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Trapos al sol

Mucho sexo, drogas y mentiras en la nueva biografía sobre el presidente George W. Bush y su familia.

19 de septiembre de 2004

"El libro que los Bush no quieren que usted lea". La frase apareció la semana pasada en las 720.000 copias del libro 'The family: The real story of the Bush dinasty', la biografía no autorizada escrita por la polémica autora Kitty Kelley.

Y hay razones para que al Presidente y su clan no les cause gracia este retrato familiar, sobre todo a menos de dos meses de las elecciones. "Hasta ahora habíamos tenido una imagen que era como la de una tarjeta Hallmark", expresó Kelley. En esta versión lucen como una familia de la mafia: infidelidades, negocios turbios y en mayores proporciones drogas y alcohol. Al patriarca, el senador Prescott Bush, lo describe como un bebedor empedernido y un político oportunista; su hijo, el primer presidente Bush, figura como un personaje débil que aprendió a mover los hilos del poder y su esposa Bárbara no aparece como una abuela dulce sino como una bruja controladora. Pero es el actual Presidente quien se lleva la peor parte, pues de todos hereda un poco.

Para empezar a George W. Bush lo presenta como un hombre que nunca fue brillante y que entró a la Universidad de Yale por las influencias de su papá. "Georgie, como lo llamábamos, no tenía curiosidad intelectual. Nunca se interesaba en ideas, libros o causas. No viajaba, no leía el periódico, no veía noticias, no iba a cine", dice en el libro Tom Wilner, un amigo de la universidad. Steve Arbeit, compañero del Harvard Business School, agrega: "Yo sabía que él era el más tonto de los tontos no porque haya visto sus notas sino por los comentarios que hacía en clase que llegaban a asustarme". Su profesor de macroeconomía Yoshi Tsurumi nunca olvidará una de las respuestas de su alumno: "La gente es pobre porque es perezosa".

Tal vez por esto, según Kelley, su padre siempre lo consideró la oveja negra y no le veía futuro. Por el contrario, su madre, por quien el joven profesaba un afecto que la autora describe como complejo de Edipo, solía llamarlo "el elegido", y al parecer Junior se creyó ese cuento mesiánico. "Los Bush se creen con derecho a todo. Sé que el primer presidente Bush sintió que tenía que ser presidente porque era su 'turno' de serlo", opina en el texto Ronald Reagan Jr.

Errores de juventud

Peores aún son los apartes que Kelley dedica a los vicios familiares. De acuerdo con los testimonios de sus compañeros, George W. empezó a consumir cocaína en la universidad. Además lo habría hecho como piloto de la Guardia Nacional de Texas, a donde también llegó gracias a las influencias de su padre para salvarse de combatir en la guerra de Vietnam. Incluso Kelley retoma un viejo rumor según el cual en 1972 habría sido arrestado por posesión de drogas, pero el padre se habría encargado de limpiar el pecadillo. Acordó con un juez de Texas que el joven hiciera trabajo comunitario a cambio de que los archivos desaparecieran. Según la biografía, esta actitud protectora del padre sería una constante durante la carrera política de su hijo pues como aquel había sido director de la CIA le era fácil "silenciar ex novias molestas, socios habladores y enemigos resentidos".

Sorprenden también los relatos que cuentan que cuando Bush empezó a hacer política, solía retirarse a escondidas al baño para fumar marihuana o "aspirar una línea de cocaína". Lo paradójico es que años más tarde, como gobernador de Texas, tuvo una mano dura en el tema de drogas y aumentó las penas.

La revelación que más revuelo ha causado es que cuando su padre estaba en el poder, George W. consumía droga en Camp David, la residencia de descanso de los presidentes. La escritora cita como fuente a Sharon Bush, ex cuñada de George, quien le habría contado todo en un almuerzo en abril de 2003, cuando atravesaba un difícil divorcio con Neil Bush. "Hay un largo historial de desórdenes biomédicos en la familia, de esquizofrenia, alcoholismo y abuso de drogas", habría confesado. Sin embargo ahora niega haber dicho algo a Kelley, quizá por miedo a las represalias o porque también tiene entre sus planes su libro y habría perdido su chiva estrella. Sean cuales fueren sus motivos ha hablado de tomar acciones legales. Esto no asusta a la biógrafa, quien asegura que hubo testigos en la reunión, uno de ellos Lou Colasuonno, ex portavoz de Sharon, quien ya le dio la razón al libro.

