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PRINCE, EL PROVOCADOR

A los 7 años tocaba piano, hoy,, a los 19, con su estilo excitante está desbancando a Michael Jackson.

15 de julio de 1985


Esa noche llegó en una limosina color púrpura, escoltado por 20 motociclistas uniformados y bien armados, precedido por una hermosa mujer llamada Bárbara Carrera y con la cabeza cubierta por un manto, púrpura, por supuesto. Esa noche también se ganó un Oscar por haber compuesto la música de su primera película, Purple Rain. Es moreno, delgado, usa unos bigotes que algunas han encontrado rasposos y cuando se refieren a él y su música, los críticos ya no saben qué más decir.

Varias semanas atrás le preguntaron por qué es tan extravagante, por qué rechaza cualquier encuentro con la prensa, por qué anda rodeado de matones que componen un auténtico ejército particular, y sonriendo responde: "Me fascina provocar y excitar a todos, hombres y mujeres, me gusta ver sus reacciones cuando me miran y saben que no soy igual a ellos".

Algunos no quieren ser como él, obviamente, pero millones de jóvenes en todo el mundo se sienten transportados cuando oyen algunos de sus temas: Let's go crazy, The beautiful ones, Darling Nikki, Take me with you y Purple Rain, una canción triste y nostálgica. Los comentaristas que quieren ahorrar palabras dicen simplemente que es el heredero de Michael Jackson a quien aparentemente ha desbancado.

En la vida real (¿o en la vida de mentira?), se llama Roger Prince Nelson y la historia que cuenta sobre sus altercados con los padres que se oponían a sus actividades artísticas, recogida en la película citada, tiene algunos elementos autobiográficos. Es un personaje misterioso que aprendió a tocar el piano a los 7 años y a los 12, ya tocaba muy bien más de 20 instrumentos. A los 17 ya sabía lo que sería.

Lo que más fascina a los críticos es la forma totalizante como asume la producción de sus discos millonarios: los compone, los arregla, los graba, los produce al mismo tiempo y luego se encarga de promocionarlos. En algunas ocasiones se le escuchaba decir: "No pararé hasta llegar a la cumbre". Recientemente le confesó a un amigo: "Ya estoy en la cumbre y quiero saber qué más viene". La revista Rolling Stone lo califica, simplemente, de genio de la música. Genio. Otros lo comparan con el Ray Charles de los años cincuenta. Otros se sienten fascinados, no por su música sino por la extravagancia que despide su cuerpo, sus movimientos, sus maneras, sus palabras, su voz: una extravagancia que él mismo se encarga de agudizar apareciendo, como en la noche de los Oscares, con la cabeza cubierta y haciendo caso omiso de los gritos histéricos de sus fanáticos que estaban apostados en la calle desde temprano sólo para mirarlo de lejos.

Su físico es ambiguo. Andrógino, dirán otros, como Michael Jackson. Un semanario francés lo define con estas palabras: "Tiene el encanto del kitsch de los hippies del Swinging London en 1964, mezclado con la excentricidad de algunos sadomasoquistas que abundan entre los gays de California".

Las letras de sus canciones rayan con la obscenidad y el erotismo y, según un crítico, harían palidecer a Charles Bukowski. Reconstruyen escenas de amor y claman por nuevas experiencias. Una de las canciones dice: "Do my baby like you never did before".

Autodidacta, 10 años atrás no hubiera sido comprendido. Pero cayó en la parte del siglo que parecía estarlo esperando. A los 17 años se convirtió con la sección de discos de la Warner en el cantante más joven que firmaba contrato. Por un millón de dólares. Desconfiado de los técnicos, los productores y los asesores, trabaja solo en su estudio de Minneapolis. La Warner lo deja hacer lo que quiera. Nadie más ha podido, a los 19 años, ganarse varios discos de platino por ventas.

Hasta la fecha, se calcula modestamente, ha podido vender unos 15 millones de discos. Un periódico lo compara con Elvis y dice que es superior a Mick Jagger, Bruce Springteen y David Bowie juntos.

Cuando no está tocando temas eróticos, este muchacho se dedica a Dios y hace lo que los negros norteamericanos han sabido ejecutar mejor que nadie: el swing, los blues, el funk y todo ello mezclado con la violencia blanca de algunos como Heavy Metal. Pero no sólo canta muy bien y con temas que erizan a los jóvenes. En escena es un animal en celo. Una mezcla de Jimmy Hendrix y James Brown, pero más audaz, más lanzado a la conquista de ese público que, poco a poco, se va acercando más. En 1968, Jimmy Hendrix marcó para siempre la música con su tema sicodélico del Purple Haze.

La lluvia púrpura de Prince es una especie de subcultura dentro de la corriente del rock norteamericano. Ahora quiere dirigir una película. Alguien dijo que es tímido y que por eso elude a los periodistas y trata de no dejarse atrapar por los admiradores. Se lo preguntaron y respondió: "La timidez es para los mediocres". Alguien más lanzado le preguntó una vez por las mujeres y dijo: "Sólo sirven para una cosa". Pero no aclaró cuál, y un crítico mordaz, presumiendo la androginia del artista, dijo que la alusión tenía que ver en el compartir cosméticos y ropa.

No es simple azar que el grupo que acompaña a Prince se llame "La Revolución". Eso es lo que este joven ha logrado dentro de la música norteamericana: revolucionarla, estremecerla, voltearla al revés, sacudirla especialmente cuando entra al escenario y todos, según testimonio de una chica danesa, sienten un escalofrio curioso, como cuando los de la otra generación se enfrentaban al Elvis delgado y risueño y saludable, distinto del Elvis gordo y cansado y engañado que se murió porque ya no podía más con la fama. Con F.--