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Y AHORA VENUS

La sonda Magallanes, a bordo del Atlantis, reinicia la exploración espacial norteamericana.

5 de junio de 1989


Eran las 2:47 de la tarde del jueves 4 de mayo. Tras una demora de 59 minutos que hizo temer a los 100 mil espectadores y a los millones de televidentes por el éxito de la misión, los motores del transbordador espacial Atlantis se pusieron en funcionamiento. El vuelo, segundo en su tipo en 1989 y el cuarto desde el desastre del Challenger, se inició sin inconvenientes. Pero de paso, puso a los Estados Unidos de nuevo en el camino de la exploración espacial, que había abandonado desde 1978.

La razón es que el camión espacial llevaba en su bodega la sonda Magallanes, destinada a viajar a Venus en el primer proyecto de gran envergadura de la NASA, desde finales de la década pasada. La Magallanes fue puesta en posición de lanzamiento seis horas después del despegue de su nave-madre, cuando ésta se encontraba orbitando alrededor de la Tierra a unos 294 kilómetros de altura. Ya era de noche cuando los cohetes de combustible sólido se prendieron para que la sonda iniciara su viaje interplanetario que durará 15 meses y que, de tener éxito develará la mayoría de los misterios que aun rodean al planeta del amor.

El lanzamiento de la misión no dejó de plantear problemas. El viernes anterior se había producido una falla en una bomba hidráulica de Atlantis que hizo que se temiera por la seguridad y confiabilidad del transbordador. Otro aspecto que preocupaba a los científicos es que la alineación de los planetas obligaba a que el vuelo sólo se pudiera hacer antes del 28 de mayo. De haberse pasado esa fecha, Magallanes no hubiera podido ser puesto en curso hacia Venus sino dentro de dos años, cuando la alineación planetaria volviera a ser favorable.

La sonda Magallanes, que costó US$500 millones, es la primera nave de su tipo lanzada desde un transbordador espacial, y el éxito de esa operación era esperado con ansiedad por toda la comunidad espacial norteamericana, pues es la primera de 35 misiones que esperan su turno para ser despachadas, de esa forma, en los próximos años. La exploración espacial norteamericana había sido suspendida no sólo por el accidente del Challenger, sino por una serie de restricciones presupuestales que hicieron temer por la supervivencia del programa espacial de EE. UU. Por ello no es raro que Lennard Fiske, uno de los directivos de la NASA, afirmara que "estamos entrando en la segunda edad dorada de la ciencia espacial".

Entre tanto, Magallanes surca el espacio en busca de su objetivo planetario. Equipado con un nuevo tipo de radar capaz de penetrar las formaciones nubosas más espesas, la sonda deberá llegar a Venus hacia agosto del año entrante, tras dar dos vueltas alrededor del sol. Al comenzar a orbitar alrededor del planeta, los sensores de la nave enviarán a la Tierra (a 268 kilobits por segundo) imágenes de radar de áreas tan detalladas, que se podrán describir zonas del tamaño de un campo de fútbol. Además de las 1.852 aproximaciones cartográficas que cubrirán el 70% de la superficie la Magallanes hará pruebas para medir la gravedad y la densidad del planeta.

Con estos y otros experimentos, los científicos aspiran a entender la razón por la cual Venus, un astro muy similar a la Tierra, se deterioró hasta convertirse en un infierno de 900 grados de temperatura en la superficie. Una conclusión aterradora podría ser que el planeta sufrió una especie de efecto invernadero, algo por lo que parece estar atravesando la Tierra, y que esa circunstancia determinó la desaparición de toda forma de vida.