El Presidente ha reconocido que tuvo problemas con el alcohol pero siempre que le preguntan por las drogas se sale por la tangente: "Cuando yo era joven e irresponsable, era joven e irresponsable", es su respuesta. No obstante en cuanto a vicios, él no ha sido el único del clan. Merecen unos renglones los jugueteos de juventud con la marihuana de la venerable Bárbara en los años 40, cuando el consumo de la hierba no era para nada usual. Y el caso de Laura Bush, quien en sus épocas de estudiante en Southern Methodist University, no sólo la consumía sino que la vendía. La actual primera dama era conocida como "la chica donde tienes que ir si quieres una bolsita de marihuana", escribe Kelley. De la juventud de la primera dama también rescata su responsabilidad en la muerte de uno de sus novios, un episodio misterioso y casi prohibido en Estados Unidos. La versión oficial dice que Laura iba conduciendo y se estrelló con otro auto al pasarse un semáforo en rojo. Lo extraño es que el pasajero del otro vehículo era su novio con quien había discutido y quien murió en el choque. El incidente nunca fue investigado

Matrimonio infeliz

Kelley también escarbó en la vida afectiva de la dinastía. De George papá retomó un antiguo rumor sobre la larga relación que el ex presidente mantuvo con Jennifer Fitzgerald, quien fue su asistente de toda la vida. Pero la autora centra su atención en los problemas matrimoniales del hijo. Cuando era candidato, George W. sacó provecho de la turbulencia que provocó la relación de Bill Clinton con la becaria Monica Lewinsky. Hizo su campaña presentándose como el 'antiClinton', bajo el lema de "devolverle la dignidad a la Casa Blanca". "Todo el mundo sabe, o debería saber, que he sido fiel a mi esposa los pasados 21 años", dijo en una entrevista que retoma el libro.

Sin embargo, el Presidente tenía su guardado: una prostituta texana. La autora revela que durante su primera campaña presidencial apareció una mujer que aseguraba haber sido amante de Bush años atrás. "Ella se instaló en un hotel y estaba preparada para vender su historia al mejor postor. Pero el rumor empezó a rondar y según ella recibió la visita de unos hombres que le hicieron darse cuenta de que era mejor volver a su tierra que dejar de respirar", relata Kelley.

Al parecer no existe el matrimonio perfecto que tanto promocionó. Otras fuentes de Kelley cuentan en la biografía que cuando Bush se emborrachaba maltrataba tanto a Laura que ella muchas veces tuvo que salir huyendo. Agregan que a veces ella luce como si tomara antidepresivos y que la pareja "muestra más afecto a sus perros del que se demuestran entre sí".

Otro episodio que ha llamado la atención es el que dice que en los años 70 Bush habría obligado a una novia a practicarse un aborto. La autora también cuenta que en su juventud George W. tuvo una relación demasiado cercana y especial con Victor Ashe, ex alcalde de Knoxville, Tennessee, y hoy embajador de Estados Unidos en Polonia.

A todas estas, la respuesta de la Casa Blanca no se hizo esperar y tildó la obra de "basura", una opinión similar a la del Comité Nacional Republicano que dijo que el libro "debe ser tratado como ficción". Aunque la crítica ha reconocido que contiene detalles novedosos, ha señalado que la mayor parte de la información es sólo una recopilación de hechos ya conocidos y que por lo mismo difícilmente tendrá implicaciones electorales. Para nadie es un secreto que Bush le había jalado al trago y a una que otra droga y que era un vago con suerte y palancas.

Por otra parte si bien es cierto que algunos medios han sucumbido a citar los episodios más escandalosos de la obra, prestigiosas revistas como Time y Newsweek se han negado a darle mayor espacio al poner en duda su rigurosidad y la confiabilidad de sus fuentes, la mayoría anónimas. La biógrafa considera que su mayor argumento son las casi 1.000 entrevistas que realizó y los 2.800 archivos que revisó.

Pero ¿qué hay de verdad en las afirmaciones? Cuando el río suena piedras lleva. Aunque Kelley ha sido criticada por falta de rigurosidad periodística, es probable que gran parte de sus revelaciones sean ciertas. Primero porque en los 60 y 70 fumar marihuana y probar drogar pesadas fue una costumbre muy extendida entre los jóvenes. Segundo, porque el que tiene palanca las usa y porque la mayoría de los niños ricos del mundo entero evaden el servicio militar. Y tercero, porque no hay matrimonios perfectos. Sin embargo presidente es presidente y lo que en un hijo de vecino se ve como algo normal en el caso de un mandatario despierta la más morbosa curiosidad.