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Fernán González. | Foto: Álvaro Tavera

ENTREVISTA

“Nuestros primeros presidentes fueron guerrilleros”: Fernán González

El historiador explica cómo los acuerdos de paz son una oportunidad histórica para repensar el país y para cambiar su cultura política basada en armas.

24 de septiembre de 2016

SEMANA: ¿Cuál es su percepción sobre el proceso de paz?

FERNÁN GONZÁLEZ: Los acuerdos evidencian una ruptura con el uso de la fuerza y la violencia como instrumentos políticos. En nuestra tradición histórica, tramitar los conflictos de diversa índole por medio de las armas y por la combinación de todas las formas de lucha ha sido una constante. Con el pacto, las Farc se comprometen a romper con esa tradición, a erradicar el uso de la violencia como mecanismo para tramitar los conflictos, y a cambio de eso, el Estado se compromete a hacer unas reformas moderadas. Un hecho bastante importante pero del que mucha gente no ha tomado conciencia.

SEMANA: ¿Qué significan estos acuerdos para el país?

F.G.: Son una oportunidad para civilizar al país, para democratizar la vida política, para remendar lo que se hizo mal y para pagar los errores históricos que el país cometió. Es una oportunidad abierta, y en ese sentido el futuro depende de lo que hagamos y del esfuerzo de todos los colombianos. El cese del conflicto armado con las Farc va a permitir que el país afronte problemas que había tenido aplazados durante toda su historia, como la desigualdad social o el desarrollo económico. No es el fin de los conflictos sociales sino de la tramitación del conflicto por las armas, pero el futuro queda abierto, está en nuestras manos. Tenemos la oportunidad de comenzar de nuevo, es casi que un borrón y cuenta nueva, sin olvidar que hay grandes dificultades.

SEMANA: Sobre todo, es una oportunidad para solucionar un conflicto agrario y territorial…
F.G.: Como ha dicho Sergio Jaramillo, los acuerdos de paz son la oportunidad para repensar el país y la manera como este se integró territorial, social y políticamente. Una de las causas del conflicto colombiano es que se expulsó a los campesinos de las zonas andinas hacia la frontera agrícola; precisamente, los acuerdos son un intento de remendar esa injusticia histórica que se cometió. En este sentido, la negociación es un intento de rearticular una población que de alguna forma la misma sociedad colombiana marginó. Busca enmendar lo que hemos hecho mal a lo largo de la historia.

SEMANA: ¿Cuáles son los principales retos y desafíos de implementar los acuerdos?

F.G.: El principal reto tiene que ver con transformar la cultura política del país, sobre todo, en lo que tiene que ver con la intolerancia y con la incomprensión del otro. En Colombia no se ha desarrollado una política moderna de diálogo con el adversario. Hasta que la gente no entienda que la vida política es una construcción colectiva de acuerdos entre adversarios y no de enemigos, el reto de la implementación de los acuerdos va a ser muy grande.

SEMANA: Pero otro desafío es ampliar la presencia del Estado…

F.G.: En efecto, el reto es integrar un país que lo ha estado a medias. Para lograrlo, las Farc y el gobierno acordaron que en esas zonas periféricas de frontera agraria el Estado llegue con proyectos de desarrollo con una reforma rural y de tierras… Aquí se busca solucionar el problema del desencuentro entre una población rural marginada con un Estado central. ¿Pero qué pasa con la democratización del resto del territorio? Este es un problema de fondo que va más allá de ese arreglo y que consiste en cómo democratizar las zonas intermedias en las cuales no hay del todo ausencia del Estado o en donde este funciona mediado por las elites locales; eso ocurre en buena parte del país.

SEMANA: Dentro de esa democratización está la participación política de las Farc. ¿Qué opina al respecto?

F.G.: El acuerdo de participación política tiene dos aspectos distintos: mejorar los mecanismos de la democracia participativa, aspecto en el que las Farc hace mucho énfasis, y aumentar las garantías de la mecánica electoral. La guerrilla tiene puestas sus esperanzas de participación política en los mecanismos de participación ciudadana, como los movimientos sociales. Y si bien el acuerdo les entrega a las Farc una cuota de curules en el Congreso y una financiación a su futuro partido, todavía es incierto cómo será su futuro político. En especial, todavía es una incógnita cómo será la relación de las Farc con los movimientos sociales y con los partidos políticos de izquierda.

SEMANA: ¿Hay riesgo de que jefes locales de las Farc, al ver un posible fracaso en términos de apoyo electoral, se armen nuevamente?

F.G.: Una de las preocupaciones de los negociadores es que las Farc carezcan de apoyo social y político, incluso en las regiones en donde supuestamente son dominantes. Ese es un peligro, por eso otro de los retos que se vienen con el pacto con las Farc es comenzar una reeducación de los guerrilleros y otros actores que han utilizado las armas como forma de hacer política. Es, como decía al inicio, un cambio de cultura política. Es un trabajo de décadas e incluso de siglos, y es un proceso gradual en el cual habrá fracasos y problemas.

SEMANA: La protesta y los movimientos sociales son un punto fundamental en los acuerdos, pero también es claro que estas formas de participación política han sido históricamente estigmatizadas. ¿Cree que con los acuerdos esto cambiará?

F.G.: En la actualidad, la Policía, el Ejército y en general el Estado miran la movilización desde una perspectiva contrainsurgente y quienes se movilizan son sospechosos y amigos de la guerrilla. Sin embargo, todavía no logran comprender que la movilización social es fundamental para mostrar en dónde no funciona el Estado. Aquí todavía no se ha entendido que la movilización es uno de los mecanismos que la gente tiene para expresarse cuando los canales normales de expresión democrática fallan. Pero esto también es un cambio de mentalidad en el que se debe trabajar en el periodo del posacuerdo.

SEMANA: Hablando de participación política, la posibilidad de que los comandantes de las Farc lleguen al Congreso y puedan aspirar a la Presidencia es algo con lo que la gran mayoría de los colombianos no está de acuerdo. ¿Es legítimo ese cuestionamiento?

F.G.: ¿Jefes guerrilleros en el Congreso? ¿En el gobierno? La historia de Colombia está llena de ejemplos de guerrilleros en el Congreso; no solo los miembros del M-19 han participado en cargos de elección popular, sino que desde hace largo tiempo muchos insurgentes han participado en la política. Si nos remontamos a los inicios de la República, Bolívar y Santander, en el sentido estricto de la palabra, fueron unos guerrilleros que llegaron a la Presidencia de la república. Rafael Uribe Uribe, uno de los líderes más importantes del Partido Liberal, también lo fue. Entonces no nos llamemos a engaños, aquí ha habido una larga tradición de jefes guerrilleros en esas instancias políticas.

SEMANA: ¿Por qué fue posible un acuerdo de paz con las Farc de Timochenko y no con las Farc de Tirofijo?

F.G.: Creo que hubo cambios internacionales fuertes y el influjo de los vecinos, en especial del presidente Chávez y de Fidel Castro, quienes presionaron bastante a las Farc para que negociaran. También se fue creando cierto consenso de que la lucha armada ya era cosa del pasado. ¿Qué pasó internamente? Al reconstruir el Ejército su estrategia y su estructura y al comenzar a emplear otras tecnologías, comenzó a sacar a la guerrilla de las zonas centrales y a arrinconarlos a las zonas periféricas, eso pasó desde finales del gobierno de Pastrana y durante los gobiernos de Uribe. En ese momento, las Farc se dieron cuenta de que tenían un terreno perdido y ahí comenzaron a negociar en las mejores condiciones posibles. El acuerdo de paz es un acuerdo político, no jurídico.