro, de viejito feo que las ha visto todas”. 'Pepe' Mujica está sentado en un salón del Hotel Intercontinental de Medellín y la gente lo persigue como si fuera un profeta, un sabio de los últimos días. En el lobby, hace unos minutos, estaba Federico Gutiérrez, alcalde electo de la ciudad, diciendo que el encuentro había sido "maravilloso".

Pero qué se le pregunta a Mujica, un hombre que ha dicho cosas como: “Me comí 14 años en cana (…) La noche que me ponían un colchón me sentía confortable, aprendí que si no puedes ser feliz con pocas cosas no vas a ser feliz con muchas cosas. La soledad de la prisión me hizo valorar muchas cosas”. "No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad". “El matrimonio gay es más viejo que el mundo. Tuvimos a Julio César, Alejandro el Grande. Dicen que es moderno y es más antiguo que todos nosotros. Es una realidad objetiva. Existe. No legalizarlo sería torturar a las personas inútilmente”

Y aún así se le preguntan cosas como qué opina del fiscal Eduardo Montealegre y su decisión de abrir investigaciones a miembros del M-19; qué piensa de la democracia en Venezuela —buscando que ese acomode en un bando—; qué si es bueno que guerrilleros de las FARC lleguen en ruta exprés al Congreso. Se le pregunta a Mujica y él —sabio— capotea, sonríe, se enoja.

Está en Medellín para la VII Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales y para presentar un libro que han escrito los periodistas Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz sobre su vida y que se llama Una oveja negra al poder (Sudamericana, 2015).

Así que lo primero que cuenta Mujica, por decir algo, es que en la foto de la carátula está con Manuela —la perra renga de la que se ha escrito ya muchísimo y que también, qué raro, tiene mirada de gnomo— que en 18 años de compañía la ha enseñado que entre más gente se conoce más se quiere a los perritos. Después es generoso: “Estoy a la orden de lo que ustedes quieran preguntar, porque creo que lo que más vale es lo que ustedes pregunten”.



Y están los que se animan.

Que qué opina sobre las “cruciales” votaciones que tendrá Venezuela en unos años, y él responde, o corrige: “Lo único crucial que hay en este mundo es la muerte, porque eso sí, cuando cruzamos, ya después no volvemos. Las elecciones van y vienen, pasan. Ya he visto varias elecciones”.

Y sobre la paz, sobre las peticiones de las FARC, responde con un repaso al asesinato de Gaitán y cómo desde ese 9 de abril se abrió un río que no ha cesado, “cuando conocí la geografía, las montañas de Colombia hace unos años, llegué a la conclusión de que esto no tiene fin. Las guerras se terminan de dos maneras: algunos de los contendores desaparece o se retira, o hay un acuerdo, una negociación”, para terminar diciendo que nada vale tanto como la paz, aunque hay respetar la memoria y el dolor.

Y Mujica nunca es un político, al menos no como los conocemos, y cuando alguien le pregunta qué opina sobre la carta que envío el Secretario General de la OEA sobre el proceso electoral en Venezuela, 'Pepe' se enoja y dice que no responderá, aunque le insisten y lo quieren poner en contexto, quizá leerle uno que otro párrafo, él se declara impedido porque no conoce el contenido de la carta, porque primero tiene que leerla, porque recién llegó de Turquía.

No se apresura a decir dos o tres barbaridades, a mandar alguna declaración temeraria para que los contradictores políticos tiemblen, o se burlen. En la rueda de prensa se enojará dos veces, como se enojan los viejos, que para evitar las tensiones miran a otro lado, esquivan al responsable.

Cosas así se preguntan: qué punto de vista tiene, cuál es su percepción, qué opina. Y Mujica parece más un filósofo, un hombre con experiencia, que las vivió todas. Respuestas que ya ha rumiado, que son verdades generales, consejos de vida -qué hacemos con el tiempo; en qué lo gastamos; los problemas nacionales no existen porque cada vez son más locales; lo necesario de la austeridad–.



Al terminar la rueda de prensa, Mujica se llena de fotógrafos, de personas que quieren una foto con el último sabio de los tiempos, y él acepta sonriente. Aguanta con paciencia, como se aguantan las preguntas.