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POBRES NIÑAS RICAS

Las grandes herederas parecen cargar con una maldición. Tres multimillonarias, antes de Cristina Onassis, ya la habían padecido.

26 de diciembre de 1988

A partir de esta semana y durante los próximos 20 años, las revistas del corazón registrarán, paso a paso, todas las etapas del crecimiento de una niña de cuatro años llamada Athena. La razón radica en esa extraña fascinación que despierta en la opinión pública ese sino fatal que persigue invariablemente a las grandes herederas, el mismo que ocho días atrás acabó con la vida triste y solitaria de su madre, Cristina Onassis.

Lo sufrió todo durante sus 38 años de vida: una niñez abandonada, la separación de sus padres, la muerte en circunstancias misteriosas de la madre, quien entonces estaba casada con el mayor rival de su padre, Spiros Niarchos, la muerte de su único hermano, y finalmente la muerte del padre, con el cual sostuvo difíciles relaciones después de su matrimonio con Jacqueline Kennedy, a quien no solamente odiaba, sino que tuvo que pagarle 20 millones de dólares para evitar el pleito por la herencia. Todo esto, sin mencionar cuatro matrimonios fracasados y una lucha permanente contra la gordura, lucha que llevó a que su nombre fuera famoso tanto por sus millones como por sus kilos, que en una época pasaron de noventa.

De los mil millones de dólares que su padre dejó, heredó exactamente la mitad, pues el resto fue destinado a una fundación; pero aún quienes no la conocían de cerca saben que ella hubiera cambiado buena parte de su fortuna por una dosis normal de felicidad que, solamente, le fue brindada con el nacimiento de su hija. Por eso, nadie se extrañó de la forma coma Cristina Onassis murió. Era la lógica consecuencia de la vida solitaria y trágica que había protagonizado.

Soledad y tragedia: el caso de esta mujer no es el único sino el más reciente. Tres veces en este mismo siglo, la prensa mundial ha bautizado con la expresión "Pobre niña rica", las historias de ricas herederas que amaron, padecieron, escandalizaron, sufrieron, gastaron, se expusieron al ridículo, y aparecieron en revistas y periódicos can tanta frecuencia como los artistas de cine. Mujeres que tienen historias iguales a la de Cristina Onassis. Ellas son Barbara Hutton, Doris Duke y Gloria Vanderbilt. Y como si ese sino de lo trágico y lo ridículo las siguiera más allá del tiempo, todavía sus leyendas suelen aparecer en esos mismos medios donde, a partir de ahora, Athena Onassis será la estrella indiscutible.

Doris Duke heredó a los 12 años una fortuna calculada en más de 100 millones de dólares de 1925, cuando murió su padre, James Duke, fundador del imperio del cigarrillo Camel. La semana antepasada volvió a la primera página de los periódicos cuando pagó con bonos municipales de Nueva York, una fianza librada contra Imelda Marcos por 5.3 millones de dólares, acusada con su marido de haber malversado cuantiosas sumas del pueblo filipino en la compra de edificios en esa ciudad. Doris Duke envió su Boeing 737 para que recogiera a los Marcos en Hawai y los llevara de vuelta, después de que Imelda tuvo que someterse a que le tomaran las huellas digitales. También los hospedó en su penthouse.

Recientemente, Forbes calculó la fortuna de la señora Duke en 800 millones de dólares. Todavía se sigue hablando de las fiestas escandalosas que la "princesa dólar", como la llamaba la prensa, daba en cualquier rincón del mundo; de sus dos matrimonios (uno con el playboy Porfirio Rubirosa), y de la forma como durante la Segunda Guerra logró que la revista Harper's Bazaar la enviara de corresponsal a París, a esperar la entrada de los aliados. Doris se enamoró de Rubirosa, en ese entonces embajador del dictador Trujillo ante el gobierno francés. Le solicitó una entrevista, él accedió; a partir de ese momento protagonizaron un escandaloso romance. Irónicamente, ella, que pasó su infancia rodeada de enfermeras y sirvientes que lavaban meticulosamente todo cuanto tocaba para protegerla de los microbios (su padre sentía una curiosa obsesión con los gérmenes, ordenaba que todas las semanas fumigaran sus mansiones y fábricas), dispuesta a olvidar los años de limpieza y a resarcirse de su niñez solitaria, se dejó arrastrar por Rubirosa a los antros más pintorescos de París. El 1° de septiembre de 1947 se casaron en la delegación dominicana.

Por supuesto, antes de decir el "si", la novia logró que el playboy firmara un documento por medio del cual renunciaba, en caso de divorcio, a cualquier reclamo financiero; para consolarlo, le regaló en presencia de los invitados un cheque por medio millón de dólares, que Rubirosa se encargó de dilapidar en pocos meses.

