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APAGA Y VAMONOS

Auxilios que no llegan y 500 millones de dólares en pérdidas, el panorama en El Salvador tras el terremoto.

17 de noviembre de 1986

Ni siquiera los siete años de guerra civil habían producido en El Salvador un panorama tan desolador. "Hecatombe" titularon los diarios locales sus primeras ediciones, tratando de describir una tragedia cuyo número de víctimas supera ya los mil muertos, los 10 mil heridos, los 200 mil damnificados y los por lo menos 500 millones de dólares en pérdidas. La angustia que se ha vivido en este país centroamericano de 5 millones de habitantes desde el terremoto del 10 de octubre, resulta ser algo así como el "apaga y vámonos" .
Más de mil sismos menores registrados desde entonces y la posibilidad aún no descartada de que se repita un temblor de igual o mayor magnitud que el anterior, mantienen en vilo a una población que aún permanece a la intemperie, o resguardada en toldas improvisadas con pedazos de lata, cartón y hasta con cortinas de baño, para protegerse de las intensas lluvias que, como si fuera poco, se han registrado en los últimos días.
Para el gobierno de José Napoleón Duarte, el reto no podía ser mayor. Aunque la guerrilla, agrupada bajo el Frente Farabundo Martí y el Frente Democrático Revolucionario (FMLN FDR) ha anunciado una tregua unilateral, las labores de rescate y de reconstrucción del país ciertamente no resultarán fáciles.

AUXILIOS Y SERVICIOS
La distribución de los auxilios provenientes del exterior a través de un comité conformado por empresas privadas, ha despertado airadas reacciones de otros sectores, entre ellos la Iglesia Católica que decidió formar su propio comité de socorro.
Entre la población infantil ya se han empezado a registrar casos de diarrea e infecciones intestinales provocados por las malas condiciones de higiene y la falta de agua potable. En San Salvador, destruida en casi un 80%, los habitantes de los barrios más afectados pertenecientes en su mayoría a estratos bajos, iniciaron por su propia cuenta comités de ayuda mutua, con el fin de organizar la distribución de los auxilios y defenderse del pillaje, llegando incluso a efectuar colectas con el fin de alquilar camiones para transportar la ayuda proporcionada por los organismos estatales.
A pesar del auxilio recibido de países como México, Guatemala, Suiza, Japón, Estados Unidos, Francia, Canadá y Colombia, las brigadas de socorro enfrentan serios problemas en el rescate de las víctimas que aún se encontraban, al cierre de esta edición, sepultadas bajo los escombros. La falta de máscaras adecuadas de protección y de implementos para remover las toneladas de material destruido, han dificultado la labor de los expertos. Los heridos se encuentran aún dispersos en las calles y los medicamentos, particularmente el plasma sanguíneo y el oxígeno, escasean. Se teme, además, la propagación de una epidemia ocasionada por el gran número de muertos insepultos, que no han podido ser removidos de las zonas afectadas.

"SOMOS SORDOS ANTE LOS OJOS DE DIOS"
Los servicios básicos en San Salvador no han sido todavía restituidos en su totalidad. La electricidad y el agua potable se han ido reinstalando muy lentamente. Mientras tanto, los artículos de primera necesidad también escasean y sus precios se han elevado en un 50%.
En fin, todo un panorama que ha llevado al arzobispo de El Salvador, Arturo Rivera y Damas a decir, en una homilía oficiada al aire libre ante los cientos de damnificados que lo escuchaban: "Ciertamente somos sordos ante los ojos de Dios. Si en estos siete años de guerra no hemos escuchado, quizás este impacto nos haga más conscientes de nuestro problema".