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Jaycee perdió su niñez y adolescencia en el patio trasero de la casa de su captor donde vivía en carpas. Allí los investigadores encontraron camas, ropa, juguetes, libros y hasta un letrero que decía ‘Bienvenidos’. Sus hijas nunca fueron al colegio y se habrían educado en casa

SECUESTRO

Regreso del infierno

El caso de Jaycee Dugard, la joven que pasó 18 años en cautiverio y tuvo dos hijos de su secuestrador, sólo es el más reciente de aquellos en que los captores vuelven esclavas sexuales a sus víctimas.

5 de septiembre de 2009

Carl Probyn no ha podido borrar la imagen de su mente desde hace 18 años. Su hijastra Jaycee salía por última vez de la casa en South Lake Tahoe, California, el 10 de junio de 1991, rumbo al paradero del bus escolar, con su pelo rubio, su chaqueta rosada y sus tenis blancos. Esa mañana, mientras trabajaba en el garaje, la siguió con la mirada. A lo lejos le llamó la atención un sedán gris que se acercó a la niña de 11 años, con un hombre y una mujer a bordo. "Deben ser los papás de algún amiguito", pensó. Pero el mundo se le vino encima cuando la puerta del conductor se abrió y la pequeña fue arrastrada a su interior. Sin las llaves de su carro a la mano, tomó su bicicleta para alcanzar el auto, pero ni siquiera pudo anotar la placa. Lo único que logró hacer fue llamar al 911.

Su esposa Terry siempre le recriminó por no haber hecho más y el matrimonio no resistió la tensión. Carl se convirtió en sospechoso, pero el detector de mentiras y hasta interrogatorios bajo hipnosis demostraron su inocencia. A los carteles que empapelaron la ciudad y sus alrededores con fotos de Jaycee Lee Dugard se sumaron las consultas con síquicos. Nada resultó.

El 26 de agosto, después de casi dos décadas, a Terry Probyn le avisaron que su pequeña estaba viva. Le contaron que todo ese tiempo había vivido en una especie de campamento oculto tras altas cercas y matorrales, en el patio de una casa en Antioch, California. Su captor era Phillip Garrido, de 58 años, un fanático religioso con antecedentes de abuso sexual. Lo más duro fue enterarse de que Jaycee tenía dos hijas de 15 y 11 años, cuyo padre era el propio secuestrador. Hoy la joven de 29 años se encuentra en un lugar secreto bajo custodia de las autoridades, con su mamá, su hermana menor y sus hijas. Carl ha revelado que, según su ex esposa, Jaycee luce muy parecida a como era a los 11 años, pero que el ajuste va a ser muy difícil: "Estuvo con su familia 11 años y con ellos 18 y ha manifestado sentirse culpable por su vínculo con su secuestrador". De hecho, sus hijas, que pensaban que Jaycee era su hermana mayor, se referían a él como "papi".

Phillip Garrido podría pasar el resto de su vida tras las rejas. Ya en los 70 había sido condenado a 50 años de prisión por violar a una mujer después de reconocer en el juicio que sólo sentía satisfacción sexual por medio de la violencia, que drogarse con cocaína y LSD aumentaba sus instintos y que solía masturbarse en su carro cuando pasaba cerca de colegios. Pero sólo pagó poco más de una década "porque así lo permitía el sistema de libertad condicional en esa época", explicó a SEMANA Leland Lutfy, el fiscal federal que lo apresó entonces. Lutfy lamenta esa situación, pues "si no lo hubieran puesto en libertad, Jaycee Dugard habría ido al colegio esa mañana de 1991. Es un depredador sexual y nunca dejará de serlo". Con esa descripción coincide Katie Callaway, quien fue víctima de Garrido en 1976. Después de fracasar en su intento por secuestrar a otra mujer, la engañó al decirle que su carro se había dañado y le pidió que lo llevara. Pero luego la esposó y la encerró en un depósito lleno de material pornográfico, hasta cuando un policía que hacía ronda por el lugar la rescató. "A mí me tuvo ocho horas, a ella 18 años. No puedo imaginar por lo que pasó Jaycee", comentó Callaway en CNN.

