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APERTURA CON CARA DURA

Por primera vez, después de 18 años de dictadura militar, se celebran elecciones en el Brasil. El triunfo oficial, sin embargo, no permite prever cambios sustanciales.

20 de diciembre de 1982

Extraordinariamente lentos resultaron los escrutinios en Brasil. Al momento de escribir esta nota apenas el 50% de los sufragios habían sido contados. Sin embargo, las cifras reveladas hasta la fecha no afectarán, según los expertos, las tendencias generales que indican los resultados ya conocidos de los 22 estados del país.
La primera gran verdad es que el oficialista Partido Democrático Social (PDS) parece haber asegurado el triunfo en 12 estados, disponiendo además de una apreciable ventaja en otros dos. Mientras tanto, la oposición parece haber conquistado 4 estados y disponer de una ventaja en tres más, sin incluir a Río de Janeiro donde se libra una gran batalla entre las fuerzas oficialistas y las del socialista Leonel Brizola del Partido Democrático de Trabajadores (PDT), a quien se da como seguro vencedor en la elección de gobernador de Río de Janeiro.
Otro aspecto que parece haber quedado en claro es el relacionado con la correlación de fuerzas en el futuro Colegio Electoral, que ha de elegir al próximo Presidente de la República. Según las directrices de Brasilia para ocupar la silla presidencial se requieren 344 votos de los 686 electores que integran el Colegio Electoral. Este organismo estará compuesto por 470 diputados federales, 69 senadores y 147 diputados estaduales.
De acuerdo con las cifras reveladas hasta el momento, y dado el triunfo del gobierno en 12 estados, los sectores que encabeza el presidente Figueiredo tendrán 72 diputados estaduales, más 18 diputados del Estado de Rondonia, donde no hubo elección sino designación del poder central, y donde el PDS triunfó comodamente. El gobierno, además, espera lograr 220 diputados federales y 48 senadores, otros 78 diputados estaduales, lo que le daría 436 miembros en el Colegio Electoral ya sí tendría más de los necesarios para definir la elección presidencial. Según los escrutadores, este sector podría incluso obtener el apoyo de otros dos estados lo que incrementaría su ventaja en el Colegio Electoral.
Figueiredo no tendría, pues problemas al definirse quién será su sucesor y no tendrá problemas con su partido. Por lo pronto tres nombres han surgido como posibles candidatos presidenciales: el ministro del interior actual, señor Andreaza Antonio Magalhaes gobernador del Estado de Bahía y otro exgobernador, Rubén Ludwig.
Una decepción parece estar aflorando en el sector opositor, dada la baja votación que el líder sindical Luis Ignacio "Lula" da Silva parece haber registrado, lo que no le permitiría convertirse en el nuevo gobernador de Sao Paulo.
Después de soportar dieciocho años de dictadura militar más de 58.5 millones de brasileños tuvieron el lunes pasado la oportunidad de acudir a las urnas para elegir a 22 gobernadores (el del Estado de Rondonia el gobierno se adelantó a nombrarlo), 479 diputados federales y 949 departamentales y a los concejales de 4.011 municipios, así como también a 25 de los 69 senadores y a la mayoría de los alcaldes, ya que el gobierno se reserva el derecho de nombrar a los otros, en ciudades que califica previamente de "áreas de seguridad nacional". Los gobernadores designan a los de las capitales de sus estados.
En las últimas dos décadas, es esta la primera campaña electoral que no se ha desarrollado bajo la asfixiante amenaza de esa espada de Damocles que son las anticonstitucionales "actas institucionales" del autoritarismo castrense brasileño, cuyas características han sido el constante "juego sucio" del régimen: la dispersión y enfrentamientos, en las tres últimas semanas, de los intelectuales, y de algunos candidatos, mediante militares camuflados de civiles y de ex subversivos varios de éstos condenados como terroristas y amnistiados hace tres años.
Han desempeñado un importante papel en estos comicios, y se proyectan notoriamente en el panorama futuro, dos fuerzas nuevas que son el fruto de los fenómenos más interesantes registrados en Brasil en estos últimos años: el nuevo sindicalismo que lidera Luis Ignacio "Lula" da Silva, y que estrena el Partido de los Trabajadores, y las comunidades eclesiásticas de base, organizadas por la combativa iglesia brasileña y que cuentan con más de cinco millones de miembros activos.
No podía faltar tampoco en esta campaña el toque irreverente de los brasileños, especialmente de esta síntesis nacional que es Río de Janeiro, donde algunos ingeniosos candidatos utilizaron para escribir sus nombres y números hasta en las menudas tangas de las "garotas" de Ipanema, Copacabana y Leblon. O en la descomunal Sao Paulo, donde un candidato, Pedro Pavao, desfiló por las calles cotidianamente en un carro alegórico coronado por un enorme pavo real de hierro multicolor.
Por supuesto, el ambiente y fiesta carnavalescos son la mejor prueba de la importancia del evento, porque como me dice un intelectual carioca amigo: "En Brasil, lo que no acaba en carnaval más valdría que no hubiera comenzado".

