Home

Mundo

Artículo

AL ROJO VIVO

Crecen las tensiones en Polonia mientras el gobierno renueva la mano dura.

26 de septiembre de 1988

Esta vez tampoco fue. Ya cuando en Occidente se pensaba que el brote de huelgas que semiparalizó a Polonia la semana pasada iba a decidirse en favor de quienes protestaban, el régimen del general Jaruzelszcki volvió a sacar la carta de siempre de su manga: la represión.
A las buenas o a las malas, los mineros de la Alta Silesia, al igual que los obreros de Gdansk y Nowa Huta, se vieron obligados a volver a sus trabajos. Por más quejas que haya sobre el régimen, éste todavia controla a las fuerzas de seguridad.
Ese fue el mensaje claro enviado el pasado 22 de agosto por el ministro del Interior, general Czeslan Kiszczak. Vestido con su uniforme de gala, el militar habló por la televisión y anunció que el gobierno no dejaría que Polonia se volviera "un país anárquico". Casi al mismo tiempo se anunció el establecimiento del toque de queda en tres áreas claves del país, al mismo tiempo que la policía empezaba a desalojar huelguistas.
A mediados de la semana ya había quedado en claro que este round le correspondia a Varsovia. Aunque unos cuantos movimientos de paro todavía seguían, los más importantes se habían acabado.
Esa victoria, claro está, no evitó la lluvia de críticas sobre Jaruzelszcki y sus "muchachos". La Iglesia Católica se quejó de las continuas violaciones a los derechos humanos y diferentes países occidentales atacaron la política de mano dura del gobierno polaco. En Inglaterra se sugirió la cancelación de la visita de Margaret Thatcher planeada para octubre y en Estados Unidos se pidieron sanciones económicas justificadas en la nueva ley de comercio firmada la semana pasada por el presidente Reagan.
Tales demostraciones de apoyo no llegaron, sin embargo, a los oídos del polaco medio y, si lo hubieran hecho, probablemente no le hubieran importado. Aunque la crisis consiguió evitarse, son pocos los que dudan que los problemas continuarán en un futuro.
Como de costumbre, las protestas se centran en torno a la situación económica interna. En lo que va del año la inflación ha alcanzado cerca de un 60%, mientras que la mayoría de los salarios se ha mantenido estable. Esa receta, recomendada por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, ha disminuido sustancialmente la calidad de vida del ciudadano medio. Aun las estadísticas oficiales reconocen que 60% de los habitantes viven por debajo de la linea de pobreza.
A cambio, las autoridades han conseguido mejorar el saldo en el comercio exterior polaco. Suponiendo que no haya más huelgas es factible que el gobierno alcance el objetivo oficial de 1.200 millones de dólares de superávit en la balanza comercial. La suma escasamente le sirve al pais para pagar parte de los intereses sobre una deuda externa cercana a los 40 mil millones de dólares, pero algo es algo . No obstante ese mediano éxito, muchos creen que la situación es insostenible. Las informaciones venidas del país hablan del surgimiento de una generación sin esperanzas, cada vez más extrema y volátil. Según el semanario clandestino Tygodnik Mazowse, "La vida que ellos llevan es una pesadilla. La mayoría vive en supuestas casas donadas por las empresas. A veces son seis repartidos en dos cuartos. Una pareja con tres niños vive un una pieza de cuatro metros cuadrados, con cocina y donde no hay sino agua fría".
Irónicamente, la suerte del ciudadano medio ha sufrido por cuenta de las huelgas. Con excepción de los obreros que han triunfado en sus reivindicaciones salariales, los demás han pagado las consecuencias de una mayor inflación.
Los afortunados, por su parte, son aquellos que tienen parientes en el extranjero y reciben dinero de ellos. Los dólares permiten hacer las compras en las tiendas Pewex, donde se pueden adquirir artículos importados. No obstante, si hay que ir al mercado negro hay que llevar mucho dinero. El cambio del dólar alcanza hasta 3 mil zlotys, en un país donde el salario promedio es de 47 mil zlotys al mes.
Ante semejante debacle, nadie posee respuestas. Si el gobierno decide hacer reformas por su cuenta, lo más probable es que la población proteste de una manera nunca vista. Tal como anotara la semana pasada un huelguista entrevistado por la televisión francesa, "esto hasta ahora está comenzando".
Por lo tanto, lo más seguro sería organizar un diálogo entre Varsovia y los sindicatos, incluidos los " fuera de la ley". Claro que para ello, se necesitaría que el general Jaruzelszcki reconociera a Solidaridad y recibiera a su líder, Lech Walesa. En principio el militar no está dispuesto a hacerlo, pero las cosas están tan mal, que todo es posible. La semana pasada se habló de contactos informales, aunque nada oficial. Por ahora, se están anunciando cambios en el gobierno, incluso a nivel de primer ministro, pero no hay duda de que si las cosas siguen como van, hasta el general Jaruzelszcki se puede encontrar uno de estos días en el banco de los jubilados.