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UN TIPO TRANQUILO

El procurador Carlos Gustavo Arrieta, se enfrenta con la tarea de hacer prevalecer criterios democráticos en un país casi en guerra.

20 de mayo de 1991

LA PROCURADURIA GENERAL DE LA Nación es hoy más que nunca un campo minado. Porque aunque por definición tiene claramente establecidos sus objetivos y funciones -mantener el equilibrio entre los deberes del Estado y los derechos de los ciudadanos-, en Colombia esto es cada vez una tarea más ingrata. En el país se viven situaciones que son inaceptables en una democracia, pero que con frecuencia resultan inevitables en una guerra.
¿La pregunta entonces es, cuál de los dos patrones debe imperar: el de la democracia o el de la guerra? En esa zona de difícil delimitación es en la que se mueve un Procurador en la década del 90.
Carlos Gustavo Arrieta, un abogado de profesión y por herencia, el más joven magistrado que haya tenido la Corte, de vena galanista, académico y pianista, es la persona que desde diciembre de año pasado aceptó ese cargo. El caso de Diana Turbay fue su primera prueba de fuego a escasos días de posesionarse. Las circunstancias que rodearon el asesinato de la hija de ex presidente tenían todos los elementos espinosos que han hecho que muchas personas rechacen el ser incluidos en la taberna para Procurador. Equilibrio en el manejo de este caso por parte de Arrieta, es hasta ahora la conclusión de los observadores.
En los pocos meses que lleva en el cargo, el nuevo Procurador parece estar imponiendo un nuevo estilo: poco ruido y muchas nueces. Acostumbrada a que una denuncia de la Procuraduría causara grandes debates nacionales, la opinión pública quedó sorprendida cuando hace unas semanas, una simple carta enviada por Arrieta a los suplentes del Concejo de Bogotá, terminó sin convulsiones una larga historia de excesos en la corporación. En la carta, el Procurador simplemente recordaba a los ediles lo que -a la letra- dice la ley.
Aunque estos han sido los dos temas que lo han puesto de cara a la opinión y a la prensa, la Procuraduría maneja una amplia gama de problemas que no son cualquier dolor de cabeza. La impunidad, la corrupción y la violación de los derechos humanos son apenas tres de los muchos conceptos que con todas sus posibles derivaciones debe atender el Procurador.
Y ante esta carga tan demoledora, Carlos Gustavo Arrieta, resulta un tipo tranquilo, racional y sintético.