La tranquilidad de la pareja se alteró poco después, cuando Trujillo ordenó a su ex yerno que viajara con su esposa norteamericana a Buenos Aires, donde el seductor agregó otro nombre a la interminable lista de conquistas: Evita Perón. Un periodista colombiano, Antonio Oviedo, quien tuvo la oportunidad entonces de conocer a la pareja, recuerda: "Doris era muy elegante, hermosa, fina, muy alegre, con un sentido práctico de la vida, pero era obvio que cada uno andaba en mundos diferentes". En 1943, a través de su abogado, Doris envió a Rubirosa un cheque por 160 mil dólares a cambio del divorcio.

En 1966, ella vuelve a las primeras páginas de los periódicos, cuando accidentalmente atropella con su carro al decorador de una de sus mansiones; llevada a juicio por asesinato, es liberada más tarde de toda responsabilidad. Hoy Doris Duke tiene 75 años. Vive sola (no tuvo hijos) en un penthouse en Nueva York, de donde nunca sale; todas las semanas recibe a un grupo muy reducido de amigos y de vez en cuando, como ahora con los Marcos, tiene un gesto de generosidad, que es registrado de inmediato por la prensa.

Barbara Hutton ingresó a la lista de las "pobres niñas ricas" (así se titula la biografía que, en castellano, publicó Planeta) en 1939, cuando desató la ambición de muchos solteros a raíz de la revelación, por parte del fisco norteamericano, del monto de su fortuna. La nieta del emperador de los grandes almacenes de precios bajos en Estados Unidos, Woolworth's, heredaba 40 millones de dólares. Se casó siete veces; entre sus maridos hubo dos muy famosos: el actor Cary Grant y el caza-fortunas Porfirio Rubirosa (Barbara era muy amiga de Doris Duke). De estas uniones sólo tuvo un hijo, Lanzelot, quien murió adolescente en un accidente automovilístico. Hace poco, los norteamericanos revivieron su historia en una miniserie protagonizada por Farrah Fawcett.

Rubirosa y la Hutton se habían encontrado en numerosas fiestas en Europa y Estados Unidos. Ella tenía 40 años y llevaba cuatro matrimonios. Cuando le hacían bromas sobre su siguiente enlace respondía que sólo quería vivir el momento ya que toda su infelicidad le había sido proporcionada por los hombres, comenzando por su mismo padre. Sin embargo, se dejó seducir por los encantos de Rubirosa. Entonces, la figura elegante y delgada de la millonaria heredera se enfrentó en las primeras planas con la de una opulenta rubia de origen húngaro, llamada Zsa Zsa Gabor y apodada la "bomba sexual" de Hollywood. Luego de un sonado escándalo, Rubirosa decide separarse de la Gabor. El día que llama a Barbara Hutton para proponerle matrimonio, está en un casino de Los Angeles donde acaba de perder una fortuna; ella está postrada en una cama de hospital víctima de una neumonía y, con el "si", le envia el importe de la deuda. Antes de la boda, Rubirosa hace firmar a Barbara un contrato que le garantiza dos millones y medio de dólares en caso de divorcio. Lo que sigue es una relación tensa en la que el dominicano se jacta de darle órdenes a una millonaria. Ella, exacerbada por el abuso del alcohol y las drogas, debe cambiar cada semana de sirvientes para que no cuenten a la prensa sus intimidades.

Lo único seguro en su historia, como en la de las otras herederas "del infortunio", es que su dinero nunca pudo compensar su soledad. El matrimonio con Rubirosa sólo duró 53 días y le costó un promedio de 60 mil dólares diarios. La separación tuvo también un sello personal: la Hutton abandonó su casa de Palm Beach y voló a México; desde el avión, su abogado notificó a Rubirosa que se estaban divorciando. Barbara Hutton murió hace cinco años. Durante los últimos 20, vivió sumida en la más profunda soledad; su único acompañante fue su chofer, quien cargaba a la esquelética anciana para sentarla en su Rolls Royce. A él dejó parte de su inmensa fortuna.

La última de la lista es Gloria Vanderbilt, nieta del legendario Cornelio Vanderbilt, heredera de dos apellidos marcados por la fama y la fortuna, pero también por el sino de la tragedia. Luego de perder a su padre, la niña empieza un recorrido por los tribunales de Nueva York como inocente protagonista de una publicitada demanda por su custodia, entablada por su madre, Gloria, y su tía Gertrude Vanderbilt Withney, hermana de su padre. Su madre, una mujer extraordinariamente hermosa, de quien se rumoraba que tenía un romance con otra mujer, poco interés había mostrado hasta entonces por su hija. El veredicto favoreció a Gertrude, quien recibe, a nombre de la niña, las tres cuartas partes de la fortuna paterna.

