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UNA LADY PARA ANDRES

Padres divorciados, padrastro argentino y 3 años de romance con un divorciado, algunos de los lunares de Sarah Ferguson, la noble prometida del príncipe Andrés

28 de abril de 1986

Nuevos vientos de escándalo sacuden la maciza mole del Palacio de Buckingham al ser anunciado el compromiso oficial del príncipe Andrés con una muchacha rubia llamada Sarah Ferguson, quien viene, lo mismo que la princesa Diana, la esposa de Carlos, de una familia aristocrática dividida por el divorcio.
El escándalo que los ingleses gozan dentro de esa gran simpatía y ese curioso entusiasmo que sienten por su monarquía y la familia real, tiene que ver con la novia y algunos de sus parientes más cercanos: su padre, el mayor Ronald Ferguson, entrenador de polo del príncipe Carlos, y su madre, quien abandonó el domicilio conyugal doce años atrás para casarse con un campeón de polo argentino a quien le prohibieron jugar en territorio británico a raíz de la guerra de las Malvinas. El mayor Ferguson, primo de la duquesa de Gloucester, se casó de nuevo hace poco con una mujer más joven que él. Por su parte, Sarah, lo mismo que Diana, es una mujer muy independiente que abandonó pronto sus estudios para convertirse en secretaria, luego directora comercial de una casa editorial y tiene una casa pequeña de ladrillos rojos cerca al barrio jamaiquino en Londres.
Acostumbrados a que los miembros de la familia real siempre dan qué hablar (Margarita Rosa y su divorcio de Lord Snowdon, y sus prolongados amoríos con amigos muy jóvenes en islas del Caribe; los enfrentamientos de Diana con su suegra la reina, la ropa que usaba mientras estaba embarazada y la forma descomplicada como besaba y acariciaba al marido, sudoroso después de una partida de polo, en presencia de miles de espectadores atónitos; las aventuras eróticas de Andrés, especialmente con la estrellita del cine porno, Koo Stark, entre otras historias), los británicos contemplan ahora la figura de esta muchacha que tiene 26 años de edad.

PUDO SER PEOR
Alguna vez un reportero le preguntó al príncipe Andrés qué buscaba en una mujer para hacerla su esposa y el muchacho le respondió: "No tengo la menor oportunidad de pensar sobre eso". Nunca la ha tenido, es cierto y las aventuras que la reina le prohibió continuar apenas eran pruebas de que se sentía feliz de estar vivo después de las Malvinas. Cuarto en la línea de sucesión al trono, dicen las malas lenguas que ha podido elegir peor, pero la hija del entrenador de su hermano y prima del secretario privado de Isabel, ya había recibido la aprobación de ésta desde hace varios años.
Lo cierto es que muchos se sintieron sorprendidos con el anuncio de esta boda que tendrá lugar en el verano porque Andrés luego de sus relaciones con Carolyn Herbert (ex favorita del famoso jockey Steve Cauthen), y las modelos Katie Rabbet y Vicki Hodge, se daba por descontada una prolongada soltería. Hasta Koo Stark tenía sus planes con el príncipe luego de romper con su millonario esposo.
Quizás en la soledad de su estudio, la reina Isabel se siga preguntando por qué Andrés tenía que poner los ojos, precisamente, en una muchacha que acababa de romper una relación de tres años con un hombre divorciado de 48 años y padre de dos hijos adolescentes, Paddy McNally. Seguramente la buena amistad que une a Sarah con Diana la ha ayudado a enfrentar con humor toda la resistencia que debe estar provocando el que Andrés tome por esposa a quien fue compañera de un divorciado durante tres años. La reina no lo entiende pero ahí está la nuera para que le haga más fácil la situación. Impulsiva, reacia a dejarse manipular, acabó con McNally cuando éste rechazó cualquier unión estable.
Lo más divertido de todo es que durante los meses anteriores ambos prometidos reales negaron cualquier posibilidad de romance, aunque algunos fotógrafos sabían que pasaban fines de semana juntos en una isla, que la princesa Diana los invitaba a cenar con frecuencia y que Sarah fue la única persona ajena a la familia real que estuvo en la celebración del cumpleaños de Diana.
Con sus padres divorciados, la madre casada con un argentino, Héctor Barrantes, que no puede pisar territorio británico, el padre casado con una mujer más joven y una relación amorosa de tres años con un hombre divorciado, en principio Sarah era la menos aconsejable para esposa de Andrés pero detrás de toda esta relación, las partidas de caza, las fiestas, los encuentros no tan casuales, estuvo siempre la mano organizadora de Diana quien se convirtió desde el primer día en que se conocieron en la asesora de Sarah. Un comentarista londinense comenzaba su artículo en un periódico con la frase:
"Diana se salió con la suya, impuso su candidata".
Mientras tanto McNally, entrenador del campeón Niki Lauda, ha recibido toda clase de otertas para que cuente a la prensa sensacionalista cómo fueron esos tres años de cohabitación (el término es de un semanario francés), con quien se coloca en la línea de sucesión al trono. Caballero al fin, ha preferido el silencio.
Por supuesto, Sarah tiene sangre noble a pesar de todos los inconvenientes citados: es descendiente directa de los duques de Bucchleuh, vinculados con el rey Carlos II. Y para que no haya comentarios suspicaces, la muchacha ha sido nombrada Lady por un edicto de la reina o sea, su suegra .
Dentro de las distintas corrientes generacionales que sostienen una interminable rivalidad en Buckingham, Diana ha encontrado una compañera de fórmula ideal. Le ha impartido instrucciones sobre cómo vestirse, cómo hablar ante la corte y sobre todo, que abandone los pantalones de cuero negro que ha llevado durante todos estos años.
Nuevos vientos de escándalo sacuden a Buckingham y la autora no es Sarah, la futura esposa del enamoradizo Andrés, sino la princesa delgada y rubia que se atrevió a salir alguna vez con ropa casi transparente.