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UNA DAMA DE HIERRO

Con pulso firme, Cecilia López se le está midiendo a la olla podrida de los Seguros Sociales.

9 de septiembre de 1991

CUANDO SE TRATA DE ACEPTAR UN CARgo público en épocas de cambio, el Intituto de Seguros Sociales bien puede ser la única bala en el tambor de una ruleta rusa. Porque con 33 mil funcionarios en todo el país, esta entidad -que por definición debe velar por la vida, la salud y la vejez- tiene una ventaja que a la postre ha sido su perdición: mucha plata. Un presupuesto mensual de un millón de dólares (620 mil millones de pesos) lo convirtió en uno de los epicentros por excelencia de corrupción administrativa: latrocinio, enriquecimiento ilícito, desgreño administrativo, ineficiencia en el servicio y negligencia. Por lo tanto, para el Gobierno meterle mano a la corrupción administrativa tenía un nombre propio: Instituto de Seguros Sociales. Pero, ¿quién sería la persona para ponerle el cascabel al gato?
La elegida fue Cecilia López, una barranquillera que transita los 40 y que cabe dentro del perfil de los funcionarios del revolcón: una tecnócrata sin pasado político. Además reunía tres condiciones que hacían de ella la persona idónea para coger ese negro toro por los cachos: el presidente Gaviria había trabajado con ella en varias oportunidades y conocía su capacidad ejecutiva; como funcionaria de la OIT en Chile, traía una experiencia fresca sobre políticas de seguridad social en América Latina; y -una condición muy importante dado el caso -