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EDUCACIÓN

“A la gente acostumbrada a mandar no le gusta que se rían de ellos”

Por estos día en España cuando se habla de la revista satírica Mongolia, se hace alusión a una demanda que le impuso el torero José Ortega Cano y que un juez de Madrid condenó con una multa de 40.000 euros que tendrá que pagar el medio de comunicación por vulnerar el derecho al honor del demandante.

9 de marzo de 2018

De tener que pagar esta suma, esta revista independiente se declara inviable. Hacer periodismo independiente nunca ha sido fácil, y mucho menos lo es si el perfil es satírico; eso lo sabe Pere Rusiñol, periodista español de Mongolia, quien estuvo invitado a la Cátedra Europa de Uninorte, que se realizó del 12 al 16 de marzo en Barranquilla.

Rusiñol tiene experiencia en medios como El País o Público de España, pero actualmente trabaja en dos proyectos independientes que le apuestan al modelo impreso. En Mongolia se encarga de la sección de noticias reales y es socio fundador en la revista Alternativas Económicas. De su trayectoria como independiente y emprendedor periodístico habló durante su estancia en Colombia. Compartió su mirada crítica en torno a las dinámicas del periodismo en España y en internet, además de reflexionar sobre las actitudes y cualidades que hoy debe tener un periodista para ejercer su labor. Conversamos con él.

¿Cómo desde la revista Mongolia utilizan la sátira para informar de una forma independiente y diferente?

Nosotros utilizamos esta publicación para, de alguna forma, provocar al poder en España, que en estos momentos está muy crecido, no tiene prácticamente contrapuntos y eso es una relación peligrosa para la democracia. Intentamos fijar nuestra atención en el poder, reírnos de él y hacer información que al poder le moleste. Justamente hoy se nos comunicó que tenemos que pagar una multa a un torero, al señor Ortega Cano, quien nos denunció por un chiste que no le gustó y nos han puesto multa de $ 40.000 euros, que obviamente vamos a recurrir. Esto nos ha dejado en una situación complicada y no tenemos garantizada la viabilidad de la publicación si tenemos que afrontar este pago. La sátira tiene riesgos. A la gente que tiene el cotarro y que tiene agarrada al país, que está acostumbrada a mandar, pues no le gusta que se rían de ellos.

Por lo general los medios de sátira utilizan la mentira para informar. La sátira se termina convirtiendo en una noticia mentirosa. ¿Cómo hacen ustedes para que no se confunda la sátira con noticias falsas?

En la revista hay dos apartados, en el primero hay mucho humor, muchos elementos gráficos, mucho chiste gráfico, todo el mundo sabe que es de sátira. La marca Mongolia se ha consolidado como una marca satírica. Y detrás de la revista tenemos un apartado que se llama Reality News, donde hacemos información y nuestros lectores la entienden perfectamente; al inicio de esa parte decimos: A partir de aquí si se ríe es cosa suya. Siempre que damos información verídica lo hacemos con la marca Reality News de Mongolia. Para nosotros es imprescindible, para tener credibilidad en la parte de información, que no se confundan las áreas. Las dos nos gustan, pero las separamos de una manera tajante: no hay chistes en la parte de información y no hay información en la parte de chistes.

Usted hablaba del peligro de las “noticias falsas civilizadas” que utilizaban los medios para informar sobre los intereses de sus dueños ¿Cómo combatirlo?

Es muy importante conocer la propiedad de los medios, saber qué intereses tiene esta propiedad y ayudar a la gente a que vea los medios con escepticismo. Eso no quiere decir que hay que descartar todo lo que dicen los medios, pero sí es importante saber quiénes son sus dueños y contextualizar las informaciones que dan con sus intereses. Los lectores debemos tener la suficiente fuerza crítica para dudar de lo que nos informan, sin que eso signifique que no nos lo creamos. Hay que mantener una distancia crítica que nos permita leer las informaciones de manera inteligente para sacarle partido nosotros y no que hagan con nosotros lo que quieran.

