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Warren dio dos conferencias en Colombia y escaló en Suesca, Cundinamarca.

proeza

Sin límites

Warren MacDonald, el hombre que escaló el Kilimanjaro sin piernas, demostró en Colombia que con voluntad y deseo de vivir, no hay cima inalcanzable.

27 de octubre de 2007

Siempre que Warren MacDonald empieza una conferencia lo hace con una imagen de cuando tenía 7 años. "Este fue mi primer morral de viaje", muestra a su auditorio para indicar que desde niño su pasión era la vida silvestre, especialmente las montañas. Esa feliz escena es interrumpida por una muy dramática: la del montañista desvanecido con una máscara de oxígeno cubriendo su nariz y su boca y una piedra de una tonelada aprisionando sus piernas. Pero es la siguiente fotografía la que mejor simboliza su talante, pues aparece escalando el majestuoso Monte Kilimanjaro en Tanzania, África, a 5.895 metros de altura, con dos prótesis que reemplazaron sus piernas. En 2003 conquistó su cumbre y se convirtió en el primer amputado por encima de las rodillas en lograrlo. "Lo importante es aprender a centrarnos en lo que tenemos, no en lo que nos falta o lo que tuvimos en el pasado. Si uno cambia la manera de ver el mundo, se puede, literalmente, cambiar el mundo", es la síntesis que hace de su vida.

Por eso la semana pasada este australiano recibió en Colombia el premio Estrella de la Esperanza en la categoría internacional que entrega el Centro Integral de Rehabilitación (Cirec). "Su superación ha inspirado a personas que han vivido situaciones similares. No se limita a trabajar por él mismo, sino por motivar a quienes pasan por momentos difíciles", explica Jeannette Perry, presidenta fundadora de la institución. Además de escalar montañas, Warren realiza talleres de motivación desde Australia y Canadá, donde actualmente reside, hasta Singapur y la Antártica, donde su público incluye empresarios que desean conocer la experiencia de alguien que es un ejemplo de cómo superar dificultades. También mediante la compañía Adventure Fleet organiza viajes en los cuales los participantes se alejan de su lugar habitual para ir a sitios remotos "en los que aprenden a pensar de manera diferente y a descubrir habilidades que no imaginaban podían tener", contó a SEMANA.

Warren siempre fue un amante de las aventuras extremas y un ambientalista convencido. Incluso en una oportunidad fue arrestado por encadenarse a un buldózer para que no arrasara con un bosque. Por eso todavía no se explica por qué estudió ingeniería civil y cómo pudo trabajar con traje y corbata en una compañía estatal de gas natural. Cansado de esa rutina, decidió tomarse unas largas vacaciones recorriendo parajes insólitos. Una lesión en su espalda evitó que pudiera acreditarse como guía de territorios salvajes, pero no que continuara con su pasión.

Por eso en abril de 1997 se aventuró a escalar el monte Bowen, el más alto de la isla Hinchinbrook, un sitio muy remoto ubicado al noreste de la costa australiana. Su compañero de travesía fue Geert van Keulen, un montañista al que había conocido en ese viaje. "Durante la tarde, cuando ya habíamos alistado el campamento, sentí ganas de ir al baño, pero no quería contaminar el arroyo que estábamos siguiendo en el recorrido porque era nuestra fuente de agua. Así que decidí escalar una pared rocosa para buscar la selva que había al otro lado", relata Warren. Cuando puso una de sus manos en una grieta para impulsarse hacia arriba, una gigantesca roca se desprendió, lo tumbó y le cayó sobre las piernas. El estruendo, seguido de su grito, alertó a Geert, quien se encontró con la terrible escena.

Warren estuvo consciente durante todo el tiempo que permaneció aprisionado, al punto que le colaboró a su compañero en sus esfuerzos por liberarlo. Por eso llenó con pequeñas piedras los espacios que había debajo de la roca para que Geert, con ayuda de una herramienta improvisada, tratara de hacerla rodar sin lastimarlo. Pero todo fue en vano. Sin embargo, asegura que fue ese hombre casi desconocido quien le salvó la vida, pues después de varias horas de infructuosos intentos, se atrevió a ir por ayuda. No era fácil tomar este riesgo porque estaban muy lejos y el agua del arroyo en el que había caído Warren estaba subiendo debido a la lluvia y ya superaba su cintura. Por eso Geert le dejó algo de comida dentro de bolsas plásticas infladas para que no se hundiera ni se mojara y puso un soporte detrás de su cabeza para que no se ahogara si se desmayaba. Warren estuvo solo durante 35 horas hasta cuando el helicóptero de rescate llegó. En total pasó dos días atrapado. Al ser liberado perdió la conciencia.

Durante 10 días permaneció en cuidados intensivos debido a la gangrena y a que su hígado y sus riñones se habían afectado. "Cuando desperté no podía creer que estuviera con vida. Supongo que al encontrarme en esa nueva condición debí pensar 'por qué esto me está pasando a mí', pero ya no lo recuerdo porque alejé esas ideas de mi mente muy pronto. '¿Una nueva vida sin piernas? Puedo lograrlo' fue lo que me dije a mí mismo; siempre me han gustado los retos". Warren empezó a darse cuenta de que así era cada vez que las enfermeras le cambiaban las sábanas. Como no podía sentarse, lo volteaban acostado y le producían un gran dolor, pues tenía fractura de pelvis. "Entonces vi que sobre mi cama había una especie de barra y la siguiente vez que llegaron las sorprendí elevándome al sujetarme de ella con mis brazos para que pudieran arreglar la cama".

Por cinco meses estuvo en rehabilitación, tomó como rutina ir al gimnasio y nadar porque, como él asegura, "tuve que hacerme más fuerte". Adaptó su silla de ruedas con llantas de bicicleta de montaña y se puso un nuevo reto: escalar el Monte Cradle, en Tasmania. Lo logró cinco meses después. "Me di cuenta de que nada es imposible cuando se está preparado para enfrentar los miedos y creer en uno mismo". Un año después subió el Federation Peak, uno de los terrenos más inhóspitos de Australia. Y en febrero de 2003 cumplió un viejo sueño cuando llegó a la cima del Kilimanjaro, la más alta de África. Luego vendría El Capitán, la imponente pared de unos 1.000 metros verticales ubicada en el valle de Yosemite, que le requirió en cuatro días realizar más de 2.800 elevaciones sosteniéndose de los brazos como había hecho en la cama del hospital. Y más recientemente ascendió Weeping Wall, una legendaria cascada congelada de Canadá, trayecto que hizo junto a su compañera desde hace cinco años, Margo Talbot, con quien comparte su amor por las montañas.

Su asombrosa historia fue reconstruida en varios programas de televisión como I should't be alive, del canal Discovery. "Tú eres una inspiración para todo el que oiga tu relato", le dijo la famosa presentadora Oprah Winfrey en su show.

Ahora asegura que su próxima meta está en Colombia: liderar la expedición de un grupo de víctimas de minas antipersona para que sean testigos de que los límites "se los impone uno mismo". Eso fue lo que entendió el montañista caldense Nelson Cardona, quien espera conquistar las siete cumbres más altas del planeta. Hoy sólo le faltan tres, pero hace más de un año, cuando se preparaba en el Nevado del Ruiz para escalar el Everest sin oxígeno, sufrió un accidente. Por ello debe someterse a una cirugía de amputación del pie derecho. "Aunque no había abandonado mi sueño, no había vuelto a escalar. Pero cuando vi a Warren hacerlo en Suesca, me dio el empujón que necesitaba porque la montaña no se mueve y ahí está esperándome". Entonces se amarró el arnés y subió a su lado.