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ARDE CRIMEA

La amable penìnsula, que era el paraìso de los rusos, podría convertirse en un nuevo infierno bélico.

27 de junio de 1994

LOS BALNEARIOS DE LOS RUSOS SE HAN convertido en sitios peligrosos. Hace un año los turistas, en vestido de baño y mojados, se subían a los helicópteros en Sujumi (Georgia), esquivando las balas de una guerra que estalló en plena temporada. Ahora las chispas saltan en Crimea, unos días antes de que se inicie la de este año.

Con las playas casi vacías, lo de Crimea es por ahora una guerra de nervios. Pero tiene el potencial para convertirse en una guerra de verdad.

En realidad, Crimea es un nudo de problemas: las ansias independentistas de la península, la división de la Flota del Mar Negro entre Rusia y Ucrania, y una difícil situación económica.

El viernes 20 de mayo el Parlamento de Crimea votó restablecer la Constitución de 1992, que en su artículo noveno dice: "La República de Crimea hace parte del Estado de Ucrania y determina sus relaciones con ella sobre la base de acuerdos". Si un gobierno determina sus relaciones con otro sobre la base de acuerdos, entonces, como dicen en Kiev, se trata de un Estado soberano, como Rusia, Polonia o Hungría.

Pero Ucrania no es una Federación, y tal cambio debería ser aprobado por el Parlamento Nacional, cosa imposible dado que la Constitución de Ucrania establece el principio de la integridad territorial del país.

Además, muchos otros puntos de la Constitución aprobada para Crimea contradicen la de Ucrania: por ejemplo, otorga al presidente local la facultad de establecer el estado de emergencia y de proponer los candidatos a jefes de los departamentos armados y de seguridad, mientras que actualmente tales prerrogativas corresponden al presidente y a las autoridades centrales ucramanas.

El gobierno ucraniano de Leonid Kravchuk saltó inmediatamente de su silla y fijo un ultimátum que venció este lunes para que Crimea renuncie a su nueva Carta. Pero todo es incertidumbre.

Estados Unidos, Francia, Alemania y Gran Bretaña declararon su apoyo a la integridad territorial de Ucrania. Entre tanto, el gobierno ruso dijo que lo de Crimea es asunto interno de Ucrania, pero el ministro de Defensa, Pavel Grachev, aclaró que "Rusia no es indiferente a la suerte de Crimea". Los dirigentes de oposición rusos exigen al gobierno una posiciòn más firme al respecto. Sergei Baburin declaró que "los dirigentes ucranianos deben entender que Crimea es parte integral de Rusia". En plena campaña electoral, lo de Crimea es un chorro de gasolina para el fuego de las pasiones políticas ucranianas. El gobierno dice que Rusia agudiza el enfrentamiento para quedarse con la península, y el presidente de la Asamblea Nacional Ucraniana dice que se están formando "grupos de descanso" para "propagandizar activamente en Crimea la integridad de Ucrania como Estado".

El presidente de Crimea, Yuri Meshkov, hace su propio juego: ataca a Moscú por no intervenir directamente para apoyarla, aumenta las amenazas de Kiev para solicitar auxilio, y parece querer realmente la posibilidad de una Crimea independiente y económicamente viable, para sacar tajada de la guerra de nervios y pedir a los dos lados.

Crimea cuenta con el turismo a su favor, pero la extensión del entredicho significa arruinar la temporada de verano, y por ahora, en su haber contable sólo existe una gran cifra roja de deudas a Kiev. Este agravamiento de la situación económica, y las perspectiva de un conflicto que puede llegar a las armas, estaría creando descontento en la población de la península. Los sindicatos declararon que Meshkov, "ha dejado las cuestiones económicas en segundo plano".

En medio de todo, está sin resolver el problema de la división de la Flota del Mar Negro. La semana pasada los primeros ministros de Ucrania y Rusia se unieron para tratar de evitar que los buques terminen mezclados en un conflicto con final desconocido. Durante tres infructuosas jornadas acordaron entregar 164 barcos a Ucrania y 669 a Rusia. Pero la discusión continúa alrededor de la base naval de Sebastopol, que no es poca cosa. Rusia la quiere toda para sí, no en propiedad, pero sí como base exclusiva de su Flota. Ucrania pide, para mantener las apariencias y la dignidad soberana, que le dejen un pedacito para poner sus barcos en la ciudad que, en principio, le pertenece.

Ucrania tiene el arma de los misiles nucleares, cuya entrega a Rusia podría suspender en cualquier momento. Pero, como siempre, la que tiene todas las de ganar es Rusia, pues en sus manos está el arma del gas y del petróleo. Aprovechando los problemas internos de Ucrania y su angustiante crisis económica, puede negociar ventajosamente la repartición de la Flota y el futuro de Sebastopol.

Una población aturdida por la crisis económica; dos países hermanos y eslavos, perseguidos por el fantasma de una guerra fratricida; gobiernos y partidos que buscan sacar tajada del conflicto sin tener en cuenta las dimensiones que puede alcanzar: ojalá que en este verano la disputada Flota del Mar Negro no termine por sacar a los turistas mojados de las playas para ponerlos a salvo de otra guerra innecesaria.