En la cárcel conoció a Nancy Bocanegra, quien visitaba a un tío. Ella se convertiría en su esposa y en su cómplice en el secuestro de Jaycee. Hasta el papá y el hermano de Garrido han dicho que ella solía actuar como "una robot", controlada por su marido.

Ahora lo que todo el mundo se pregunta es cómo pasó tanto tiempo sin que alguien notara que algo pasaba en el patio de los Garrido. Algunos vecinos dicen que simplemente les parecía un tipo raro y que su apodo en el sector era 'Phil el espeluznante', pero que siempre habían creído que ahí solo vivían él, su esposa y su mamá, que al parecer tiene demencia senil. Sin embargo, en 2006 una mujer informó al 911 sus sospechas de que en el jardín permanecían unas niñas. Un oficial fue a hablar con Garrido, pero no revisó la casa, pues no tenía orden judicial. No la habría necesitado si hubiera sabido que el hombre tenía antecedentes de violación. Peor aun es que además de las visitas periódicas que recibía por estar en libertad condicional, a mediados del año pasado le cayó de sorpresa un grupo de agentes que tampoco se percató de la situación. "Estamos investigando si hubo negligencia. De todos modos, si uno daba una vuelta por el lugar, no notaba nada inusual, quizá porque la propiedad parecía terminar en la cerca. Garrido mostró tener una mente criminal muy calculadora", afirmó a SEMANA Gordon Hinkle, portavoz del Departamento Correccional y de Rehabilitación de California, una entidad encargada de hacerle seguimiento a Garrido.

Todo indica además que no siempre Jaycee y sus niñas estuvieron aisladas. Garrido tenía una imprenta y varios de sus clientes han testificado que ella lo ayudaba con los diseños, pero que la presentaba como su hija Allissa. También se sabe que recientemente sus dos niñas fueron a una fiesta de cumpleaños en un centro comunitario local. "Como mecanismo para sobrevivir, en algunos casos las víctimas no escapan porque crean lazos emocionales con sus captores que, por un lado, pueden ser amenazantes, y por otro, encantadores", explicó a esta publicación Geoffrey Greif, experto en trabajo social de la Universidad de Maryland

Lo que más sorprende es que después de varios años de mantener a salvo su secreto, Phillip Garrido haya dado ciertos pasos que finalmente condujeron a su captura. Dos días antes de su arresto se presentó en las oficinas del FBI para entregar un texto en el que describía cómo se había curado de sus enfermizos impulsos sexuales y cómo podía ayudar a otros con su mismo problema por medio de Dios. Había manifestado su intención de formar una iglesia, y en un blog, titulado 'Voces reveladas', contaba que hablaba el lenguaje de los ángeles. "Muy pronto me verán en las noticias", le advirtió a una vecina. Luego fue con sus hijas a la Universidad de Berkeley donde repartió folletos de un evento relacionado con un grupo llamado 'El deseo de Dios'. A dos oficiales de policía de la institución les llamó la atención el comportamiento errático de las niñas y, con el fin de obtener más datos del extraño hombre, mostraron interés en lo que hacía. Gracias a eso averiguaron sus temibles antecedentes.

Cuando llamaron al agente encargado de hacerle el seguimiento a Garrido para comentarle de las dos hijas, este les respondió que no sabía de su existencia. Inmediatamente el oficial lo citó y su sorpresa fue mayor cuando se presentó con su esposa, la supuesta Allissa y dos niñas. "No fue convincente al explicar su parentesco con las tres y después de horas de interrogatorio confesó la identidad de Jaycee", asegura Hinkle.

Luego de ser detenido, Phillip Garrido dio una entrevista a Walt Gray, de la cadena Kcra 3, en la que, según detalló el periodista a SEMANA, "mostró lo perturbado que está", y su convencimiento de tener una gran misión: "Me siento mucho mejor ahora. Esto tenía que pasar. Mi vida ha dado un vuelco. Al final van a descubrir por la víctima una historia poderosamente conmovedora", fueron sus palabras.