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Mitnick ha puesto sus conocimientos al servicio de las empresas que desean mejorar sus sistemas de seguridad y ha escrito libros sobre el tema

tecnología

Un ‘hacker’ de leyenda

El más famoso pirata cibernético del mundo viene reformado a Colombia para contar su historia.

29 de abril de 2006

Kevin Mitnick asegura que las autoridades y los medios llegaron a considerarlo una especie de Osama Ben Laden del ciberespacio. "Osama Ben Mitnick", dice en broma porque, aunque las hazañas que lo convirtieron en el hacker más famoso de Estados Unidos tuvieron lugar en la década de los 90, piensa que fue tratado como un temible terrorista. Incluso llegó a ocupar un lugar en la lista de los más buscados del FBI, organización a la que despistó durante un par de años. Para él, violar los sistemas informáticos de diferentes compañías era ante todo un juego, un reto a su habilidad. No dirán lo mismo las compañías que figuran en su historial, como Motorola, Nokia Mobile Phones y Novell Inc., a cuyos sistemas informáticos accedió. Los medios estimaron los daños en 80 millones de dólares. Además, se le acusó "del robo de miles de archivos y de 20.000 números de tarjetas de crédito", según publicó un artículo del periódico The New York Times del 15 de febrero de 1995, día de su captura. Más precisamente, la quinta durante su carrera de pirata informático, que terminó en cinco años de prisión.

Los tiempos de criminal hoy son parte del pasado, pero no su pasión por el mundo de las redes, el cable y el silicio. Actualmente está dedicado a su propia empresa de consultoría y desde el 'otro bando', evalúa los sistemas de diferentes empresas para detectar sus problemas de seguridad. Por eso, a mediados de este mes visitará Colombia para dictar una conferencia sobre el tema, en el marco del Primer Foro de Seguridad TI (tecnologías de la información) organizado por El Tiempo y la revista Enter 2.0. A su antigua técnica la llama la ingeniería social, una ironía que utiliza para explicar que los sistemas no son tan vulnerables por deficiencias tecnológicas como por la ingenuidad y la imprudencia de quienes las manejan. "Consiste en conseguir información confidencial manipulando a los usuarios legítimos para que revelen los datos sin darse cuenta", explicó a SEMANA Dan Verton, autor de Diario de un 'hacker'.

Mitnick es toda una autoridad en la materia y también ha escrito varios libros, sin contar los que ha inspirado. Ese es el caso de Takedown, que dio origen a una película en 2000, pero que para su protagonista de carne y hueso es más mito que realidad. Como afirma que también lo es la acusación de que en 1982 entró ilegalmente por un modem a la computadora del North American Air Defense Command en Colorado. "Kevin es un maestro en decir mentiras, después de todo, la ingeniería social es eso: mentiras", dijo a esta publicación John Markoff, quien como periodista de The New York Times siguió el caso y quien escribió Takedown junto a Tsutomu Shimomura, uno de los responsables de la captura de Mitnick. Sea verdad o simplemente una leyenda, lo cierto es que esta última se empezó a forjar cuando apenas era un niño.

Mitnick recuerda la primera vez que sin saberlo usó la 'ingeniería social', cuando tenía 12 años. Con su apariencia inocente logró que el desprevenido conductor de un bus le dijera dónde podía conseguir una máquina perforadora de los tiquetes de viaje, que señalan el trayecto del pasajero. Gracias a esa información y a que descubrió que en las canecas de basura de las terminales de buses los choferes desechaban boletos parcialmente usados, logró viajar gratis. También se las ingenió para hacer llamadas de larga distancia sin pagar un dólar, averiguando los códigos de acceso para invadir los sistemas de las operadoras telefónicas. "Fue a través de esta magia que descubrí el placer de engañar a la gente", revela en su libro The Art of Intrusión.

Estaba estudiando en el Computer Learning Center de Los Ángeles cuando logró invadir la seguridad del sistema administrativo del instituto. Cuando lo descubrieron, le dieron dos alternativas: la expulsión o realizar un proyecto para mejorar la seguridad de la red. Lógicamente optó por la segunda opción y se graduó con honores. Por esta época, sin embargo, no siempre corrió con suerte y pasó algunos meses en prisiones juveniles, según cuentan sus biografías por acceder ilegalmente a la red Arpanet (predecesora de Internet) y por tratar de ingresar desde allí a un computador del Pentágono. Cuentan también que luego de invadir el sistema de la compañía Microcorp Systems y de recibir una sentencia de tres años de libertad condicional, su expediente desapareció como por arte de magia de los computadores de la Policía. En una oportunidad trató de buscar trabajo en el Security Pacific Bank y al ser rechazado, falsificó un balance con pérdidas por 400 millones de dólares que uno de los administradores de la entidad logró detener, cuando trataba de difundirlo por la red. Al parecer el cibernombre de Mitnick era 'Cóndor', que adoptó por la película Los tres días del cóndor, en la que Robert Redford interpreta a un agente de la CIA implicado en una serie de problemas por los cuales es perseguido.

En 1989 llevó a cabo su obra maestra. Atacó el departamento de seguridad de MCI Comunications y de Digital Equipment Corporation (DEC), empresa pionera en la industria de la informática. "Las autoridades de la Digital lo acusaron de causar cuatro millones en daños a los sistemas de la compañía y de robar un millón en 'software", escribió Markoff en The New York Times. Fue condenado a un año de cárcel por fraude informático y posesión ilegal de códigos de acceso para llamadas de larga distancia, pero la mayor parte del tiempo estuvo recluido en un centro para personas con adicciones, por una estrategia de sus abogados. Dos años más tarde consiguió un empleo en una firma de seguridad digital, pero lo descubrieron en sus viejas andanzas. Antes de que pudieran capturarlo, el 'cóndor' se le voló a la justicia convirtiéndose en fugitivo y en protagonista de las noticias.

Pero en 1994 cometió el error de ingresar a la computadora de Shimomura, un personaje tan hábil como él en el manejo de la informática y quien trabajaba en el sistema de seguridad del San Diego Supercomputer Center. Se dice que le robó su software y lo utilizó para atacar empresas como Motorola. Para el japonés se convirtió en un reto capturar al hacker más famoso del momento y se ofreció a colaborar con el FBI. Para Mitnick se convirtió en un reto escapar y jugar con sus perseguidores llamando su atención con sus continuos ataques durante meses. Pero, pese a que Mitnick había creado un número celular fantasma para que no lo ubicaran, Shimomura logró rastrearlo hasta Raleigh, California, donde finalmente fue arrestado.

"A pesar de que los medios crearon el mito de Kevin Mitnick, no soy un 'hacker' malintencionado. Cuando empecé, lo que hacía no estaba en contra de la ley, pero sería un crimen con la nueva legislación. De todas maneras, yo continué y fui capturado. El trato que me dieron no fue tanto por mis actos, sino para crear un ejemplo de mí", reconoce en uno de sus libros el hacker reformado. En enero de 2000 salió de prisión con la prohibición de usar equipos informáticos durante tres años. Y aunque asegura no añorar sus viejas épocas, millones de cibernautas aficionados siguen considerándolo un héroe de culto por sus hazañas.