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La relación del director con su hija adoptiva siempre fue extraña, tanto así que asistía a terapia para aprender a controlar su obsesión. | Foto: Ron Galella / wireImage

FAMILIA

Los escándalos que enredan a Woody Allen

Las acusaciones por abusar sexualmente de su hija adoptiva vuelven a oscurecer su carrera. Este es tan solo uno de los escándalos que han manchado la vida privada del genial director.

8 de febrero de 2014

La polémica que rodea a Woody Allen es tan sórdida y enrevesada que bien podría ser la trama de una de sus películas. En una carta abierta publicada en el diario The New York Times el sábado, Dylan Farrow, la hija adoptiva del director, lo acusa de haber abusado sexualmente de ella cuando tenía 7 años. La noticia en sí es vieja, pues ya se había publicado en 1992 cuando se investigó el caso y se concluyó que no había razones para juzgar a Allen. Más de 21 años después, Dylan habla públicamente por primera vez sobre el incidente y no se limita a culpar a Allen por lo que según ella ocurrió, sino que recrimina a Hollywood e incluso a los fanáticos de su padre por seguirlo apoyando durante décadas. Para enfatizar su descontento con sus seguidores, Dylan abre y cierra su carta con una pregunta que muchos han hecho docenas de veces, pero nunca con estas connotaciones: “¿Cuál es tu película preferida de Woody Allen?”.

“Cuando tenía 7 años, Woody Allen me cogió de la mano y me llevó a un ático sombrío que había en la segunda planta de nuestra casa. Me dijo que me tumbara boca abajo y jugara con el tren eléctrico de mi hermano. Y entonces me agredió sexualmente. No dejó de hablar mientras tanto, de susurrar que era una buena niña y que aquello era un secreto entre los dos, de prometer que íbamos a ir a París y yo iba a ser una estrella en sus películas. Recuerdo mirar fijamente el tren, no perderlo de vista mientras daba vueltas por el ático. Todavía hoy, me resulta difícil contemplar trenes de juguete”. Ese es un fragmento de la carta de Dylan que disparó de nuevo un debate muy público sobre la inocencia o culpabilidad de Allen, y sobre la influencia de ello en su obra.

En la época en que ocurrió lo contado por Dylan, también salió a la luz otra gran controversia. Su relación de 12 años con la actriz Mia Farrow, madre adoptiva de Dylan, acababa de terminar de manera estruendosa cuando esta encontró en el apartamento de Allen fotos pornográficas de su otra hija adoptiva, la coreana Soon-Yi Previn, quien tenía entre 19 y 21 años (no hay claridad sobre cuándo nació). Hasta entonces, Allen y Farrow eran la pareja perfecta: durante más de una década habían convivido armoniosamente, pero en casas separadas, y habían tenido un hijo juntos: Ronan, de quien hoy se dice que podría ser hijo de Frank Sinatra. Además, Allen había adoptado legalmente a otros dos de los 11 hijos de Mia, Moses y Dylan.

En ese momento el director dio una rueda de prensa y aseguró que las acusaciones de Dylan eran falsas, pero que sí se había enamorado de Soon-Yi. Para Allen no había nada raro en ello: “No sentía que solo porque fuera hija de Mia hubiera un gran dilema moral. No era como que fuera mi hija”, le dijo a la revista Time. Farrow, en cambio, veía a Allen como una figura paternal para todos sus hijos y sintió que no había manera de racionalizar esa particular relación.

Los allegados a Allen aseguraron que lo del abuso sexual era una historia inventada por Mia, una mala madre, furiosa de celos y adicta a los antidepresivos. La actriz, embajadora de Unicef desde hace 13 años, tiene 14 hijos –diez adoptivos y cuatro biológicos–, muchos de los cuales tienen discapacidades físicas y psicológicas. Los representantes de Allen han llegado a usar eso en su contra, diciendo que todo es una compulsión y que Mia le metió en la cabeza a Dylan la idea del abuso. Lo cierto es que esta no fue consistente en sus testimonios a los médicos que la interrogaron, quienes por lo demás dicen que no encontraron señales de abuso. Moses, el hijo adoptivo de ambos, respalda esa teoría, según declaró a la revista People esta semana: “Es obvio que Allen no violó a mi hermana. Ella lo quería mucho y no veía la hora de verlo. Nunca se había escondido de él hasta que nuestra madre creó una atmósfera de miedo y odio hacia él”.

Vanity Fair contó la versión de Mia hace 20 años y nuevamente en noviembre pasado. En el texto reciente recopila decenas de testimonios que desmienten los alegatos de Allen. “En términos de tamaño y composición no éramos normales, pero éramos geniales. A nosotros nos define algo más que la sangre; estamos unidos por el amor”, cuenta Isaiah, uno de los hijos de Mia, sobre su familia adoptiva. El propio Allen dijo en 1991: “Ella ha criado a nueve niños sin ningún trauma y ni siquiera tiene un termómetro. Yo me tomo la temperatura cada dos horas durante el día”. Según la publicación, es cierto que después de enterarse del affaire con Soon-Yi, Mia comenzó a ver a un psiquiatra, quien le prescribió antidepresivos. Pero para agosto, cuando ocurrió el supuesto abuso, ya los había dejado hacía meses.

La propia Dylan habló con la revista y le dio detalles de su relación con su padre: “No me sentía bien con que me metiera el dedo en la boca o con la manera como me abrazaba”. Cuando Allen la llevó al ático, no aguantó más: “Tenía que decir algo. Tenía 7 años. Estaba haciéndolo porque tenía miedo, pero quería que parara”. La madre de Mia también recordó una ocasión en la que Allen estaba poniéndole bloqueador a la niña, que estaba desnuda, y comenzó a frotarla tan inapropiadamente que su suegra le arrebató la crema. Además, la psiquiatra de la familia los vio interactuar un día y recomendó que el director fuera a terapia para aprender a tratar a la niña, pues era demasiado obsesivo con ella.

El caso nunca se llevó a juicio porque el abogado de las Farrow pensaba que Dylan estaba demasiado frágil para declarar. Mia trató de revocar las adopciones de Allen de sus hijos pero solo logró que un juez le prohibiera verlos. En los siguientes 20 años todos los involucrados siguieron con sus vidas. Dylan sobrevivió a desórdenes alimenticios y fobia a los hombres y ahora está felizmente casada y se dedica a escribir.

Por su parte, Allen ha gozado en los últimos años de una renovada y enorme fama. Su última película, Blue Jasmine, está nominada a tres premios Oscar y fue una de las más taquilleras de su carrera. Allen es, sin duda, un gran director, pero la carta de Dylan ha puesto sobre la mesa los detalles de su vida privada, e invita al debate sobre si eso debe ser un factor por considerar al otorgar un reconocimiento a un artista. Las votaciones para los Oscar comienzan esta semana y ya se especula que el resultado se verá afectado por el escándalo, aunque, a juzgar por la experiencia de Roman Polanski –condenado por violar a una niña de 13 años y ganador de una estatuilla dorada a mejor director en 2002–, es probable que la Academia se limite a juzgar a Allen solo por su talento profesional.

La primera vez Allen logró borrar poco a poco las acusaciones de la memoria de las audiencias, pero esta vez el relato de la víctima y su súplica de no seguir validando al hombre que abusó de ella dificultarán que se olvide tan fácilmente. Los cargos de abuso ya prescribieron así que el caso nunca llegará a la Corte, pero cuando la próxima película del director se estrene a mediados de este año, será inevitable que quienes la vean recuerden la pregunta de Dylan, llena de juicio: “¿Cuál es tu película favorita de Woody Allen?”.