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ACUERDATE DE ACAPULCO

Barco, el más moderado de los 8 presidentes en la cumbre de Acapulco.

Miguel Bonasso
28 de diciembre de 1987


La inmensa mayoría de los 800 periodistas que cubrieron la primera cumbre de los ocho en esta hermosa y tórrida ciudad del pacífico mejicano, coincidieron en señalar que el presidente colombiano Virgilio Barco representó el ala "moderada" del conclave, así como su colega del Perú, Alan García, fue la instancia más radical.

Una anécdota, filtrada de las conversaciones presidenciales que se hicieron a puertas cerradas y con gran hermetismo, confirma esa apreciación.

Según una fuente responsable consultada por SEMANA, Barco mantuvo una férrea oposición a que la declaración final mencionara la palabra "moratoria" o consignara siquiera que los países firmantes eran libres de tomar decisiones unilaterales.

Después de una extensa exposición fue interrumpido por el brasileño José Sarney quien le dijo amablemente: "pero, señor Presidente, si Colombia está en una mejor situación financiera y se sabe por tanto que no necesita recurrir a una medida de este tipo ¿ Qué inconveniente ve usted en que se deje en libertad a otros países que, como los nuestros, están agobiados por ese endeudamiento? "

Según la fuente, Barco se quedó sin respuestas para oponer al Presidente de un país que ya tuvo que declarar la moratoria hace varios meses y que ahora afronta una difícil renegociación.

La anécdota referida no fue una excepción sino que ilustra una constante de la prédica del Presidente colombiano en favor de una declaración que no aparezca como un enfrentamiento con Estados Unidos y por eso desentonó en una reunión en la que, de manera implícita o explícita, se formularon quejas por el trato que la gran potencia dispensa a las exhaustas economías latinoamericanas.

Esta tónica de Barco, que contrastó notoriamente con la de Alan García, que habló contra el "imperialismo" tan pronto pisó tierra mejicana en el aeropuerto de Acapulco, o con la del panameño Eric Arturo del Valle que denunció por su nombre a Estados Unidos, acusándolo de intentar derrumbar su gobierno, no sólo se expresó en privado.

Su discurso inaugural, pronunciado en el teatro "Juan Ruíz de Alarcón" del Centro de Convenciones donde se realizó la cumbre, recibió un aplauso tibio en comparación con la larga ovación que sucedió a las palabras de su homólogo más joven, Alan García.

Allí Barco habló de la "necesaria relación armónica y amistosa entre los estados industrializados y los de América Latina", aunque matizó afirmando que "ese vínculo no debía atentar contra nuestra autonomía".

Tampoco pareció oportuno que se refiriese al "tradicional respeto de Colombia por los Derechos Humanos", cuando la prensa mundial registra día a día, las permanentes y aterradoras violaciones a esos Derechos que se denuncian en su país.

Tal vez por eso, midiendo los decibeles de los aplausos y tratando de resultar simpático a los cientos de informadores que cubren la conferencia, Barco tuvo la amable iniciativa de visitar a los periodistas en la vasta sala de prensa del Centro de Convenciones. El resultado debió decepcionarlo: sólo un pequeño grupo se arremolinó en torno al Presidente colombiano para escuchar opiniones.

En cambio Sarney, que aunque eludió las definiciones radicales en materia política fue uno de los más duros en la relación con la deuda, provocó tumultos a su paso. A tal punto que en una ocasión se produjo un incidente entre los reporteros gráficos y los fornidos custodios del Estado Mayor presidencial mejicano.

En cambio Barco tuvo un saldo positivo en un encuentro paralelo a la cumbre que sostuvo con el mandatario venezolano Jaime Lusinchi, que se llevó a cabo en la villa del centro turístico de "Las Brisas" donde estaba alojado el Mandatario colombiano.

Aunque era de rutina declarar que el encuentro "fue muy cordial", Lusinchi quiso subrayarlo declarando a la prensa que "hablamos muy amistosa y francamente con Virgilio". Esa mención de Barco por su nombre de pila no deja de ser un dato positivo si se tiene en cuenta que hace tres meses ambos jefes de Estado estaban, o parecían estar, al borde de la guerra.

Alan García, en cambio, abogó permanentemente sobre la necesidad de pasar urgentemente de las palabras a los hechos y obtuvo algunos frutos.

