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Hebe de Bonafini acogió hace unos años a Sergio Shocklender, un exconvicto que manejó las finanzas de su organización. El presidente, Mauricio Macri, dijo en una entrevista que ella era una “desquiciada”. | Foto: A.F.P.

ARGENTINA

La madre de la plaza de Mayo que terminó judicializada

Muchos piensan que el gobierno argentino acusa injustamente a Hebe de Bonafini, líder de las Madres de la Plaza de Mayo, de malversar fondos. Pero las miradas se centran en un colaborador suyo con una historia familiar macabra.

13 de agosto de 2016

El jueves 11 de agosto, en la marcha 2.000 de las Madres de Plaza de Mayo, miles de personas rodearon a su presidenta, Hebe de Bonafini, de 87 años. Querían desagraviarla por el espectacular operativo con el que la Policía quiso detenerla, una semana antes, pero frustrado por la reacción de centenares de seguidores. Y por la declaración del presidente Mauricio Macri, quien la víspera calificó a Hebe de “desquiciada”, y aseguró no tener idea de si los desaparecidos durante la dictadura militar (1976-1983) habían sido 9.000 o 30.000.

El intento de detención de la anciana activista y los dichos de Macri abrieron una amplia preocupación entre los organismos de derechos humanos. Hebe de Bonafini ha sido un símbolo de la lucha contra la dictadura militar, desde que sus dos hijos, Jorge Omar y Raúl Alfredo, desaparecieron en 1977. Hebe se unió a otras madres, que empezaron a marchar en la Plaza de Mayo todos los jueves, desde el 30 de abril de 1977 hasta hoy, para pedir la aparición de sus hijos.

Hebe no es un alma mansa. Verbal y brutal, nunca se frenó en los más duros ataques contra sus adversarios políticos. Apasionada defensora de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, ahora el actual la acusa con la misma virulencia que le adjudican a ella.

El juez Marcelo Martínez de Giorgi la investiga por su posible participación en el caso Sueños Compartidos, el plan de construcción de viviendas populares de la Fundación Madres de Plaza de Mayo financiado por el Estado y manejado por Sergio Schoklender, apoderado de la fundación, quien a su vez era el dueño de la empresa.

Cuando se destapó el escándalo, Schoklender fue acusado de dirigir una asociación ilícita, defraudar al Estado y falsificar facturas. Posteriormente, se probó que la firma de Hebe en el contrato de la Fundación de las Madres con Meldorek era apócrifa. Las Madres negaron cualquier vinculación con los desvíos de fondos y se presentaron como querellantes en el juicio.

La historia familiar de Sergio Schoklender no puede ser más macabra. Vivían en un entorno acomodado, pues el padre era un exitoso empresario que construía submarinos, barcos y tanques para los militares durante la dictadura. Pero bajo la apariencia amable, había un subfondo de incesto y violencia. Una noche en 1981, después de cenar en un restaurante, la madre quiso tener sexo con su hijo menor, Pablo, como solía hacer. Pero este ya no aguantaba más, y él y Sergio le partieron la cabeza y la estrangularon. Luego, indecisos sobre qué hacer con el padre, también le rompieron el cráneo. Un policía que notó que chorreaba sangre de un costoso automóvil en Barrio Norte, la zona más elegante de Buenos Aires, descubrió los cuerpos.

La Justicia condenó a los hermanos a cadena perpetua. En la cárcel, Sergio se graduó de abogado, psicólogo y teólogo y dejó sin terminar la carrera de sociología. Allí conoció a Hebe, quien lo adoptó casi como un hijo, y desde que salió libre en 1995, empezó a trabajar con las Madres.

Esas malas compañías han hecho mella en la imagen de la líder, pero, como dijo a SEMANA Adolfo Pérez Esquivel, premio nobel de paz, “no creo que Hebe haya sacado ningún provecho personal, creo que esto pasa por otro lado”. Para Pérez, se trata de una nueva arremetida gubernamental contra la causa de los derechos humanos: “Nos preocupan las declaraciones del presidente Macri sobre su desconocimiento de las cifras de desaparecidos, precisamente hoy, cuando se cumplen las 2.000 marchas en Plaza de Mayo”, agregó. “No hay que bajar los brazos frente a esta embestida para retroceder en la vigencia de los derechos humanos y la investigación de lo sucedido durante la dictadura militar”, señaló.

El premio nobel distingue la situación de Sueños Compartidos con la trayectoria de Hebe: “Hay que dar una solución al tema de Sueños Compartidos, saber qué pasó con el dinero que no aparece. Pero son dos cosas distintas, una la militancia de derechos humanos, y otra, lo de Sueños Compartidos”, agregó.

En mayo, el papa Francisco recibió a Hebe en el Vaticano durante dos horas, tres veces más del tiempo que le dedicó al presidente Macri. Hebe había atacado violentamente a Francisco, acusándolo de haber colaborado con la dictadura, pero le fue a pedir perdón. Francisco le contestó: “Dejalo así, todos nos equivocamos”. Ante las críticas por haber recibido a Hebe, Francisco escribió a un amigo diciendo que, a pesar de que ella lo insultó varias veces “con artillería pesada”, “a una mujer a quien le secuestraron los hijos y no sabe cómo y cuánto tiempo los torturaron, cuándo los mataron y dónde los enterraron, no le cierro la puerta. Lo que veo allí es el dolor de una madre”. Un claro contraste con Macri, que la llamó “desquiciada”.