Un segundo de desconcentración luego de tanta práctica puede ser definitivo. EFE/EPA/LARRY W. SMITH. | Foto: EFE/EPA/LARRY W. SMITH

OLIMPICOS

Olímpicos: la victoria de los derrotados

De los 10.500 atletas que llegaron a Río, sólo 306 se irán con una medalla. Pero todos y cada uno son triunfadores y ejemplos para los jóvenes de sus países.

5 de agosto de 2016

Tantos segundos preparando ese segundo. Tantos años entrenando ese momento que seguramente sólo se quedara en la retina de los más cercanos, como siempre ha sido. Pero no importa. Después de ese segundo todo habrá valido la pena. Esas miles de madrugadas, esas horas eternas de entrenamiento, esos días en que la adversidad era más fuerte que los sueños, habrán valido la pena.

La humanidad celebra el evento más humano de todos: perder. Sí, los Juegos Olímpicos que por azares del destino se vivirán en Río de Janeiro, la ciudad más emblemática del convulsionado Brasil, serán una oda a los derrotados. Mejor: serán un homenaje al esfuerzo. Cada cuatro años, la humanidad se toma un tiempo para darle valor a los vencedores y a sobre todo a los vencidos. Porque, al final de la jornada, las Olimpiadas van más allá de la simpleza de ganar o perder.

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Los de Río serán la edición 31 de los Juegos Olímpicos. Al país del Orden y Progreso llegaron 10.500 de 205 países diferentes. Cada competencia, cada deportista, cada entrenador, cada país es una representación. Quienes llegaron enfundados en una bandera buscan algo más que ganar. En realidad buscan completar un recorrido que les demandó la mejor parte de sus vidas. Ese esfuerzo que ni la más dorada de las medallas puede recompensar.

Serán 10.500 historias. Unas más deslumbrantes que otras. Los Juegos Olímpicos son el único escenario que reúne a las máximas estrellas de un negocio gigante como la NBA con Gaurika Singh, la nadadora de 13 años que sobrevivió al terrorífico terremoto que semidestruyó a Nepal. Gaurika será la atleta más joven de todas las justas y simplemente aspira con no llegar en último lugar en su prueba clasificatoria. Las justas son así: unos llegan con la dura obligación del Oro, mientras que otros triunfan con sólo participar.

En cada día, en cada competencia, en cada escenario, en cada rincón de la Villa Olímpica hay una y miles de historias. Miles de sacrificios, de penurias, de faltas de apoyo, pero sobre todo miles de ejemplos de rebeldía ante la adversidad. Cada uno de los deportistas que tuvo el honor de saludar aquel viernes 5 de agosto después de que el nombre de su país fuera nombrado por la voz del estadio Maracaná venció, así la tabla de medallas diga otra cosa.

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Estos Juegos Olímpicos pueden ser los más particulares de la historia. El verano de 2016 pasará a la historia como uno de los más sangrientos de la humanidad. Las guerras se propagan por todo el Globo. Los atentados, los actos terroristas, las luchas de poder y los centenares muertos se volvieron una desgracia que se repite día a día. Como nunca antes, la llama Olímpica brilla como una luz de esperanza no sólo para los 10.500 luchadores sino para buena parte de la humanidad.

Serán días de pequeños momentos. Serán segundos que pasarán a la historia. Los flashes de las cámaras se posaran en esos 306 afortunados (incluidos los equipos) que tendrán el privilegio de subir al podio. Quizá, con la velocidad de estos tiempos de hiperconexión, ni siquiera los ganadores sean recordados por más de 15 días, por buena parte de los usuarios o televidentes. Pero ¿qué más da? Si por ese segundo, por ese pequeño momento en que esos 10.500 deportistas cayeron derrotados, se ha cumplido el sueño del deporte amateur: darle una pequeña victoria a los derrotados.