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Paul David Hewson, conocido como Bono, sufrió un fuerte accidente en bicicleta que lo tiene entre algodones. Uno de los episodios difíciles que tuvo que lidiar en 2014. | Foto: A.F.P.

PERSONAJE

Un mal año para Bono

El legendario cantante de U2 que gozaba de amplia credibilidad como activista humanitario tuvo en 2014 un año para olvidar.

6 de diciembre de 2014

EN 1982, solo dos años después de haber lanzado su álbum debut con su grupo U2 titulado Boy, Paul David Hewson (Bono) ya influenciaba el curso de unas elecciones locales. Su amigo, el primer ministro irlandés Garret Fitzgerald pujaba por reelegirse y Bono se pronunció en favor de su partido.

La fama de la banda que lideraba el irlandés era una mínima fracción de lo que alcanzó a ser a finales de los noventa, pero bastó. El primer ministro fue reelegido y admitió meses después del sufragio que las palabras favorables del cantante, entonces de solo 22 años, habían sido instrumentales.

Mucho ha pasado desde entonces. En su faceta de músico, Bono y su grupo evolucionaron e incursionaron en varios géneros. Mientras tanto, sirviéndose de su fama, Bono llegó a hablarles al oído a líderes mundiales como Bill Clinton y Gerhard Schröder, entre muchos otros, e influenció varias de sus decisiones. Sin embargo, en 2014 su credibilidad y su arte entraron en crisis. Malas estrategias de mercadeo para su banda y la saturación de su nombre y rostro en los diarios lo llevaron a ser nombrado por la revista GQ como el primero en su lista de personajes menos influyentes del año.

Este dudoso honor se debe en gran parte a que Bono y sus amigos tomaron una decisión equivocada. Ofrecieron su nuevo disco, Songs of Innocence, gratis, como cortesía para los compradores del iPhone 6. Pero lo que pretendía ser una estrategia de distribución sin precedentes entre una banda legendaria y una marca sólida resultó en un rechazo generalizado. Millones de usuarios lo consideraron un acto prepotente e intrusivo, que los obligaba a oír una música que no habían pedido. Y que la banda pretendía encubrir, bajo el ropaje de un acto de generosidad,  un contrato de 100 millones de dólares. Los más jóvenes pusieron la cereza en el pastel: lo rechazaron porque no sabían quién diablos eran Bono y U2. El hecho marcó una nueva realidad para estos: ni su arte ni sus palabras tienen el eco que tenían en el pasado, y su presencia en titulares, en la radio y en la prensa exasperan a las mayorías.

El artista versus el activista

Como pocos artistas, Bono ha asumido una personalidad pública alejada de su actividad principal.  Desde los años noventa impulsó causas humanitarias, abogó por el hambre en África, por los enfermos de sida, por la reducción de la deuda externa a países sin recursos, esfuerzos que le valieron varios reconocimientos a nivel global. Francia le otorgó la Legión de honor en 2003, el gobierno británico lo nombró Caballero Honorario en 2007, ha sido nominado varias veces al Premio Nobel de la Paz y en 2005 la revista Time lo nombró la persona del año junto a la pareja de Bill y Melinda Gates.

Pero con el tiempo, Bono comenzó a recibir fuertes críticas. A ello contribuyó que se hizo socio de un grupo de inversión llamado Elevation Partners, en el que ha protagonizado maniobras cuestionables, evitó pagar impuestos justos en Irlanda y participó en una campaña por África codo a codo con un líder tan desprestigiado como George W. Bush. Por cuenta de eso, cada año que pasa su voz es menos escuchada y tiene menos credibilidad.

Mientras tanto, su banda pasaba por vaivenes similares. U2 fue de un rock cargado de mensaje y protesta a un pop rock discotequero en los noventa. En su etapa actual, U2 regresó a sus orígenes, pero ya no tiene la sustancia que lo hacía único. Más allá de los géneros en los que incursionó, U2 nunca dejó de empujar los límites. Sus shows en vivo pasaron de ser sencillas y emotivas celebraciones a espectáculos tecnológicos dotados de una grandiosidad efectista. Para sus fanáticos más que conciertos son una experiencia mística en la que Bono asume el rol de predicador y catalizador emocional. Nadie le quita lo bailado a U2, que ha vendido más de 150 millones de álbumes, ha ganado 22 premios Grammy y tiene el control sobre su catálogo musical, un lujo que pocas agrupaciones se dan. Sus álbumes, desde The Joshua Tree en 1987, siempre debutaron como número uno en las listas, e incluso, en medio de las críticas, la revista Rolling Stone ubicó a Songs of Innocence en el primer lugar de sus discos del año.  Pero ya no es ni la sombra de lo que fue. Para el crítico Andrés Durán, “La música con la que me atraparon ya no existe. Es muy triste. No hay nada que se pueda programar del último disco, nada que valga la pena”, afirmó a SEMANA.

Suerte y calamidad

Luego del fiasco con Apple, que forzó a la compañía a publicar un manual para que los usuarios enojados desinstalaran el disco de sus iPhones, Bono ofreció disculpas públicas. En un video dijo al público que como banda U2 se había extralimitado y añadió: “Los artistas son susceptibles a ese tipo de decisiones, cediendo a un toque de megalomanía, un toque de generosidad y un poco de miedo de que estas canciones en las que nos hemos vertido no fueran escuchadas”.

Pero sus tristezas no terminaron. A mediados de noviembre, en un trayecto entre Dublín y Berlín, el jet en el que se desplazaba perdió el portón trasero en pleno vuelo, y el cantante y sus amigos, aunque perdieron todo su equipaje,  escaparon a la muerte por poco.  Una semana después, la banda tuvo que cancelar su participación en el show nocturno de Jimmy Fallon, pues mientras pedaleaba en el Central Park de Nueva York, Bono cayó al piso por esquivar a otro ciclista. Se fracturó un hueso de la cara, el hombro izquierdo en tres lugares y el brazo en seis partes. La cirugía duró cinco horas, involucró tres platinas de metal y 18 tornillos. Según el médico que lo atendió, se espera que se recupere totalmente, pero requerirá de terapia intensiva… Al igual que su cuerpo, el legado de Bono está quebrado en varias partes y necesita terapia urgente.

Poco influyentes en 2014


La publicación estadounidense ‘GQ’, además de Bono, incluyó a varios personajes reconocidos en su lista de menos influyentes del año. Estos son algunos de ellos y el argumento fuerte para incluirlos.

Barack Obama: “Missouri está en llamas, Putin conquista Europa, el centro de control de enfermedades juega twister con los pacientes de ébola y él está en Martha’s Vineyard jugando golf”.

La  selección de fútbol de Brasil: “¿Cómo es posible perder 7-1 con un jugador llamado Hulk?”

CNN: “Todavía está buscando el avión desaparecido de Malasyan Airlines”.

Johnny Depp: ¿Qué tal si Johnny interpreta a un personaje que pueda existir? ¿Es acaso un
prototipo de androide?

Woody Allen ¿De casualidad su última película incluye un hombre seduciendo a una mujer de mitad de su edad? Claro que sí. Solo para despistar, debería dirigir una película en la que Justin Bieber (20 años) conquiste a Cloris Leachman (82 años).