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SEGURIDAD A LA MODA

Dos bogotanos que se dedican a la confección de prendas blindadas están hoy por hoy entre los diseñadores colombianos más solicitados en el exterior.

3 de noviembre de 1997

Hace cuatro años Miguel Caballero y John Murphy saltaron a la fama en Colombia mostrando una línea de gabardinas y sacos que, además de tener en cuenta los dictados de la moda, tenían la particularidad de ser prendas blindadas. En un país como Colombia, donde los índices de criminalidad son altísimos, la idea además de original contaba con un mercado casi asegurado. Estos dos empresarios, sin embargo, nunca imaginaron que su trabajo tendría eco en el exterior. Aunque hay cierto consenso en que los confeccionistas colombianos de mayor fama en el extranjero son Angel Yáñez y Ricardo Pava, la verdad es que quienes más han mojado prensa recientemente fuera del país son este par de empresarios que han combinado el concepto de alta costura con el de alta seguridad.
La historia de su microempresa ha cautivado a los medios informativos de todo el mundo, desde periódicos locales de Estados Unidos como el Dallas Morning News hasta publicaciones de renombre mundial como The Economist, The Wall Street Journal y, hace poco, The Washington Post y Business Week. Sus chaquetas blindadas también han aparecido en la televisión mundial en programas de Estados Unidos, España y Finlandia. El próximo lunes viajarán a Argentina invitados por un canal de televisión que quiere hacer un especial con ellos para mostrar sus productos y probar el blindaje.
Toda esta popularidad se ha traducido en negocios por todo el mundo. Gracias a los comentarios, los dos empresarios han logrado ampliar las fronteras de sus ventas. Además de Colombia, que definitivamente es su mejor plaza, los diseños antibalas se comercian en Ecuador, España, Guatemala, Estados Unidos, Suecia, México, El Salvador y Rusia. Los compradores en el exterior son muy diferentes a la clientela colombiana. Mientras aquí la mayoría son precandidatos presidenciales, senadores, concejales, altos ejecutivos, funcionarios públicos y ganaderos, en el extranjero quienes buscan estas prendas son estrellas de cine y personajes famosos que pueden ser blanco de un sicópata. Es el caso de Arnold Schwarzenegger, quien ha contactado a los distribuidores de Caballero en Estados Unidos para comprar una gabardina de seguridad.
Actualmente esta firma vende 20 prendas a la semana en Colombia y otro tanto en el exterior. La creciente demanda ha hecho que los dos busquen nuevos productos. Lo más novedoso de la colección para este año son las botas protectoras contra minas quiebrapatas y los chalecos salvavidas blindados.
Alianza estrategica
Pero así como ha salido más trabajo, con la fama ha llegado más competencia. "Nosotros fuimos los primeros pero muchos se copiaron", afirma Caballero. Miguel comenzó el negocio hace cuatro años, según cuenta, con un capital de 10 dólares. El negocio de la confección no era desconocido para él. Su padre había sido socio de la cadena de almacenes de ropa para hombre Arturo Calle y su hijo heredó el gusto por el negocio. Mientras estudiaba administración de empresas en la Universidad de los Andes, comenzó a diseñar sacos y chaquetas que tenían gran éxito entre sus profesores y compañeros. Entonces conoció a John Murphy, un compañero de clase que estaba en otra línea de negocios: el blindaje de carros. Un día unieron las dos ideas y como resultado nació la compañía de prendas blindadas. "La idea era diseñar ropa ciento por ciento discreta, cómoda y segura", dice Murphy. Hoy cuentan entre sus productos con blazers, gabardinas, chompas de tela y cuero, sacos, chalecos antibalas para hombres, mujeres y niños. Nunca dejaron de lado la línea 'liviana' para caballero, es decir, los sacos de lana y cuero. Curiosamente, durante estos cuatro años las dos líneas se han posicionado en el mercado con la misma fuerza.
Lo anterior se debe a que en este negocio los socios le dan la misma importancia al tema de la seguridad como al de la moda. Al tiempo que asisten a las más importantes ferias de seguridad para encontrar materiales de blindaje cada vez menos pesados, no se pierden ningún showroom de moda en Estados Unidos y Europa. La fábrica, de hecho, funciona como el taller de cualquier exclusivo modisto: los clientes lo visitan y saben que no hay ropa en inventario. Sólo se confecciona sobre medidas después de ver el catálogo con los diseños de Caballero.
Aunque hay similitudes con la alta costura los precios no son tan exorbitantes como los de los diseñadores famosos. Los discretos trajes antibalas que fabrican están entre 200.000 y 800.000 pesos.
Después de cuatro años de trabajo, no cabe duda de que la fusión de los dos socios fue la mejor alianza de sus vidas. Caballero y Murphy no solo han logrado desarrollar un ingenioso negocio sino establecer en el mundo una marca a prueba de bala.