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AFRICA MIA

EL TRIUNFO DEMOCRATICO EN SUDAFRICA PODRIA SER EL PUNTILLAZO PARA LOS DESPOTAS DEL CONTINENTE NEGRO.

27 de abril de 1992

EN 1989 PARA ACA LA PALAbra clave en el mundo ha sido el cambio y Africa Negra no es la excepción. En el Viejo Continente el cambio se traduce en la incorporación de Europa Oriental a Occidente, en América Latina se convierte en liberalización económica y en Africa en la franca retirada de los regímenes dictatoriales y o no partidistas, perseguidos por un concepto que allí siempre ha sido esclusivo: la democracia.
El hito que sustenta lo anterior es el avance de la mayoría negra hacia la democracia plena en Sudáfrica, el país más desarrollado del subcontinente. Sin embargo, son varios los pasos dados hacia la instauración de una democracia efectiva en toda la región. En Zambia, por ejemplo, Kenneth Kaunda, presidente desdé 1964, entregó lealmente el poder al candidato opositor Frederick Chiluba. En Níger el general Ali Salbou, a pesar de ser opuesto al multipartidismo, acaba de aceptar la celebración de una "Conferencia Nacional" y; entregar el poder a un gobierno interno mientras se realizan elecciones libres. En Benin el general Mathieu Kerekou, líder del monopólico. Partido de la Revolución Popular, entregó el poder el año pasado al opositor Nicephore Soglo. En Gabón el Partido Democrático Gabonés había sido el único permitido desde 1968, pero su presidente, Omar Bongo al mando desde 1968 tuvo que hacer por primera vez una coalición con grupos opositores para mantenerse en el poder. Malí fue testigo del derrocamiento del general Moussa Traoré, líder de la Unión 13 democrática del Pueblo Maliense, a manos de un consejo de Reconciliación Nacional que ha prometido establecer un sistema multipartidista. En Zaire, Mobutu Sese Zeko ha tenido que prometer la terminación de la hegemonía de su Movimiento Popular de la Revolución, gobernante desde la independencia en 1960.
Desde este lado del mundo esos pasos parecen tímidos. Pero la independencia del Africa Negra es un desarrollo muy reciente y las condiciones en que se crearon los países no era la más adecuada para plantar la democracia. Para explicar el fenómeno se plantean varias tesis complementarias entre sí. La primera es que la política a la occidental y el tribalismo no coexisten fácilmente. Las división de Africa a la llegada de la independencia dependió más de la repartición colonial europea que de las fronteras tradicionales y si en ocasiones separó pueblos, en otras puso bajo una bandera a naciones ancestralmente enemigas. Eso hizo que los partidos se crearan sobre,bases tribales, lo que condujo inevitablemente al sistema monopartidista, que esconde la dominación de una tribu sobre las demás.
La segunda sostiene que en los años 50 y 60, cuando se dieron luchas independentistas como la de Jomo Kenyatta en Kenya y Patricio Lumumba en el Congo Belga (hoy Zaire), la guerra fría estaba en su momento más gélido y las superpotencias veían al Africa Negra como un campo por conquistar. A medida que se independizaban, los países eran presionados para que escogieran bando y votaran consecuentemente en Naciones Unidas. Eso llevó a que Washington y Moscu sembraran en los dirigentes la certeza de que no importaba cómo trataban a sus conciudadanos o cómo se entregaban a la corrupción, siempre que mantuvieran su alineamiento en el foro mundial.
Para empeorár las cosas, en los dos extremos ideológicos los gobernantes asumieron el manejo central de la economía, unos por seguir un esquema lejanamente sócialista y otros como herencia colonial. De ahí a producir focos de corrupción no había sino un paso.
Hoy sin embargo los observadores son optimistas. A la cabeza de las razones para ello está la terminación de la guerra fría, que puso a los dirigentes africanos a depender de su desempeño, antes que del apoyo complaciente de sus patrocinadoras. El retiro de la URSS de Angola, por ejemplo, propició el inicio de la democratización del país y el cambio de política norteamericana permitió la caída de las dictaduras de Chad y Liberia (si bien la guerra civil allí sigue rampante, como en Mozambique y Sudán). Aparte de ello, todos los países occidentales comenzaron a condicionar su ayuda a que no terminara en los bolsillos de los gobernantes, entre otras cosas por la incongruencia entre dar apoyo a la democracia en Europa Oriental mientras seguían sosteniendo déspotas en el Continente Negro.
Pero además se señala que en estos años se ha preparado una nueva generación capaz de asumir con responsabilidad y eficiencia los destinos de sus países. Eso y la creación de una clase media burocrática y educada ha cualificado las protestas contra gobernantes que ahora no pueden desencadenar la represión sin temor a la condena internacional. Para evitar las hegemonías, se barajan varias formas de organización partidaria que permitan la representación proporcional de todos los grupos étnicos.
Nada de lo anterior garantiza que el Continente Negro consolide su democracia. Pero lo que parece evidente es que se ha iniciado ese camino, que promete ser largo y espinoso.