¿Qué tan difícil es que los grandes medios mundiales que dominan la información en todos los países hagan ese tipo de invitaciones al lector de que dude de lo que ellos dicen?

Evidentemente es muy difícil, pero cuanto mejor es el medio, es mucho más proclive a hacer este tipo de cosas, porque saben que hacen buena información. Los medios anglosajones, el New York Times por ejemplo, lo hacen porque saben que hacen buena información. Cuanto peor información haga el medio y más propaganda haga menos le gustara incentivar al lector a que sean críticos.

Cada vez más vemos que las noticias falsas se están posicionando como estrategia para hacer política, marketing o imponer discursos económicos. ¿Quiénes son los principales beneficiados de esa dinámica?

Se beneficia evidentemente el que las produce, el que quiere introducir en la agenda pública, por vías que no podría por el periodismo habitual, temas que le permitan generar un estado de opinión, que luego le permita sacar tajada política a unos dirigentes o a una agenda política. El caso más documentado es el de Estados Unidos en las elecciones. Hay una investigación muy seria que está haciendo la fiscalía y que ha producido algunos sumarios que merece la pena que todo periodista lea para ver los peligros que implican esas cosas.

¿Es fácil engañar a la gente con noticias falsas?

No es fácil, pero si uno dispone de muchos medios económicos para hacerlo es relativamente posible, sobre todo en una sociedad como en la que estamos, donde se duda de algunas autoridades que antes eran confiables. Además, los mecanismos propios de las redes permiten que se propaguen a gran velocidad noticias o ideas con la apariencia de normalidad y de ser verdadero. En sociedades donde hay un ambiente social complejo y donde todo el mundo quiere ver reconfirmadas sus posiciones en lugar de abordar la situación de manera crítica y distante, evidentemente las noticias falsas son un acelerador de procesos existentes que cada vez toman más envergadura. Por lo tanto, estamos en un momento donde todo es más fácil que nunca por el descrédito que tienen las instituciones oficiales y, al mismo tiempo, por las potencialidades que ofrecen esas tecnologías. Con mucho dinero se puede hacer mucho daño.

En cuanto a la responsabilidad de combatir ese auge de las noticias falsas. En Colombia, los grandes medios se unieron para discutir cómo enfrentarlo. ¿De quién es esa responsabilidad, además de los periodistas?

Los grandes medios están aprovechando esto para situarse como los entes serios, los que no divulgan noticias falsas. Pretenden, gracias a esa situación, recuperar una credibilidad que no merecen —hablando en general, habrá medios que sí la merezcan—. Pero aquellos medios que no merecen esa confianza porque están siguiendo una agenda política totalmente subordinada a los poderosos, quieren aprovechar esta ocasión para ganar respetabilidad. Tampoco es bueno que desde el sector público se legisle de manera muy estricta, porque puede utilizarse como pretexto para callar o censurar voces disidentes, por tanto, es un tema complicado pero que lo más importante ahora es que la sociedad lo debata para ver cómo se puede combatir sin darle a los poderosos, que ya controlaron el cotarro toda la vida, otra vez el poder de veto sobre quién es bueno, quién es malo, quién dice la verdad y quién dice la mentira.

En ese contexto, ¿cuál es el papel de la prensa independiente?

Abrir una vía que permita recuperar la credibilidad en el periodismo, con toda la modestia, pero eso es lo que nosotros pretendemos. Para ello es imprescindible que podamos hacer empresas que no solamente hagan buen periodismo si no que sean viables económicamente. El periodismo no puede ser una afición voluntariosa de gente con buenas intenciones, porque con tal desigualdad no tiene posibilidad de prosperar. Tenemos que concentrarnos en hacer empresas viables que pueda pagar salarios a periodistas para que puedan hacer investigaciones y periodismo, y en eso estamos.