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| Foto: AFP

VENEZUELA

En Venezuela 'reina' la muerte

El asesinato de Mónica Spear y su ex esposo encendió, por fin, las alarmas por la violencia desbocada que azota el país.

11 de enero de 2014

A Venezuela la invadió una nueva plaga. Perniciosa, discreta y letal, cuando cae la noche se esparce sobre las carreteras oscuras, a la espera de que caiga su presa. La llaman ‘miguelitos’, son tachuelas, púas y clavos que desgarran cualquier neumático. Cuando el conductor para a cambiar su rueda, ya es demasiado tarde, los ladrones están al acecho. En cuestión de minutos los criminales se lanzan sobre sus víctimas, como carroñeros, para quitarles todo, incluso la vida. Fue lo que le pasó el lunes pasado a la exreina de belleza de Venezuela Mónica Spears, a su exesposo Henry Berry y a su hija Maya, en un crimen que tiene a Venezuela conmocionada, que contagió la agenda política y que les recuerda una vez más a los venezolanos la epidemia de violencia que los azota y los más de 24.000 compatriotas que murieron asesinados en 2013.

Trigueña, con un espléndido pelo azabache y medidas perfectas, Spear era la mujer venezolana en todo su esplendor. Tenía 29 años y una carrera de actriz de telenovela por delante, impulsada por su quinto puesto en Miss Universo en 2005. Vivía en Miami, pero nunca se alejaba demasiado tiempo de Caracas. Berry era un británico idealista de 39 años al que flechó la exuberancia de la naturaleza del país, donde quería montar un proyecto de ecoturismo. En 2009 se casaron y tuvieron a Maya, la pequeña de 5 años que los mantenía unidos, más allá de su reciente separación. Ambos planearon pasar las vacaciones de fin de año juntos, en familia, por las carreteras de Venezuela.

Pero el lunes 6 de enero, a las 10:30 de la noche, los ‘miguelitos’ se le atravesaron al destino de Spear, Berry y Maya en el kilómetro 194 de la autopista entre Puerto Cabello y Valencia. De repente estallaron dos ruedas del Toyota Corolla gris en el que viajaban. Llamaron varias veces al 171, el número de emergencia nacional, sin que les contestaran. En medio de la oscuridad se les apareció un ángel, una grúa blanca que Mónica paró atravesándose en la carretera. En menos de 20 minutos el operador del vehículo y su ayudante montaron el carro sobre la plataforma. Se apresuraron, pues sabían que en esa zona y a esa hora cualquier cosa podía pasar.

Cuando se aprestaban a arrancar, cinco hombres armados caminaron hacia ellos, gritando y gesticulando. Los dos mecánicos alcanzaron a salir corriendo, pero los Spear Berry quedaron atrapados en el carro, habían caído en la emboscada. Les dispararon con pistolas 9 milímetros seis veces. Varias balas atravesaron la axila de la reina de belleza, otra terminó en el pecho del británico y un proyectil alcanzó la pierna de la chiquita. Cuando llegaron las autoridades, Spear y Berry estaban muertos, sin sus bolsos y cámaras fotográficas.

La banda Los Rapiditos disfrutó poco tiempo de su mísero botín. Con una efectividad inusitada, las autoridades capturaron en solo 72 horas a cuatro hombres, una mujer y dos adolescentes, todos sospechosos de participar en el crimen. Y es que el asesinato rápidamente se volvió una tragedia nacional. En las redes sociales Mónica Spear generó 20.000 trinos por hora. En las calles de Caracas decenas de artistas salieron a pedirle cuentas al Congreso, mientras el presidente Nicolás Maduro reaccionó inmediatamente para que la muerte de la exreina no se convirtiera en una nueva crisis de gobernabilidad.

Maduro citó a alcaldes y gobernadores, entre estos al opositor Henrique Capriles con el que se dio un fotogénico apretón de manos, prometió un nuevo plan para combatir la inseguridad y se comprometió a trabajar por encima de las diferencias políticas para coordinar planes de contingencia. Aunque la situación hace rato es crítica, este crimen prominente le recordó al país la tragedia que enfrenta día a día. Como escribió en Twitter la popular presentadora Camila Caníbal: “Mónica y Henry son la cara de miles de mujeres y hombres que han dejado a sus hijos sin padres víctimas de la violencia en Venezuela”.

La misma semana del crimen, las secciones judiciales de los periódicos reportaron tres mujeres asesinadas y dos jóvenes muertos en una balacera en Caracas; una masacre de siete muchachos entre 14 y 20 años en Ocumare del Tuy; un estudiante en Mérida abaleado. Según el diario

, en lo corrido del año ya 101 cadáveres han ingresado a la morgue de Bello Monte en la capital, el 90 por ciento por muerte violenta. Víctimas que hacen parte de una lista pavorosa, que engrosan estadísticas deprimentes. En 2013, 24.700 venezolanos perdieron la vida según el Observatorio Venezolano de la Violencia. Desde hace unos años el gobierno no publica datos de violencia. Por eso hay una guerra de cifras: mientras las autoridades insisten que los homicidios bajaron un 30 por ciento, la ONG dice que se rompió un récord absoluto.

Cuando en 1999 Hugo Chávez llegó al Palacio de Miraflores, se registraban 5.000 asesinatos por año. Aunque ya era demasiado, la cifra es mínima frente a los niveles actuales, con un país con menos pobres y desigualdad. ¿Qué pasó? Es un debate sin fin, algunos culpan el tono beligerante del gobierno; otros la actitud desafiante de la oposición, unos acusan al petróleo y la cultura de dinero fácil que creó y hay quienes señalan la corrupción, la impunidad, la crisis carcelaria o el narcotráfico, que convirtió a Venezuela en ruta de tránsito.

Lo cierto es que hoy no hay un venezolano que no tenga una historia como la de esa amiga que nunca llegó a un cumpleaños porque le hicieron un secuestro exprés, de esa noche que no pudieron viajar por seguridad, de esas madres que no duermen cuando sus hijos salen a rumbear, de ese conocido que se hizo millonario blindando carros o de los dos bolsos que se cargan: el que se usa y el “robable”. Como le contó a SEMANA Patricia, una venezolana que vive en Colombia, “hay una extrema paranoia, en carro andamos a 180 kilómetros por hora, siempre de día, siempre pendientes de los huecos, los puentes, cualquier obstáculo puede ser una trampa. Dejamos de salir en las noches y nunca parqueamos en la calle, en cualquier momento nos pueden asaltar”.

El viernes 10, miles de personas, anónimos, exreinas, actores y familiares fueron a darles el último adiós a Mónica Spears y a Henry Berry en el Cementerio del Este. Bajo los grandes árboles que rodean el lugar el padre de la reina les dijo a los medios: “No hay palabras para describir el dolor, esto es algo que nunca debió haber ocurrido. Ella amaba el país, no pude en ningún momento sacarla de allá a pesar de que le dije que el país estaba inseguro”. Tristemente, en Venezuela, hay amores que matan.