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James Cameron ayudó a diseñar el sumergible, que cuenta con tecnología de punta para resistir la presión del fondo del oceáno. El aparato es tan innovador que ahora llaman al director el ‘Steve Jobs submarino’.

EXPLORACIÓN

Viaje al fondo del mar

El cineasta James Cameron muestra su faceta de explorador marino y pretende convertirse en el primer humano en permanecer más de seis horas en el punto más profundo del océano.

24 de marzo de 2012

En Hollywood, James Cameron tiene fama de romper récords. Sus cintas, desde Terminator hasta Avatar, han sobrepasado los presupuestos establecidos por los estudios y han terminado siendo las más costosas producciones de todos los tiempos. También han sido las de mayor recaudo en taquilla. Titanic aún sostiene el título de haber obtenido casi 2.000 millones de dólares en venta de boletas en el mundo, algo solo comparable con lo que recolectó 12 años después Avatar, otra de sus aclamadas películas.

Ahora el director canadiense, de 57 años, está a punto de lograr otra marca. Esta vez en una historia que parece de ficción, pero no lo es. Cameron será el único tripulante de una nave que bajará a la zona más profunda del océano, el abismo Challenger, ubicado en la fosa de Las Marianas, una extensa depresión en el océano Pacífico. Será protagonista de una historia que por primera vez él dirige sin guion. "En las películas cada actor lee su parte y todos saben lo que sigue. Aquí no, porque la naturaleza no tiene un libreto y nadie sabe qué va a suceder", dice en un video sobre la expedición. En efecto, Cameron y su equipo solo esperan que las aguas al sur de la isla de Guam se calmen para emprender la aventura que patrocinan National Geographic y Rolex.

No es la primera vez que alguien baja a este lugar, ubicado a casi 11.000 metros de profundidad. En 1960, Don Walsh y Jacques Piccard lograron la hazaña a bordo del Trieste, pero solo lo hicieron para demostrar que era posible. Una vez abajo, los dos tripulantes permanecieron por 20 minutos comiendo chocolatinas sin poder ver mucho alrededor, porque su llegada revolcó la arena que nubló todo e impidió fotografiar el lugar.

Cameron, por el contrario, bajará en el Deepsea Challenger, un vehículo de siete metros de largo, equipado con cámaras de alta definición que graban en 3D (basadas en tecnología que él ayudó a perfeccionar), luces LED e instrumentos que le permitirán grabar y recoger muestras de rocas y microorganismos durante las seis horas que permanecerá en el suelo marino. Su cabina es una esfera diminuta en la que apenas puede mover su brazos y donde tendrá que mantener las piernas dobladas. "Solo caben él y su ego", señala un miembro del proyecto.

Desde el punto de vista científico, la misión es de gran relevancia. Pese a las condiciones extremas del fondo del océano, se sabe que este es hábitat de organismos como amebas gigantes y peces monstruosos, que se han adaptado a la vida en dichas condiciones. La meta es analizar cómo sobreviven en las profundidades para entender, además, cómo podría existir vida en otros planetas. "Estamos allí para hacer ciencia y para mostrarle este lugar a la persona promedio", dijo el director a la BBC.

Dicen que para Cameron no hay frases más inspiradoras que "no se puede hacer" o "eso es imposible". Así como lo hizo en otros de sus proyectos cinematográficos que resultan revolucionarios, Cameron trabajó durante ocho años en construir este torpedo vertical, como él llama a la nave, y logró cambiar la noción de cómo se explora el océano. Hasta entonces, los submarinos se movían horizontalmente, pero esta nave gira en torno a su propio eje para acelerar el descenso, que durará poco más de una hora.

Y contra todos los obstáculos, en especial la falta de luz y la presión a estas profundidades, él mismo ayudó a diseñar el aparato. El resultado es tan novedoso que muchos en la industria lo consideran ingenioso y radical, un enorme mérito para un hombre que no terminó el bachillerato. Trabaja siempre con un grupo de ingenieros que, como él, no se conforman con las limitaciones que impone la naturaleza. "Tienen que estar un poco locos para pensar que es posible hacer algo que nunca se ha logrado", dice Cameron, a quien algunos han apodado el 'Steve Jobs del mundo submarino'.

Su fascinación por las aventuras científicas y la cinematografía tienen un mismo origen: la película 2001: Odisea del espacio, de Stanley Kubrick, que le hizo soñar con historias en mundos extraños, tanto en el espacio como en el mar profundo, y que son temas recurrentes en sus cintas. Hace relativamente poco fundó la compañía Earthship Productions para darle rienda suelta a esa otra gran pasión suya que es hacer documentales de exploración y conservación del océano. Tan solo para producir Titanic, Cameron, buzo certificado desde los 14 años, hizo 33 inmersiones para llegar al sitio donde reposan los restos del trasatlántico. Lo exploró con tal detenimiento por dentro y por fuera que, dicen algunos, logró durar en el barco más horas de las que pasó allí su capitán, Edward John Smith. Luego se involucró en un proyecto para filmar el Bismarck, el navío alemán más famoso de la Segunda Guerra Mundial, y después en otro, para conocer mejor los ventiladores hidrotermales del fondo del mar.

Cameron también trabaja con la Mars Society, organismo del cual es miembro activo, y ha estado en el Consejo de asesores de la Nasa. Y aunque su compromiso con la exploración del espacio es muy sólido, entender mejor el océano, uno de los lugares más desconocidos para la humanidad por las dificultades que entraña, es su prioridad. Se calcula que 12 hombres han caminado sobre la superficie lunar y más de 500 han viajado al espacio, pero hasta ahora solo dos han estado en el lugar más profundo del océano. James Cameron quiere cambiar esas estadísticas y convertirse en el primero que logra llegar a este sitio oscuro y frío, bajo una presión de 1.000 atmósferas, y filmar durante seis horas ese mundo extraño, que muy seguramente será fuente de inspiración para sus próximas películas.