EL QUINTO JINETE
Cuando el 1° de abril de 1964 los militares brasileños derrocan al presidente Joao Goulart, e instalan la dictadura presidida por el mariscal Humberto Castelo Branco, ya un viento otoñal barría en América Latina a los dictadores como Gómez, Trujillo, Somoza. Pero para implantarse aquí, el modelo necesitó de ciertas operaciones que le permitieran sustentar un maquillaje democrático. Necesitaba contar con partidos políticos fieles, y por eso acabó con los que había. Desechada la solución "mexicana" de partido único, se desembocó en el bipartidismo: la oficialista "Alianza Renovadora Nacional" (Arena) y el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), que acogió a la oposición tolerada, mientras los políticos incómodos y la oposición en general tenían sus derechos políticos cancelados por diez años y eran detenidos o expulsados del país.
Sucedió a Castelo Branco el general Arthur Da Costa E Silva, quien murió a mitad de su mandato dejando para el general Emilio Garrástazu Médici, protagonista del periodo más negro de la dictadura, la responsabilidad de probar el sistema partidario, lo que hizo con éxito en 1970, cuando Arena se impuso con unos 6 millones de votos en unas elecciones viciadas y desarrolladas bajo el signo del miedo impuesto por el "Acta Institucional nurnero 5" y el terrorismo de Estado, que incluyó la tortura, los allanamientos y las "desapariciones" .
Ese proceso de la dictadura sería juzgado en las elecciones de 1974. Mientras el general Ernesto Geisel ensaya la "apertura democrática" aflojando las riendas del poder autoritario, el MDB se impone arrasadoramente con 4.418.456 votos para el Senado, mientras Arena cae a 900.0000 y los votos blancos y nulos suman más de 6 millones .
Al quinto jinete de la dictadura, general Joao Baptista Figueiredo, le correspondió llevar a la práctica la "apertura" dirigida por el general Golbery, quién siguió al frente de 12 casa civil hasta agosto del año pasado, cuando perdió la batalla frente a los "duros", capitaneados por el general Octavio Madeiros, jefe del SNI y firme aspirante a suceder a Figueiredo.
Golbery fue sustituido por Joao Leitao de Abreu, quien había ocupado ese mismo cargo durante el gobierno Medici. Pero antes de que eso ocurriera, Figueiredo y Golbery tomaron varias medidas para frenar el avance de la oposición. La primera de importancia fue en noviembre del 79, cuando acabaron de un plumazo con una década de bipartidismo y regresaron al sistema pluripartidista.

