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ABAJO EL TELON

Cae el sector húngaro de la cortina de hierro.

5 de junio de 1989


"Desde Stettin, en el mar Báltico, hasta Trieste, en el mar Adriático, una cortina de hierro está calando sobre el continente europeo". Con esta eficaz imagen en un mensaje al Westminster College de Furton en Missouri, el primer ministro británico Winston Churchill bautizó el 5 de marzo de 1946, la barrera entre el mundo occidental y el mundo comunista que por más de 40 años señaló el límite no sólo territorial sino también ideológico, de los dos bloques, el del Pacto de Varsovia y el de la Otan.

Pero lo que parecía imposible, pasó. El pasado 2 de mayo, en la frontera entre Hungría y Austria, un tractor húngaro arrasó de raíz delante de las cámaras de los periodistas occidentales, la doble barrera de alambre de púas y de 300 kilómetros de largo, que formaba un muro casi insuperable. La cortina de hierro alcanzó su fama fúnebre en Hungría sobre todo en los años sesenta, cuando fueron construidas verdaderas redes de alambre electrificadas para impedir la fuga de los húngaros hacia occidente, fugas que en 23 años, del 66 al 88, se presentaron 13 mil quinientas veces. De 1.472 personas que atravesaron la frontera en los últimos tiempos 1.200 fueron capturadas, aunque de todos modos, durante la época reciente, las leyes fueron aplicadas con poca severidad a estos "delitos".

La destrucción de la cortina implica además del desmonte de sofisticadas instalaciones electrónicas, el desmonte de una concepción política. Durante la rueda de prensa organizada por la Guardia Nacional Húngara, el mismo coronel Balasz Novay confirmó este aspecto: "Esta es una jornada histórica. Es el inicio de una nueva era en las relaciones entre Hungría y el mundo de Occidente".

Pero no todo es tan simple. Los problemas organizativos y las implicaciones políticas no han sido resueltas del todo y una de ellas es que la desmilitarización de las fronteras húngaras, puede tener serias repercusiones en los demás países del Pacto de Varsovia. Allí hay quienes creen que Hungría sin cortina de hierro puede ser un trampolín para intentar vivir en el mundo de Occidente. De ahí que las autoridades húngaras se apresuren a aclarar que los controles ofrecen las mismas garantías que antes y que de todos modos "la decisión es una consecuencia lógica del proceso de democratización del país y de su propia 'glasnost'". Y lo demuestran con una simple cifra: el año pasado 11 millones de húngaros viajaron a Austria con un pasaporte válido para todos los países occidentales, mientras entraron 17 millones de extranjeros en Hungría.

Sin embargo, la cortina se mantiene en pie a través de miles de kilómetros de fronteras Este-Oeste. Pero la remoción del sector que separa a Hungría de Austria podría ser un hito histórico trascendental.--