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UN FUTURO CRUDO

Como presidente de Ecopetrol, Carlos Rodado Noriega tendrá que liderar el revolcón de la política petrolera en momentos en que el panorama del sector es más bien oscuro.

28 de septiembre de 1998

El jueves de la semana pasada, durante un debate sobre el tema celebrado en la comisión quinta de la Cámara de Representantes, el ministro de Minas, Luis Carlos Valenzuela, fue enfático en afirmar que si no se adoptan medidas de emergencia destinadas a aumentar las reservas nacionales del hidrocarburo, en un plazo de siete años el país se verá abocado a importar petróleo, con el consecuente impacto que esa eventual situación acarrearía para la balanza de pagos y el déficit fiscal. En estos momentos Colombia recibe por la exportación de crudo unos 3.000 millones de dólares anuales, que representan algo más del 22 por ciento de las ventas totales del país al exterior, una cifra significativa que de reducirse a niveles mínimos obstaculizaría cualquier política de desarrollo.
En los círculos económicos, sin embargo, el de Valenzuela era un anuncio que no aguantaba más plazo. El estancamiento de los proyectos de exploración, motivado en parte por la inseguridad en las áreas por descubrir y la falta de estímulos a la inversión, pero también por lo que el ministro denominó 'tramitomanía' ambiental en relación con la obtención de licencias de perforación, ha truncado de tal forma las proyecciones de producción de Ecopetrol para los próximos años que todo lo que se haga de ahora en adelante será poco en aras de recuperar un sector determinante en la economía nacional.
Al término del debate, al que también asistió el hasta ese momento presidente de Ecopetrol, Enrique Amorocho, salió a la luz pública la noticia del nombramiento de Carlos Rodado Noriega como su sucesor en el cargo. Y aunque en su calidad de ex ministro de Minas este economista costeño, quien también ha sido representante a la Cámara y constituyente de la asamblea del 91, posee la experiencia necesaria para asumir un desafío de semejante envergadura, lo cierto es que su labor no será nada fácil.
En primer lugar, porque la crisis del sector petrolero es mundial. Los precios andan por el suelo sin que se vislumbre un cambio en la tendencia en el futuro cercano. Segundo, porque es de esperar que las exportaciones colombianas de crudo empiecen a decrecer a partir del próximo año, o el siguiente, como consecuencia de la caída de la producción de Cusiana, sin que asome en el panorama un proyecto de explotación que pueda reemplazarlo en el mediano plazo. Y finalmente, porque los problemas internos de Ecopetrol no sólo son por tradición un dolor de cabeza para cualquiera que los enfrente, sino que se agravan en épocas de vacas flacas.