EL OSCURO BAILE DE LAS SIGLAS
El plan del general Golbery, el mago de la apertura y de la geopolítica brasileñas, logró su objetivo: la desintegración de la oposición. Mientras Arena, se limitaba a vestirse de Partido Democrático Social (PDS), la oposición, bajo el impacto de las ambiciones personales de los políticos y las discusiones doctrinarias bizantinas, se dividió en cinco partidos. Mientras la mayoría se alistaba en el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), un ala derechista de gran peso económico y político, reforzada por algunos descontentos de Arena, fundaba el Partido Popular (PP), una especie de segundo partido oficialista camuflado que podría salir como alternativa en un momento de apuro de PDS, y que tenía hasta las iniciales de otro de los estrategas políticos del régimen: Petronio Portela, ya fallecido.
Impedido por las autoridades para resucitar el Partido Trabajador Brasileño (PTB), de Getulio Vargas y Goulart, el líder socialista Leonel Brizola, uno de los más odiados por el régimen militar, regresó del exilio y fundó el Partido Democrático Trabajador (PDT). Pero el hábil Golbery dividió a los Petebistas concediéndole esa sigla a Ivette Vargas, sobrina-nieta de Getulio para que organizara un partido confuso en el que entraron desde el polémico expresidente Janio Quadros, candidato a gobernador de Sao Paulo, hasta Sandra Cavalcanti, una de las principales colaboradoras del derechista Carlos Lacerda, a quien por cierto se acusa de haber provocado el suicidio de Getulio Vargas.


La verdadera novedad en este campo fue el Partido de los Trabajadores (PT), creado después del éxito de las huelgas de los metalúrgicos en el cinturon industrial de Sao Paulo, el hecho opositor más importante de la lucha contra la dictadura. El PT se organizó en torno al líder sindical de esa lucha: Luis Ignacio Da Silva, quien hizo de su apodo "Lula" una marca registrada tan conocida como Pelé y Zico, tanto que electoralmente la incorporó como apellido a su nombre.
Estos son los partidos que han competido en la campaña electoral, excepto el PP que se unió previamente al PMDB para unificar la opción opositora al poder. Esa fusión, a la que el gobierno se opuso con toda clase de medidas, tuvo también un efecto que será negativo a partir de ahora: complicar el ya oscuro baile de las siglas, ya que convirtió al PMDB en un extraño frente donde se mezclan poderosos banqueros y colaboradores de la dictadura con el mismísimo secretario general del Partido Comunista Brasileño (PCB) y con exguerrilleros del Movimiento Revolucionario 8 de octubre (MR-8), así bautizado como homenaje al día en que mataron al "Che" Guevara en Bolivia.
A propósito del PCB, partido públicamente tolerado pero no reconocido oficialmente, hay que resaltar que tiene también miembros militando en otros partidos, especialmente en el PT y el PDT. En este ultimo, apoyando a Brizola en Río, está el legendario Luis Carlos Prestes, que hace poco fue derrocado de la secretaría general.
Esa mezcla heterogénea de la que apenas se salvan el PT y el PDT, hace previsible un cambio en el panorama partidario independientemente del resultado electoral. El PMDB podría transformarse en un partido liberal de centro derecha, mientras su izquierda se organiza en otro partido o se decide a pasarse a las filas que capitanean Lula o Brizola. La intención del PT es continuar su exitosa carrera independiente, mientras que Brizola, apoyándose en la Internacional Socialista, pretende convocar de inmediato a un congreso interpartidario que desembocaría en la fundación del Partido Socialista Local.

