Home

Mundo

Artículo

AL PIE DEL CAÑON

Un buque de museo causa la muerte a 47 marinos.

22 de mayo de 1989

Cuando el mundo supo de la explosión que sacudió al acorazado norteamericano Iowa la semana pasada, con un saldo de 47 marinos muertos, la sorpresa no fue tanto la magnitud del accidente, sino la existencia misma en servicio activo, de buques de la edad y características del afectado en la Marina de los EE.UU.
La etapa de los grandes acorazados parecía relegada a los recuerdos de la Segunda Guerra Mundial, cuando eran el símbolo máximo del poder naval. El Iowa, que le da además su nombre a un grupo de cuatro acorazados gemelos, entre ellos el New Jersey, fue lanzado en 1942 en pleno conflicto, y era lo más moderno de la época, con sus tres torretas de tres cañones de 16 pulgadas, capaces de lanzar proyectiles de más de mil kilos de peso a una distancia de 25 kilómetros.Terminada la guerra, los cuatro buques de clase Iowa fueron pasando a la reserva paulatinamente, para ser guardados en los diques secos de Norfolk, en Virginia. Pero a comienzos de los años 80, bajo el patrocinio del primer secretario de Marina de Ronald Reagan, John Lehman, fueron puestos nuevamente en servicio, en medio de un debate nacional.
Cuando se inició su restauración, a un costo relativamente bajo de US$300 millones por buque, los navios de guerra ya no usaban cañones, sino lanzamisiles. Por esa razón, se argumentaba que la Marina perdería su capacidad de bombardeo costero convencional.
Los oponentes de la reactivación afirmaban en cambio que los grandes, buques de superficie resultaban demasiado vulnerables en la era de las armas atómicas y, sobre todo, de los misiles aire-barco, y citaban la pérdida de buques británicos ante los Exocet lanzados por los aviones argentinos en la guerra de las Malvinas, sin mencionar el hundimiento del acorazado Belgrano, de ese país. Para ellos, la supervivencia de un buque de esas características sería sólo momentánea en caso de guerra.
Esos aspectos del debate continúan vigentes. Pero en lo que nadie pensó en esa época fue en la intrincada y peligrosísima operación de los anticuados cañones gigantes,que ya no se pueden construir en ninguna parte del mundo. Las torretas son verdaderos edificios que se prolongan varios pisos hacia la parte baja, encajonados en medio de un blindaje de varias pulgadas de acero. Allí,27 marinos manipulan dificilmente los explosivos necesarios para cada andanada. Y fue allí precisamente donde se produjo la tragedia.
El revés hará que probablemente los norteamericanos revisen el uso de semejantes dinosaurios marinos,que posiblemente regresarán a los museos, de donde tal vez nunca debieron haber salido.