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Mohammed Riyadh fue identificado como la persona que hirió con arma blanca a 4 personas en un tren. | Foto: AFP

MIGRACIÓN

El temor a la sospecha generalizada que sienten los menores refugiados en Alemania

Después de que un joven afgano atacara a una veintena de personas en un tren, los miles de menores que llegaron solos como solicitantes de asilo quedaron en la mira. ¿Cuál es el panorama?

21 de julio de 2016

El ataque en un tren de cercanías de un joven refugiado, inspirado en la propagada yihadista, ha generado no sólo espanto entre los ciudadanos alemanes, sino también miedo entre las decenas de miles de menores que llegaron solos como solicitantes de asilo y que temen ahora la reacción de su país de acogida.

La Federación de especialistas en menores no acompañados (BumF), que agrupa a un centenar de organizaciones que trabajan con estos niños y adolescentes, quedó en estado de shock al escuchar que un refugiado afgano de 17 años había atacado con un hacha y un cuchillo a los pasajeros de un tren en la noche del lunes.

"Tuvimos claro que iba a tener graves repercusiones en los centros de acogida", señala Niels Espenhorst, uno de los miembros de esta organización, en un encuentro con la prensa extranjera en Alemania.

En estos momentos, los servicios públicos de protección de la infancia y la juventud atienden a alrededor de 52.400 menores que han llegado al país sin su familia, a los que se suman varios miles que siguen teniendo derecho a ayudas aunque ya han cumplido los 18 años, la mayoría de Afganistán, Irak, Siria, Irán, Eritrea y Somalia.

Al margen de las víctimas directas del ataque -las cinco personas heridas en la noche del lunes-, Espenhorst cree que los más afectados son estos menores, que temen revivir el terror del que muchos han huido traumatizados y tener que esconderse ante el creciente "resentimiento" en la sociedad en la que buscan integrarse.

Su mensaje concuerda con el lanzado por el ministro alemán de Interior, Thomas de Mazière, en su primera comparecencia pública tras el atentado, cuando animó a funcionarios, voluntarios y familias de acogida a "no dejarse intimidar" por lo ocurrido y a continuar con su valiosa labor.

En sentido parecido se pronunció la canciller Angela Merkel, quien además de transmitir sus deseos de pronta recuperación a los heridos expresó su gratitud a todas estas personas que contribuyen a la acogida e integración de esos menores.

Las autoridades han pedido también al entorno más cercano a esos menores que informen de cualquier síntoma de radicalización, ante la clara dificultad de prevenir ataques como el protagonizado por el joven, que vivía en una familia de acogida desde hace dos semanas y aparentemente integrado.

La historia de este menor es similar a la de otros muchos: llegó hace justo un año a Alemania a través de Passau, en la frontera con Austria, donde fue registrado como solicitante de asilo afgano.

En diciembre presentó su solicitud de asilo y hace dos meses, en el marco del reparto de menores entre los estados federados, acabó en las cercanías de Würburg; allí hizo unas prácticas en una panadería y hace dos semanas llegó a una familia de acogida, desde cuya casa salió en dirección al tren en el que cometió su atentado.

Espenhorst habla con cautela y evita comentar el caso de este joven al desconocer los detalles de su situación, pero duda de las radicalizaciones exprés y apunta a la inestabilidad emocional y psicológica que subyace en las personas que se lanzan a cometer ataques de este tipo, sea el joven afgano o el ultraderechista noruego Anders Behring Breivik.

Según la experiencia de su organización, no son estos menores el objetivo prioritario o más sencillo para los integristas que buscan reclutar nuevos fieles entre los refugiados y que tienen mucho mas fácil acceso a los albergues masificados en los que viven la mayoría de los solicitantes de asilo, aunque no se debe infravalorar la influencia de internet.

Los menores llegan solos a Alemania por muy diversos motivos; hay quienes huyen de sus propios padres, de un reclutamiento forzoso o de un matrimonio no deseado; quienes son enviados por la familia para protegerlos; o quienes simplemente se han visto separados de sus familiares durante el viaje.

En general tienen muy buenas perspectivas de poder permanecer en el país, bien como refugiados -el 94 % de las peticiones de menores resueltas el año pasado lo fuero de forma positiva- o con un permiso de residencia apoyado en el arraigo.