FIGUEIREDO EN CAMPAÑA
Este general contradictorio, que conspiró contra Goulart y ha sido hombre importante de la dictadura, consiguió que el pueblo se olvidara de su pasado cercano como jefe de la casa militar de Garrástazu Medici y del SNI con Geisel, bajo el impacto emotivo:
"Juro que voy a hacer de este país una democracia. Pero su concepto de lo que es ser democrático salió inmediatamente a la luz cuando confesó a la prensa su método para llegar a ese sistema: "y al que no quiera la democracia, lo prendo y lo reviento".
Protagonista de hechos importantes, como la amnistía, que fueron abriendo gradualmente el sistema, se olvidó en esta campaña de ser presidente para transformarse en punta de lanza de la campaña del PDS, hasta el punto que desde enero hasta ahora abandonó 48 veces Brasilia para recorrer todos los estados y territorios, por lo menos en dos oportunidades, pronunciar 140 discursos partidarios, recibir más de 60.000 cartas y hacer que un equipo las contestara, protagonizar el programa semanal "El Pueblo y el Presidente" y usar durante más de 130 horas de vuelo tres aviones, incluido el presidencial Boeing 737, movilizando constantemente más de 100 funcionarios para programar viajes, protegerlo, etc. Todo eso con cargo a los cofres públicos y en beneficio exclusivo del PDS y sus candidatos. Su momento de gloria lo tuvo recientemente en Serra Pelada, donde fue cargado en hombros por los "garimpeiros" (buscadores de oro), comandados por su amigo y cacique local el "Mayor Curio", quien es en realidad el coronel del SNI Sebantiao de Moura.
Pero a las pocas horas de aparecer en la TV y en la prensa sucio de barro y cargado por los garimpeiros, conoció la amargura de un gran abucheo en Río Grande del Sur y otro de 100.000 personas en la fiesta del PDS carioca en la quinta de Boa Vista, donde a los gritos de "Brizola, Brizola" la multitud le impidió hablar, obligándolo a retirarse llorando. Reaccionó autoritariamente: la policía, dirigida por su secretario particular, según "Jornal do Brasil", detuvo ese mismo día en Curitiba a más de 100 personas que abuchearon al presidente, encuadrando a 30 de ellos en la ley de seguridad nacional.
Es esa la verdadera cara de la apertura brasileña, un rostro autoritario que no acepta la derrota ni la pérdida del poder. Fue el mismo Ibrahim AbiAckel, ministro de Justicia, quien la definió mejor: "Vean el cuadro de los hombres públicos del país: quien sustenta el proceso de apertura, quien tomó la iniciativa, quien es el acreedor y el avalista de ese mismo proceso es un hombre sólo, el presidente Figueredo. Derrotarlo en ese momento en un acto de inmadurez, es una insania". Y lo aclaró más: las elecciones sólo serían válidas si las ganaba el PDS...

BATALLA ENTRE MILITARES Y SUBVERSIVOS
Los desdoblamientos que podrán imponer al sistema los resultados electorales, incluso en el aspecto económico, preocupan al régimen tanto como la presencia de numerosos exiliados entre los candidatos de todos los partidos. Esta influencia ha intentado contrarrestarla el establecimiento presentado también a numerosos militares para puestos electivos, quienes en caso de ser elegidos, y según el comentarista del conservador "O Estado de Sao Paulo", pueden constituir "un importante muro de contención a las eventuales iniciativas revanchistas contra los revolucionarios de 1964" (léase los militares y sus colaboradores).
Y ese es un grave síntoma porque es indicio de que hay serios problemas y divergencias en el seno de las Fuerzas Armadas, ya que, como dice el analista político Carlos Castello Branco, "Esas señales de turbulencia en la atmósfera militar representan una advertencia a los políticos de que la apertura y el "reencuentro de la libertad" continúan condicionados a una línea de comportamiento que sería rebasada, por ejemplo, con la elección del señor Leonel Brizola como gobernador de Río de Janeiro".

¿Y AHORA, JOAO?
Mientras el presidente Joao Figueiredo medita o no sobre la conveniencia de "empachar de democracia" a sus colegas de los "bolsones radicales", la mejor respuesta a ese interrogante nos la da el anciano abogado Sobral Pinto, considerado como la conciencia jurídica de Brasil: "No soy profeta, pero mientras el poder esté en las manos de los militares, en cuanto el jefe del gobierno sea un general, nada va a cambiar sustancialmente en nuestro país. Continuaremos en esa anarquía y en ese desorden institucional que está ahí. Después de 18 años de frustraciones económicas, sociales y políticas, el país no tiene remedio si continúa gobernado por el sistema castrense".