La declaración final de Acapulco, que aún no se había hecho pública en el momento de escribir estas líneas, contiene (según un borrador del trabajo al que tuvo acceso la agencia prensa latina y posteriormente este enviado) es mucho más fuerte y concreta de lo que se había especulado en estos tres días de conclave.

El propio anuncio inicial del dueño de casa, Miguel de la Madrid, en el sentido de que no cabía esperar resultados "espectaculares", había alimentado el escepticismo de muchos observadores. Se pensaba que la cumbre quedaría reducida a una manifestación retórica, o que su importancia política radicaría centralmente en el hecho de haberse llevado a cabo, por primera vez en el subcontinente, sin una convocatoria de los Estados Unidos. Concepto que fue reiterado permanentemente por los 8 presidentes.

Sin embargo, el documento, de 22 puntos y 26 páginas de extensión, contiene algunas definiciones "fuertes" o escasamente digeribles para Estados Unidos. Una es la propuesta de un plan económico internacional de emergencia para Centroamérica que ya habría sido concertado con la Comunidad Económica Europea.

Hace dos días el canciller uruguayo Enrique Iglesias, en charla privada con el enviado de SEMANA había descartado una definición muy categórica sobre este tema, especulando con una medida de menor envergadura: el otorgamiento de avales por parte de los 8 países para las solicitudes de crédito de los centroamericanos a la Comunidad Económica Europea.

El documento, según lo trascendido hasta el momento, va más allá.
Alan García, que proseguirá viaje hacia los países centroamericanos fue nombrado delegado de los 8 para transmitir la buena nueva.

Aunque en el momento de transmitir esta nota los presidentes "afinaban" la declaración en cuanto al espinoso problema de la deuda, también parece que habrá definiciones más concretas a este respecto que las que se aguardaban.

Los 8 admitirán en su declaración final lo que no quería Barco: la posibilidad de que uno o más países adopten medidas unilaterales respecto al pago.

También abogarán por una corresponsabilidad de los acreedores y, en un marco común de acuerdos, recomendarán que, aunque cada país negocie sus pagos de acuerdo con sus capacidades, todos insistan en bajar las tasas de interés a sus niveles históricos y en inmovilizarlas para evitar las fluctuaciones que tornan tan oneroso su servicio.

No es el frente de deudores que muchos quisieran, pero es un primer paso que va más allá de los esquemas puramente declarativos.

El tema de la paz en Centroamérica, que fue insistentemente promovido por el presidente uruguayo Julio María Sanguinetti, quien llegó a Acapulco procedente de la convulsa región, también es abordado en la declaración final con un respaldo al acuerdo de Esquipulas II, logrado en agosto pasado por los 5 presidentes centroamericanos.

Por último, los 8 se institucionalizan como grupo de cara a la comunidad internacional, como una nueva presencia latinoamericana. La próxima cumbre se llevará a cabo en Uruguay en el segundo semestre de 1988.

Según las urgencias de los pueblos de la región, agobiados por la inflación, los ajustes recesivos, el desempleo, una fuga de capitales que se acerca a los 200 mil millones de dólares en el último quinquenio y un comercio interregional raquítico que apenas supera el 10% del total, resulta insuficiente.

Pero como hecho político, como expresión de una voluntad concertada para cambiar el viejo "panamericanismo" de la OEA por una diplomacia autónoma no es poco.

Cuba misma, según lo anticipó Sarney, podría retornar al sistema diplomático continental en esta perspectiva de avance.

Una anécdota muestra a las claras que Estados Unidos ha estado totalmente al margen de estas deliberaciones. Durante estos 3 días dos extraños personajes, salidos de una película de Woody Allen, deambulaban por la sala de prensa sin ser periodistas: el segundo secretario para asuntos políticos de la embajada de Estados Unidos en Méjico, James P. Mc Anulty y el consejero económico David Nollin. Ambos preguntaban versiones y pronósticos a todos los cronistas y los transmitían por teléfono porque según Mc Abulty, "estas cosas no se pueden mandar por télex".

Que la potencia más grande de occidente haya tenido que recurrir a esta forma artesanal y patética de espionaje, marca una diferencia sustancial con los tiempos de aquella OEA que expulsó a Cuba y apoyó la invasión a Santo Domingo.--