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El actual Dalái Lama es el líder espiritual budista más popular de todos los tiempos y en 1998 prestó su imagen para una campaña de Apple.

ANIVERSARIO

Un monje muy 'play'

El Dalái Lama, quien cumple 60 años de ser el máximo representante del budismo, hoy es considerado más una celebridad internacional que un guía espiritual.

20 de noviembre de 2010

Su santidad el Dalái Lama se siente como un tipo común y corriente. Admite que de vez en cuando cambia la túnica naranja por un par de jeans, que le gusta ver televisión y que, a pesar de que predica por todo el mundo su mensaje de paz y armonía, hay ciertas cosas que lo enfurecen. "No siento que sea diferente al resto", dice. Pero hoy, más que un ser místico y sencillo, es una celebridad. A los 75 años, convoca multitudes en el Radio City Music Hall de Nueva York, ha sido la imagen de Apple y Nike, se codea con Barack Obama y es amigo íntimo del actor Richard Gere.

También participó como editor invitado en una edición de la revista francesa Vogue, Martin Scorsese dirigió una película sobre su vida y, para completar, ocupa el puesto 39 de la lista de los más poderosos según Forbes, incluso por delante del fundador de Facebook, Mark Zuckerberg.

Esta forma de vida le ha valido miles de detractores que piensan que no es más que un farandulero. Cuando hace unos años le preguntaron a Rupert Murdoch, el magnate de los medios, sobre lo que pensaba del Dalái Lamas, simplemente atinó a decir: "He oído a los cínicos hablar de un político y monje viejo que usa zapatos Gucci". Otros, como el periodista Christopher Hitchens, le reprochan que una vez declaró que no veía nada malo acostarse con prostitutas siempre y cuando el cliente, y no un tercero, pagara por sus servicios.

Hace 60 años, el 17 de noviembre de 1950, Tenzin Gyatso se convirtió oficialmente en el Dalái Lama número 14, es decir, el máximo representante del budismo y dirigente político del Tíbet. La leyenda cuenta que el día en que los monjes estaban velando a su antecesor, este movió misteriosamente la cabeza hacia el noreste. Sus súbditos creyeron que se trataba de una señal divina y partieron hacia Takster, un pueblito ubicado en esa dirección, en busca de su reemplazo. Visitaron casa por casa y cuando llegaron a la de Tenzin, confirmaron que el pequeño de 2 años era la reencarnación del Buda, porque cuando le mostraron los juguetes del anterior Lama en seguida gritó: "¡Son míos!".

Tenzin, originario de una familia de campesinos, se mudó al palacio Potala en Lhasa, la residencia de los dalái lama, donde creció bajo un estricto régimen de estudio de la doctrina budista. Luego de meditar y hacer sus oraciones del día, el niño tenía permiso para entrar a las 1.000 habitaciones, ver películas en un viejo proyector y manejar los tres carros que existían en la ciudad a principios de la década de los 40.

Por la época en que fue escogido Dalái Lama, la situación en el Tíbet estaba muy tensa. Tropas de la República Popular China invadieron el país, y aunque el monje se quedó durante 10 años más para tratar de negociar, al final tuvo que huir hacia Dharamsala, en India, donde se estableció el gobierno tibetano en el exilio. Desde entonces, Tenzin se ha dedicado a viajar en busca de apoyo internacional para acabar con la ocupación china en la región. En 1979, visitó Estados Unidos por primera vez y, una década después, ganó el Premio Nobel de Paz.

Hay quienes creen, sin embargo, que es muy blando con sus enemigos. Otros lo acusan de haber recibido dinero de la CIA para fomentar los levantamientos en el Tíbet. Tenzin hoy tiene más de un millón de seguidores en Twitter, donde cada tanto escribe frases que algunos califican de obvias y superficiales. "Definitivamente no es una lumbrera", admite Pico Iyer, autor de una biografía sobre el líder budista.

Las críticas lo tienen sin cuidado y por eso repite, con una enorme sonrisa, que es un "simple monje budista". Al igual que como lo hacía en el palacio de Lhasa, el Lama se sigue levantando a las 3:30 de la mañana a meditar. La diferencia es que ahora debe cumplir con otros compromisos más terrenales, como dar discursos, firmar autógrafos y participar en campañas publicitarias.