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T R A V E S I A

Sueño sobre ruedas

Una pareja de argentinos, a bordo de un auto de 73 años, recorre toda América.

4 de junio de 2001

El dia en que Herman Zapp decidió comprar un carro modelo 1928 su esposa Candelaria creyó que estaba a punto de terminarse el sueño que juntos habían construido desde hacía 17 años: recorrer toda América desde Buenos Aires hasta Alaska. Adquirir el antiguo Graham Paige significaba acabar con los ahorros que habían destinado para el viaje. El auto, con sus rines de madera de pino, un consumo de un litro de gasolina cada cinco kilómetros y su velocidad máxima de 40 kilómetros por hora le parecía una inversión inútil y costosa, un simple adorno. Pero desde que Herman lo vio por primera vez quiso involucrarlo a la travesía como un miembro más. “Pues yo me voy caminando”, exclamó ella, reprochando la determinación de su esposo y decidida a emprender el viaje por su cuenta. “Bueno, vos tendrás que esperarme”, le respondió Herman porque pensaba que a pie tal vez sería más rápido recorrer América que sobre las ruedas de aquella reliquia automovilística. Pero su testarudez terminó por convencer a Candelaria, quien desde el 25 de enero de 2000, día en que iniciaron el viaje, comprendió que en vez de poner fin a sus sueños el Graham Paige fue el comienzo de una nueva aventura. Más de 20.000 kilómetros recorridos hasta hoy y muchos obstáculos superados son la evidencia de que se había equivocado. “Este carro es como un abuelo con sus nietos: lento pero seguro”, afirman. Haberlo abandonado todo, hasta sus trabajos, el de Candelaria como asistente en un consultorio médico y el de Herman en su empresa de cableados de fibra óptica, ha valido la pena. En más de un año, recorriendo aproximadamente 100 kilómetros diarios, la joven pareja y el viejo auto ya bordearon la soledad del desierto de Atacama en Chile, atravesaron el Amazonas acompañados por los delfines rosados, tocaron las ruinas de Machu Picchu en el Perú, cruzaron el lago Titicaca en balsa con todo y carro y se sorprendieron con la magia de las terrazas de piedra en medio del bosque de Ciudad Perdida. A su sueño lo bautizaron ‘Tres Américas y una huella’. Ya visitaron América del Sur y esperan en junio de 2002 llegar a Alaska para culminar su aventura. El 10 de marzo llegaron a Colombia, donde durante más de un mes conocieron La Guajira, Santa Marta, Barranquilla y Cartagena. El Graham es protagonista. Todos quedan perplejos ante la imponencia de esta joya de 1928. El auto es una novedad para todos, tanto para la gente de la ciudad, poco acostumbrada a ver por carretera autos tan antiguos, como para los indígenas, que viven aislados de las costumbres occidentales, especialmente los que habitan la frontera entre Ecuador y Perú, camino que por problemas limítrofes no se abrió hasta abril de 2000. Acostumbrados a ver sólo canoas, el primer carro que vieron en sus vidas fue este de 1928. Es un integrante de la familia Zapp. Lo llaman cariñosamente ‘Grampa’, aludiendo a su carácter de abuelo. Candelaria y Herman no sólo suelen darle unas cuantas palmaditas de suerte cada mañana sino que aseguran que es gracias a su experiencia de anciano de 73 años que han seguido adelante porque él no los deja detenerse. Ambos recuerdan cómo en Manta, en Ecuador, el viejo amigo y una sorprendente coincidencia los salvaron de renunciar a su meta. Llegaron a la ciudad con sólo ocho dólares, sin gasolina y con problemas para utilizar las tarjetas de crédito. Cuando se preguntaban qué podían hacer un hombre se les acercó interesado en el Graham Paige. “No me van a creer pero qué casualidad, les dijo, hoy es 7 de junio y hace 14 años, justo hoy, con mi esposa nos llevaron a la iglesia a casarnos dos argentinos que estaban de paso rumbo a Alaska en su auto antiguo”. El hombre es César Bustos, un agente naviero que les facilitó su estadía en Ecuador. Como el auto los ha llevado a donde han querido sus ocupantes durante más de un año se encargarán de conducirlo al destino que, según ellos, ‘Grampa’ espera: en la travesía paso obligado será Detroit, en Estados Unidos, porque ahí nació el Graham Paige. Toda aventura que se respete viene con problemas incluidos, que el trío ha superado. Hace más de siete meses se les acabó el presupuesto de 20 dólares diarios. Pero han seguido adelante con la venta de los dibujos de pájaros que hace Candelaria. Además no falta quien les dé la mano: les han brindado desde posada, gasolina y provisiones hasta canoas y grúas para transportar la tonelada y media que pesa el auto. “Hemos estado en casas muy humildes, donde nos dan lo mejor que tienen y luego piden disculpas por no habernos dado más”, recuerda Herman. Llegar a Alaska es su próxima meta pero no su único sueño. A partir de junio de 2002, sin un solo peso en el bolsillo, iniciarán su nueva aventura en busca de su más grande anhelo: construir una finca, como las que disfrutaron en su infancia, para allí tener muchos hijos. Saben que no será fácil pero ya están acostumbrados a superar obstáculos gracias a las lecciones del viaje. La que más los ha marcado es la que recibieron de Alexis Montilla en Mérida, Venezuela. Este hombre, que creció en medio de la pobreza, convirtió en su lema la frase “el que piensa lo más absurdo logra lo imposible”. Y él logró lo imposible: trabajó de mesero, lavó platos y finalmente pudo hacer realidad su mayor deseo cuando construyó tres parques históricos en Venezuela. Al igual que Alexis, Candelaria y Herman pensaron lo más absurdo: recorrer América en un carro de 73 años que viaja a 40 kilómetros por hora. Hoy, cuando están a punto de viajar a Panamá y continuar su recorrido, saben muy bien que para cumplir un sueño tan sólo se necesitan ganas. n