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ENTREVISTA

Roman Polanski habla con SEMANA sobre 'Basada en hechos reales' y cómo llegó a dirigir

Los problemas con la Justicia estadounidense no frenan al director franco-polaco, quien estrena en Colombia ‘Basada en hechos reales’. Protagonizan la cinta su esposa, Emmanuelle Seigner, y Eva Green. Esto dijo a SEMANA sobre su llegada al cine en la Polonia comunista y su nueva producción.

7 de abril de 2018

Su turbulenta vida bien podría inspirar una saga de películas. Su madre murió en un campo de concentración, su primera esposa fue brutalmente asesinada por el clan de Charles Manson en 1969, y en los años setenta su debilidad por mujeres demasiado jóvenes lo metió en líos legales que aún lo persiguen y le impiden pisar suelo estadounidense por temor a terminar en la cárcel. Pero Roman Polanski tiene aún mucho por decir, y sigue sumando capítulos a su historia.

Más allá de sus cuestionables decisiones personales, película a película Polanski cimentó un camino de hits. Como director, irrumpió en la escena mundial con Nóz w wodzie (El cuchillo en el agua, 1962), una cinta nominada a mejor película de lengua extranjera en los Premios Óscar y triunfadora del Festival de Venecia. Ganó el Oso de Plata en el Festival de Berlín con Repulsion (1965), su primera cinta en inglés, y agitó taquillas con Rosemary’s Baby (1968), su primera hecha en Estados Unidos. A este palmarés sumó luego obras como Chinatown (1974) y The Pianist (2011), que le significó en 2002 la Palma de Oro del Festival de Cannes y la estatuilla dorada a mejor director, que no pudo recibir en persona.

En esta nueva entrega, Basada en hechos reales, Polanski adapta la novela del mismo nombre de Delphine de Vigan. Y como sucede cuando decide adaptar una novela, “me esfuerzo por transponer la novela de una manera que le evite al espectador sentirse engañado”. Se trata de una comedia negra con visos de thriller, y en el centro de la trama pone a dos protagonistas y su particular y cambiante relación. Esto le dijo Polanski a SEMANA sobre sus inicios, su oficio y su nueva película.

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SEMANA: ¿Qué recuerda de sus inicios? Pocos saben que comenzó en la radio.

ROMAN POLANSKI: Seguro. Había un famoso programa para niños, La pandilla feliz, que un día invitó a los niños a la estación de radio. Fui y me escogieron para hacer parte.

SEMANA: Y de ahí dio el salto a la actuación.

R.P.: La directora de La pandilla tenía un teatro para gente joven y me invitó a interpretar un papel pequeño en uno de sus espectáculos. No pasó mucho tiempo y ya era protagonista de El hijo del regimiento, una obra soviética. Esta fue un éxito y las reseñas fueron muy positivas. Eso me alegró mucho, pero por dentro sabía que quería ser director.

SEMANA: ¿Cuándo decidió dirigir?

R.P.: No hubo un momento específico, siempre quise hacerlo. Durante los ensayos me interesaban muchos otros aspectos de la producción, quería treparme en una grúa o manipular elementos debajo del escenario. Ahora, yo admiraba a un director muy conocido en Polonia, y lo conocí cuando tenía 14 años. Me miró a los ojos muy seriamente y dijo: “Tú no vas a ser actor, serás director”. Eso significó mucho para mí, aún recuerdo sus palabras.

SEMANA: Y entonces, ¿cómo llegó a dirigir?

R.P.: Pensé que enrolarme en una escuela de artes dramáticas me conduciría a dirigir, e intenté en escuelas de actuación en Cracovia y Varsovia, pero me rechazaron a pesar de mi experiencia. Eran tiempos comunistas, y yo no tenía el perfil social adecuado, no era hijo de un obrero ni un campesino. Ahora, había una excelente escuela de cine en Polonia, pero era muy exclusiva y no apliqué, pues no pensé que fuera posible entrar. Conocía a uno de los profesores, que me había visto actuar y con quien me llevaba bien. Le conté que estaba desesperado, pues además corría el riesgo de ser reclutado. Él me dijo que intentara, yo le respondí que no tenía oportunidad, y concluyó “algo es certero, no hay oportunidad si no tratas”. Fui, traté y me aceptaron. Pasé cinco años allá, de los mejores años de mi vida. Amé esa época.

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SEMANA: ¿Qué la hizo tan especial?