A los 17 años, con la oposición de su tia, Gloria contrae matrimonio con Pat Di Cicco, un agente de Hollywood perteneciente a una familia de camioneros italianos. Al escándalo y la fastuosidad de su boda, que aparece en grandes fotografías en la prensa, sigue la separación definitiva de su protectora. El matrimonio duró tres años y tres meses. Poco antes de divorciarse, al cumplir 21 años, en 1948, recibe su herencia: cinco millones de dólares. Se casa entonces con el director de orquesta Leopoldo Stokowski, de 63 años. El matrimonio dura cinco años y tiene dos hijos. Gloria atraviesa por sucesivas crisis nerviosas que culminan en la separación. Entonces tiene que revivir el drama de su infancia al reclamar ante los tribunales la custodia de sus hijos.

Quienes la conocen, dicen que la vida de Gloria Vanderbilt ha sido un búsqueda constante del padre que nunca tuvo. Después de su segundo matrimonio decide dedicarse a la actuación y vive un breve romance con Frank Sinatra. De sus cuatro matrimonios, la última unión, con el escritor Wyatt Cooper, fue la más duradera: 14 años. Pero esa vida de mujer estable terminó con la muerte de su esposo. A los 50 años, Gloria Vanderbilt era una mujer solitaria, vulnerable y sin fortuna. Tenía sin embargo algo a su favor: poseía talento y sensibilidad artística. Entonces buscó trabajo para sobrevivir. Se inició diseñando papeles de colgadura. Gloria Vanderbilt demuestra que no es sólo una "pobre niña rica" que cree que puede diseñar sino que realmente sabe hacerlo. Sin embargo, la sombra de su niñez aún la persigue. En su autobiografía--titulada "Había una vez..."--señala que 20 años después de la muerte de su madre aún se siente agobiada por la inmensa tristeza que siempre le produjo su indiferencia. Cuenta que cuando niña se sentía "petrificada del susto" ante su presencia.

En los últimos 15 años, Gloria Vanderbilt ha hecho un nombre y una fortuna como diseñadora; accesorios, helados y jeans llevan su firma. Ha conseguido el éxito. Sin embargo, hace seis meses la vida se encargó de recordarle su sino trágico: sentados a la mesa de comedor, su hijo Gordon le dice que piensa lanzarse por la ventana del lujoso apartamento en un piso 27. Ella no le cree y, ante su mirada atónita, el muchacho se lanza al vacío. . .

A estas cuatro mujeres, que nacieron bajo el signo de la fortuna, la vida pareció cobrarles el privilegio de tenerlo todo, negándoles la felicidad. Hoy una niña de cuatro años inicia su historia apareciendo en las primeras páginas de los diarios a raíz de la muerte de su madre, en extrañas circunstancias.

Su soledad es patética: no tiene abuelos, no tiene tíos y, aunque parezca increíble, tampoco tiene primos. Con todos estos antecedentes puede pronosticarse que más que una vida será un calvario.-

¿Quién le manejará los mil millones?
Athena Roussel Onassis heredará, a los cuatro años, alrededor de mil millones de dólares, de los cuales 800 pertenecen a la fortuna de su madre (los 500 que Cristina heredó más los beneficios de 13 años de adecuada explotación). De su padre heredará, a su muerte, 200 millones de dólares, ya que es uno de los miembros de la dinastía Roussel, dueños de la más grande industria farmacéutica de Francia. Solamente con esta herencia, Athena ya podría ser considerada una de las mujeres más ricas del mundo. El total de su fortuna, solamente colocada a interés del 10%, será el día que ella cumpla 21 años cercana a 5.054 millones de dólares. En el año 2005, Athena Roussel será sin duda la mujer más rica del mundo.

Hoy su herencia está compuesta por 35 barcos tanqueros; múltiples propiedades de finca raíz en las más importantes capitales del mundo --edificios como el Olympic Towers de Nueva York, y otros en París, Atenas, Montecarlo y Buenos Aires, donde ya había empezado a adquirir algunos bienes--y la isla Scorpios. Curiosamente, Athena no recibirá el famoso yate Christina; éste fue entregado por su madre al gobierno griego en la fórmula que se negoció para el pago de los 60 millones de dólares de los impuestos de sucesión.

Pero, ¿quién manejará su dinero hasta que cumpla 21 años? Como era de esperarse, los conflictos ya comenzaron. Teniendo en cuenta que sus padres estaban separados pero no divorciados, Thierry Roussel podría supuestamente heredar; pero como él también era inmensamente rico al momento de casarse con Cristina, celebró capitulaciones y por tanto no recibirá nada. Esto significa que el dinero lo seguirá manejando la Fundación Alexander Onassis, que tiene su sede en Liechtenstein, compuesta por catorce miembros y de la cual Cristina era presidenta. Aunque su capacidad de votación era igual a la de los otros miembros--un voto--, en caso de empate ella tenía derecho al voto decisorio. Actualmente se estudia la posibilidad de que Roussel reemplace a Cristina en el comité; lo único seguro es que con mil millones de por medio habrá problemas.