Home

Mundo

Artículo

ARDE PARIS

Los ataques terroristas argelinos convierten al metro de la capital francesa en escenario de una guerra.

20 de noviembre de 1995

ESA ESPECIE DE SINDROME poscolonial tardío que tiene atenazados a los franceses volvió a recrudecerse la semana pasada con la explosión de una nueva bomba en el metro de París. Los 29 heridos del tren suburbano de R.E.R. fueron la última confirmación de que Francia se convirtió en un objetivo militar de los extremistas islámicos que luchan contra el gobierno de Argelia.
Si todavía quedaban dudas sobre el origen de la ofensiva terrorista, varios mensajes previos al hecho confirmaron su autoría. Uno de ellos fue una 'carta secreta' dirigida al presidente Jacques Chirac, en la cual el 'Grupo Islámico Armado' le fijó un plazo de tres semanas para que se convirtiera al Islam y cesara el apoyo al gobierno de Argel, o de lo contrario continuaría la 'Jihad' o guerra santa contra "el corazón mismo de Francia". Sus exigencias de fondo se cifran en que París suspenda la ayuda de más de 1.000 millones de dólares anuales al régimen argelino y denuncie las próximas elecciones como una farsa.
A pesar de que Argelia dejó de ser un 'departamento ultramarino' de Francia en 1962, los franceses siguen pagando las consecuencias de su colonialismo. Aunque el gobierno de París lo niegue, buena parte de los problemas que aquejan a Argelia y sus consecuencias para Francia son el resultado de una política colonial poco afortunada en su momento, y de una actitud actual movida por el interés de seguir ejerciendo influencia sobre sus ex posesiones.
Muchos critican a Francia por haber propiciado, durante su dominio colonial, el surgimiento de una sociedad desigual, en la que los argelinos de origen francés y la élite del país vivían como reyes, mientras las masas eran privadas de su identidad religiosa y cultural. Años después de la independencia, Francia se reconcilió con el gobierno unipartidista del Frente de Liberación Nacional, que con su 'socialismo árabe' y una enorme corrupción, nunca logró mejorar las cosas a pesar del apoyo económico de París. Hay quienes sostienen que el surgimiento del fundamentalismo, sobre todo entre los jóvenes más pobres, no sólo tiene que ver con el regreso a sus raíces culturales, sino con una forma de expresar la desesperanza.
Hace cuatro años el gobierno argelino se negó a reconocer el triunfo en las elecciones generales del Frente Islámico de Salvación -FIS-, para evitar que el país se convirtiera en un régimen islámico. Esa actitud contó con la complacencia pasiva de los países europeos, poco interesados en tener un régimen integrista estilo iraní en las propias puertas del Viejo Continente.
Desde entonces la guerra civil ha matado a 40.000 personas y los rebeldes ven en Francia a un enemigo mortal. Lo peor es que en el país galo viven cinco millones de inmigrantes de origen argelino, que se han establecido en la antigua madre patria y que forman de hecho los estratos más pobres y relegados de la población. Miles de jóvenes musulmanes ven en sus parientes argelinos la única esperanza de reivindicación en una sociedad que los rechaza por negarse a dejar sus tradiciones islámicas.
El gobierno de Jacques Chirac afirma que su posición es de absoluta neutralidad y que jamás "intervendrá en los asuntos internos de Argelia". Pero aunque Chirac parece tener una actitud menos agresiva contra el FIS, su reacción ante los atentados ha sido perentoria. No se dejará intimidar, seguirá adelante con su proyectada reunión con el presidente argelino Liamine Zeoual, y no descalificará las elecciones del próximo mes. O sea que se esperan más problemas para los franceses.