R.P.: La atmósfera, las discusiones sin fin entre los estudiantes y las peleas, muchas veces físicas. Imagínese, ¡irse a a los puños por películas! (risas). Una me dejó una cicatriz. Era genial, se aprendía más de esas discusiones que de los profesores. Había una placa de cobre con el mensaje de Lenin: “De todas las artes, para nosotros la más importante es el cine”. Curiosamente, esto hizo que la escuela tuviera sus privilegios y nos diera acceso amplio a cintas extranjeras y archivos fílmicos. El polaco promedio podía ver cine polaco, soviético, checo y una que otra película francesa; nosotros podíamos ver cine estadounidense y británico también. Había dos salas de proyección y se la pasaban abarrotadas. Solo en ese lugar se podía estar al tanto de lo que pasaba en el mundo del cine.

SEMANA: ¿Va a cine estos días?

R.P.: Claro que sí. Cuando veo una buena película me olvido de que trabajo en la industria, solo miro y disfruto. Adoro la experiencia en la sala, con la audiencia. Hay un muy buen lugar cerca de casa en París, voy a menudo con Emmanuelle (Seigner, su esposa), lo llamamos “nuestro cine”.

SEMANA: Emmanuelle le presentó ‘Basada en hechos reales’.

R.P.: Sí, me dio el libro y me dijo “Quizás es para ti”. Lo leí y pensé “dos mujeres, interesante”.

SEMANA: ¿Qué lo cautivó de la relación entre las protagonistas?

R.P.: El juego entre ambas, la dinámica de poder. Aunque debo admitir que me generaba temor pensar en cómo se la iban a llevar las dos actrices. No quería una situación como la que se dio en Whatever Happened to Baby Jane (con Bette Davis y Joan Crawford, que se odiaban). La verdad tuve mucha suerte. Eva Green, además de talentosa, tiene una naturaleza bondadosa e hizo gran equipo con Emmanuelle.

SEMANA: ¿Por qué Eva Green?

R.P.: Es hermosa y a la vez puede ser escalofriante. Podría ser la reina en Blancanieves. He visto su trabajo y me pareció perfecta para interpretar ‘Ella’.

SEMANA: ¿Le fue bien trabajando de nuevo con su mujer?

R.P.: Fue fácil, como lo es trabajar con una actriz profesional pues olvidamos nuestra vida privada completamente. Ni siquiera llegábamos al set o volvíamos a casa en el mismo auto. Pero en casa vino lo complicado. Yo llegaba luego de trabajar intensamente, más que los actores, pues estoy de comienzo a fin de cada jornada de rodaje, y quería pensar, al menos dos horas antes de dormir, en todo menos en la película, y todo lo contrario le pasaba a Emmanuelle. Me tocaba rogarle, pedirle clemencia, decirle “¡suficiente!”.

SEMANA: Estrenó esta cinta en Cannes. ¿Qué opina del debate sobre las películas que exhibió Netflix en ese festival y las medidas para evitarlo a futuro? ¿Es purista? ¿Cree que todas deben ser exhibidas en teatros?

R.P.: No considero a Netflix una amenaza para los teatros. La gente no va a cine solo por las pantallas grandes, van a ver la película con la audiencia. Los humanos siempre han disfrutado la experiencia de ver un espectáculo como parte de una audiencia anónima: el teatro en la Antigua Grecia, el circo romano, las obras en el Medioevo o el festival de Woodstock. Compare nada más ver Borat en un teatro lleno con verla solo en casa. ¡Es otra película! No creo que el cine vaya a morir solo porque se puede conseguir un teatro en casa.

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SEMANA: En su próximo proyecto contará la historia de Alfred Dreyfuss, cuéntenos sobre esta.

R.P.: Es un gran reto, una cinta de época con un reparto muy numeroso. Partirá de la novela best seller An Officer and a Spy de Robert Harris y será un

thriller basado en eventos reales. Dreyfuss, un oficial judío de la artillería francesa, fue acusado injustamente de espionaje. El caso y los eventos que este provocó al final del siglo XIX agitaron a Francia, la dividieron, e incluso al mundo entero.

SEMANA: Por último, ¿qué disfruta más de hacer cine?

R.P.: El rodaje, estar en el set. Me gusta la edición también, pero es agotadora. Como dije, cuando llego a casa quiero relajarme, comer, incluso ver noticias, hablar con mis hijos. Pero no, en mi mente sigo editando, en la ducha, en el taxi, ¡no para! De hecho, cuando estoy acostado y me llega una idea de repente, considero ir al cuarto de edición e intentarlo. Aun así, me gusta mucho el proceso.