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SEXO Y KILOS

La comediante más famosa de Estados Unidos escandaliza a sus admiradores con las confesiones de su pasado sexual.

7 de febrero de 1994

ROSEANNE ARnold está empeñada en demostrar que para llegar a la fama en la televisión estadounidense no se requiere una buena hoja de vida sino una truculenta historia sexual contada, ojalá, en Vanity Fair. Abusos sexuales en la infancia, prostitución en la juventud, promiscuidad en la adultez, drogadicción y depresión, parece ser hoy el común denominador de las grandes figuras de la televisión gringa.
La voluptuosa protagonista del dramatizado con mayor audiencia en Estados Unidos ha empezado a divulgar su historia clínica aprovechando su nuevo look, que incluye corte de pelo al estilo Cleopatra, cirugía de nariz, reducción de busto y templada de barriga. El trabajo estético le da la apariencia de una Liz Taylor pintada por Botero. De hecho las fotografías de la revista imitan dos obras del pintor colombiano. En la última edición de Vanity Fair, Roseanne, cuyo talento es comparable con el de la legendaria Lucille Ball, aparece en portada vestida de prostituta y en una extensa entrevista confiesa que para mantener a sus hijos ejercía el oficio en el asiento de atrás de un carro durante los intermedios de su show en un café de mala muerte. El cambio de apariencia es también producto de una guerra interna con su padre, a quien acusa de toda clase de abusos sexuales con ella cuando era niña. Explica que tenía que cambiar el aspecto físico porque cada vez que se miraba al espejo sentía que se parecía a su padre y no podía soportarlo. A los 42 años, la actriz ha liderado una violenta campaña para pedir que se consagre como derecho de las víctimas de abusos sexuales el de matar a sus abusadores.
En la entrevista, que ha originado una gran controversia, Roseanne admitió que ha tenido relaciones sexuales con otras mujeres y confirmó que comparte a su marido, Tom, con otra mujer llamada Kim Silva. Para no dejar dudas a los periódicos sensacionalistas, los tres se casaron recientemente, con anillos y todo, y en el estudio del programa Roseanne y Tom contaron un encuentro sexual del trío. Lo que más admira el público seguidor de su programa es que Roseanne no ahorra violencia ni amor para afrontar la vida. Entre las pesadillas de la niñez y el franco estilo de vida de ahora, Roseanne tiene que pagar un alto precio. La actriz sufre continuamente de profundas depresiones que la obligan a tomar medicamentos. Y algunas veces siente que la única razón de su existencia es su propio programa, porque ayuda a solucionar problemas domésticos a miles de televidentes que, sin ser famosos, tienen una historia clínica similar.