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AGCA SE HACE EL LOCO

La corresponsal de SEMANA en Roma escribe desde la sala de audiencias donde se celebra el juicio por el atentado a Juan Pablo II

1 de julio de 1985

Agca sonríe con satisfacción. Las cámaras fotográficas y de T.V. de medio mundo apuntan sobre él. De repente se levanta en su jaula y grita: "Yo soy Jesucristo reencarnado. En nombre de Dios omnipotente anuncio el fin del mundo. El mundo será destruido, quedan sólo pocos años". Con estas palabras se presentó el pasado lunes 27 de mayo a los jueces Mehmet Alí Agca, el autor del atentado al Papa Juan Pablo II en la sala-bunker del foro itálico en Roma, donde se está realizando el llamado "proceso del siglo".
578 periodistas italianos y extranjeros, provenientes de todas partes del mundo siguen paso a paso las etapas de un proceso que durará al menos 9 meses y que se anticipa políticamente explosivo.
El acusado principal esta vez no es Alí Agca, que ha sido ya condenado a cadena perpetua en julio del 81, sino siete personas de las cuales sólo un búlgaro, Serghei Ivanov Antonov, y dos turcos, de los cuatro sindicados están presentes, acusados por el joven Agca de ser complices en el complot ideado supuestamente en Sofia para asesinar al Papa polaco.
Que se trata de un complot no hay dudas. Pero ¿quiénes son los autores intelectuales? La cuestión no está para nada clara y probablemente el superproceso que se acaba de abrir no despejará ninguna duda, porque se basa en las impredecibles declaraciones de Agca, medio loco, medio mitómano y hábil mentiroso.
"Responderé a todo, pero permítanme decir lo siguiente: el atentado al Papa está ligado con el tercer secreto de la Virgen de Fátima". Agca habla con las manos abiertas, mirando hacia el cielo con aire de inspiración. En perfecto italiano va alzando la voz casi hasta quebrarse. La sala del foro itálico desconcertada se pregunta acerca de lo que se esconde detrás del tercer secreto de la Virgen de Fátima.
A la salida, los enviados especiales de todas partes del mundo se precipitan a consultar a los expertos en cuestiones eclesiásticas y textos sagrados, para llegar a descubrir que la historia del tercer secreto se inicia en 1943.
Los otros dos secretos han sido ya revelados y denuncian entre otras cosas la responsabilidad de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. Mientras el tercer secreto fue entregado en 1957 al Vaticano gracias a las disposiciones de sor Lucía, quien siendo niña recibió de la Virgen en Fátima, un pueblito de Portugal, el mensaje divino.
En el Vaticano su escrito con las revelaciones fue conservado en los milenarios e interminables archivos hasta que el Papa polaco lo rescató y lo dio a conocer en Alemania en 1980 subrayando el "contenido impresionante" de la misteriosa revelación en la que "océanos enteros inundarán continentes y millones de hombres desaparecerán en minutos".
Agca, pues, no pierde ocasión para enviar sus mensajes en código "el Papa vino hasta mi celda, ha definido nuestro coloquio como excelente, no me ha calificado de loco como algunos medios de información lo han hecho. Yo espero una respuesta del Vaticano. Si éste permanece en silencio yo continuaré colaborando. Si me desmiente, no podré hablar más". Un mensaje concreto y ambiguo como todos sus mensajes. Ninguna reacción de la Santa Sede, más bien un silencio incómodo mientras en el aula, los periodistas se agitan, susurran, comentan las "místicas" declaraciones de Agca como las definió el mismo presidente de la Corte, Severino Santiapichi, invitándolo a calmarse. Más bien fríos e indiferentes aparecen los periodistas soviéticos que han enviado sólo sus corresponsales en Roma de las agencias Tass y Novosti, en contraste con los norteamericanos y su conocido despliegue de personas y equipo técnico a su disposición. La delegación más nutrida en cambio es la búlgara: dos filas enteras de mesas, auriculares para la traducción simultánea y a la cabeza el embajador, e cónsul, tres abogados de Sofía, el célebre y preciso juez Jourdan Ormakov quien dirige el proceso paralelo contra Agca en Bulgaria por difamación a la república socialista y la madre de Antonov, su rubia hermana y su hija adolescente.
Están todos presentes para demostrar y testimoniar la inocencia de Anotonov, el funcionario de las líneas aéreas del Báltico acusado por Agca de complicidad, único imputado búlgaro en la sala. Traen las circulares del reciente "comité de defensa de Antonov", creado hace pocas semanas en la Unión Soviética e India.
En su celda, en la sala de audiencias, Antonov da la impresión de un pájaro flaco e indefenso (por razones de salud goza de arresto domiciliar). Silencioso, serio, no voltea a mirar ni siquiera por casualidad a Agca, quien curiosamente está igualmente vestido: un sobrio y primaveral traje azul claro. Sus abogados defensores se muestran satisfechos después de las estrafalarias declaraciones de Agca y con cierta prudencia declaran a los periodistas que se desplazan en masa: "¿Qué credibilidad tiene un testigo como Agca?". Más allá, se pasea activa y habladora --y seguramente preocupada--Claire Sterling, la periodista americana inventora de la "pista búlgara" que con sus artículos para selecciones del Reader's Digest culpabilizó a los tres búlgaros acusados en el proceso. Entre los presentes, además de los periodistas, se intuyen miembros de los servicios secretos, personajes indescifrables que apuntan atentamente cualquier movimiento. Algunos, más comunicativos, sostienen posiciones distintas, otros insinúan que Antonov vive un proceso kafkiano. Estos últimos son los que sostienen la teoría de su inocencia, entre ellos miembros de la gran prensa internacional como el diario Washington Post en completo desacuerdo con su rival el New York Times, que lo cree culpable.
Al fondo, entre el público, hay una masa uniforme de al menos cincuenta hombres con bigotes. En fila militar los turcos de la neo-nazi Federación de Trabajadores Democráticos e Idealistas, filial en Alemania Occidental del Movimiento Nacional Turco, ligada a los extremistas de derecha " Lobos Grises" cuna del frustrado asesino del Papa, vienen a saludar y dar solidaridad a sus paisanos Musa Sedar Celebi, jefe de los "Lobos Grises" en Alemania, acusado de ser el intermediario para el pago de un millón 200 mil dólares por el atentado y Omar Bagci, la persona que confesó durante la etapa de instrucción haber entregado a Agca, cuatro días antes del delito, la pistola que hirió a Juan Pablo II. Entre ellos resalta la única mujer, la madre de Celebi, de origen campesino como su marido, alto y flaco, quien clavando la mirada sobre su hijo no deja de rezar a Alá con su camándula musulmana.
Los cuatro sindicados están cada uno en su celda-jaula, soportando el flash de las cámaras fotográficas y las miradas curiosas que los escrutan, en una sala que parece una cancha de juego cubierta, arreglada a ultima hora como sala de procesos. Rodeado de miles de "carabineros", el actor testigo-mitómano Agca exhibe su eterno juego, mientras el juez trata de llegar a la concreción de los hechos y pruebas. Pero en todo este teatrc hay un proceso real: Italia juzga a Bulgaria y detrás, como si fueran sombras gigantes, se confrontan Moscú y Washington. Al centro, la fuente de todas las pruebas y acusaciones: un hombre que se cree Dios.
En fin, un proceso que no será para nada fácil. -
Kelly Velásquez, corresponsal de SEMANA en Roma.