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Robert Capa usó su lente como herramienta de lucha contra el fascismo y como mecanismo de protesta frente a las consecuencias devastadoras de la guerra.

PERFIL

Robert Capa, el testigo

Durante su carrera como fotoperiodista, Robert Capa capturó los eventos más importantes de la primera mitad del siglo XX. Cien años después de su nacimiento, el mundo celebra su obra.

2 de noviembre de 2013

Endre Friedmann nació en Budapest en 1913 y comenzó a tomar fotografías profesionalmente en París en los años treinta. Para evitar confusiones con un reconocido artista del mismo apellido, y desesperado porque le publicaran sus fotos, Friedmann inventó un personaje llamado Robert Capa: un famoso fotógrafo estadounidense que quería vender su material a las revistas francesas. Los editores se creyeron la historia y comenzaron a publicarle. Pronto, la fama de Capa era tal que Friedmann tuvo que cambiarse el nombre y convertirse, realmente, en el genial fotógrafo que había pretendido ser.  

Pero antes de París y del éxito, Capa había soñado con ser periodista. A los 17 años tuvo que huir de Hungría donde lo perseguían por comunista y comenzó a estudiar en Berlín, aunque no terminó la carrera. Trabajó como asistente de revelado en una agencia de fotografía, donde el dueño descubrió que su nuevo practicante tenía talento y lo mandó a cubrir una charla de León Trotsky. Esa fue la primera foto que Capa publicó, en 1932. Pero en enero del año siguiente Hitler llegó al poder y el joven, judío e izquierdista, supo que debía irse de Alemania.

Llegó a París en septiembre con la idea de seguir haciendo fotografías, pero durante meses pasó hambre y no consiguió quién le publicara. Ahí conoció a su colega Gerda Taro, que se convertiría en su amante, y fue ella quien se encargó de vender las imágenes del supuesto Robert Capa, pues él ni siquiera hablaba inglés. 

También se hizo muy amigo de Henri Cartier-Bresson y David Seymour, con quienes fundó en 1947 la agencia Magnum, una de sus más grandes contribuciones al fotoperiodismo moderno. En París el fotógrafo húngaro André Kertész le enseñó a Capa las posibilidades de la cámara Leica de 35 milímetros, que hasta entonces era considerada casi un juguete. Pero Capa entendió que por su tamaño era práctica para llevar a manifestaciones y frentes de guerra, y así lo hizo. 

Capa fue testigo de la Guerra Civil Española, que cubrió desde las trincheras republicanas; viajó a China a registrar la segunda guerra sino-japonesa y estuvo con los aliados en varios frentes de la Segunda Guerra Mundial, entre ellos las playas de Normandía. 

“Capa hizo un cubrimiento innovador de la guerra, por la proximidad al campo de batalla, y estableció las bases para la fotografía moderna”, explicó a SEMANA Cynthia Young, directora del archivo de Robert Capa del Centro Internacional de Fotografía de Nueva York. Según ella, además de sus aportes técnicos, el húngaro convirtió el fotoperiodismo en una profesión respetada y seria, un trabajo del que se puede vivir. 

Capa llegó a Vietnam en mayo de 1954 a hacer su último encargo. La revista Life le pidió que reemplazara al fotógrafo que había estado cubriendo la guerra de Indochina. Capa lo dudó al principio pero, como necesitaba el dinero, aceptó. Llegó después de la batalla de Dien Bien Phu, a tiempo para registrar cómo el Viet Minh soltaba a los franceses que había tomado prisioneros. 

El 25 de mayo salió a cubrir la evacuación de unas bases militares con dos cámaras, una Contax y una Nikon para fotografías a color, un frasco de coñac y uno de té helado. Retrató a los soldados caminando en filas por un campo abierto y, justo en ese momento, pisó una mina antipersonal. Murió con su cámara Contax en la mano. Después de su entierro en Nueva York, su amigo John Steinbeck escribió: “La obra de Capa es en sí misma la imagen de un gran corazón y una compasión abrumadora. Nadie puede reemplazarlo”. 

Vea aquí una galería de parte de su obra, del libro Robert Capa: The Definitive Collection.