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Las pérdidas de Watanabe significaron aproximadamente el 6 por ciento de ingresos de los casinos Rio y Caesars en 2007. Su hermana fue la que puso fin a su desenfreno al advertir que era adicto al juego y al alcohol y que necesitaba tratamiento

APUESTAS

Un loco en el casino

La increíble historia de cómo un hombre perdió 127 millones de dólares jugando en Las Vegas.

12 de diciembre de 2009

Durante nueve meses los casinos de Las Vegas se convirtieron en el hogar de Terry Watanabe, un millonario empresario y respetado filántropo de origen japonés de Omaha, Nebraska. Vivió a cuerpo de rey en el hotel del Rio y en el Caesars Palace, tenía una suite gratis con tres habitaciones, meseros dedicados a él que le servían a su antojo su vodka Jewel of Russia y cenas del mejor restaurante del centro de entretenimiento, cortesía de la casa.

Pero, mientras le satisfacían sus deseos, los casinos cumplían los propios y hacían su agosto a costa de la ruina de Watanabe, quien hoy es considerado el mayor perdedor en la historia de la llamada ciudad del pecado. En las máquinas tragamonedas, la ruleta, y el blackjack, entre otras atracciones, se deshizo del grueso de su fortuna, la increíble suma de 127 millones de dólares. Lo más impresionante es que la mayor parte de esa pérdida tuvo lugar entre septiembre y diciembre de 2007.

La compañía Harrah's Entertainment, propietaria del Rio y el Caesars, lo acusa de no haber pagado toda su deuda, y hoy Watanabe enfrenta cuatro cargos relacionados con intento de estafa y robo, por lo cual podría pasar hasta 28 años tras las rejas. Sin embargo, él decidió interponer una demanda civil al indicar que los casinos son los responsables de su calamidad porque lo intoxicaron con alcohol y drogas para el dolor de espalda sin prescripción, con el fin de nublar su juicio y mantenerlo en la jugada.

"La sentencia está en proceso y todo lo que dice es para evitar ir a prisión. No veo la diferencia entre él y una persona que saque cosas de un almacén sin pagar y luego diga que el almacén es el culpable por tentarla con productos tan bonitos", opinó a SEMANA Jan Jones, vicepresidente de comunicaciones de Harrah's. Agregó que Watanabe era un cliente preferencial y que no era visto como un jugador compulsivo, sino como alguien que "según nuestros estudios para proporcionar los créditos, tenía con qué pagar lo que apostaba y mucho más".

Por el contrario, Watanabe asegura que su adicción era conocida en toda la industria desde cuando en junio de ese mismo año, el presidente del casino Wynn le prohibió el ingreso porque sus problemas eran evidentes. Según aseguró su abogado, Pierce O'Donnell, a SEMANA, Harrah's lo tentó con una jugosa variedad de incentivos, incluidos boletas para conciertos de los Rolling Stones, tiquetes de avión y "descuentos significativos a sus pérdidas y plazos de 60 días para pagar que no cumplieron".

Su camino a la perdición habría empezado luego de vender en 2000 la próspera empresa familiar de importación de artículos de fiesta que él presidía, creada por su padre a pulso, y que para esa fecha tenía entradas de 300 millones de dólares. En su tiempo de ocio se dedicó a su Fundación y donó sumas considerables a la lucha contra el sida y para apoyar el partido demócrata.

Todo terminó cuando se dejó seducir por el mundo del juego. Era tal su adicción, que podía pasar 24 horas apostando, sin dormir, y una noche de 2007 llegó a perder cinco millones de dólares. Según la demanda de Watanabe, varios ex empleados afirmaron que en una oficina privada del casino había una foto del empresario para que todos lo reconocieran y la orden era darle lo que pidiera. Dicen que en un día se tomaba entre dos y tres botellas de vodka y aunque las normas impiden jugar a personas en evidente estado de embriaguez, nadie se atrevía a detenerlo por temor a un despido. Ayudaba el hecho de que sus propinas eran muy generosas: 100 dólares y tarjetas de regalos de Tiffany.

Watanabe también se queja de que le aumentaran el crédito y de que lo dejaban apostar más allá de los límites permitidos en ciertos juegos sin que se diera cuenta, gracias a la mezcla de trago y medicamentos. Jones lo niega: "No se le dio nada ilegal, siempre hubo supervisión, pero se trata de un adulto que debe ser responsable de sus actos y vamos a proceder hasta que así sea". Porque aunque Watanabe ha pagado 112 millones, se resiste a dar los 15 restantes. Ya vendió su mansión de casi tres millones de dólares en Omaha y se sometió a un tratamiento para no volver a perder la cabeza y la plata que le queda.