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Asilo o golpe

El viaje de Montesinos hacia Panamá fue la única salida capaz de evitar un golpe de Estado en Perú. Pero los riesgos siguen vivos.

30 de octubre de 2000

La crisis de la democracia peruana si-gue siendo un pozo de sorpresas, como la inesperada salida del país del ‘asesor de seguridad’ Vladimiro Montesinos. Amparado por las sombras de la noche, el amigo del presidente Alberto Fujimori salió el sábado 23 rumbo a Panamá en un avión privado. Las protestas por la posibilidad de que los crímenes que se le imputan queden impunes no tardaron en estallar. Pero muchos, dentro y fuera de las fronteras del Perú, respiraron aliviados. La razón es que, con Montesinos en el país, las posibilidades de una salida sangrienta a la crisis eran muy altas.

Los indicios parecen confirmar esa afirmación. En una ceremonia para celebrar el aniversario del ejército Fujimori, lejos de cuestionar al causante de sus problemas, se limitó a agradecer los valiosos trabajos realizados por el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) a su cargo, el mismo que se había comprometido a desactivar cuando anunció elecciones anticipadas. Y en vez de destituirlo de su misterioso cargo de ‘asesor’ (desde el cual manejaba el poderoso SIN), el presidente se limitó a aceptarle la renuncia.

Todo ello pareció confirmar el secreto a voces que recorre al Perú: que el verdadero poder estaba en manos de Montesinos y que al salir éste, por los escándalos del tráfico de armas y el soborno de congresistas opositores, su poder había pasado a los militares. De ahí que la salida de Montesinos hacia Panamá haya sido un ejercicio de realismo político ante la evidencia de que la prisión del asesor en Perú hubiera conducido a un golpe y a un derramamiento de sangre.

“La política es el arte de lo posible”, dijo a SEMANA un funcionario de la OEA que mantuvo su nombre en reserva. “Y lo único que había posible era que Montesinos saliera del país”. La situación se generó el lunes 11, cuando se reanudaron las sesiones de la mesa de diálogo, que bajo auspicios de la OEA viene tratando la recuperación de la democracia peruana tras la dudosa reelección de julio. En esa reunión los representantes de la sociedad civil exigieron la destitución de Montesinos y la desactivación del SIN. Para ese momento hasta la vinculación jurídica de éste con el gobierno era un misterio.

Fujimori cedió y salió en televisión a anunciar elecciones anticipadas y el final del SIN. Pero el ex capitán Montesinos, refugiado en el ‘Pentagonito’, el Ministerio de Defensa, comenzó a ejercer fuertes presiones sobre el gobierno con el apoyo incondicional de la cúpula militar, que pertenece en su gran mayoría a su promoción. Ante esa evidencia comenzó un proceso de alta diplomacia en el que intervinieron los presidentes de Brasil, México, Colombia, Chile y Argentina en busca de una salida que salvara la democracia en el Perú. En una frenética jornada telefónica todos estuvieron de acuerdo en que era necesario buscar un país dispuesto a darle asilo a Montesinos para evitar que los militares dieran un inminente golpe. Mientras tanto los sectores de oposición del Perú aceptaban en privado que esa era la única solución, mientras que en público clamaban por la prisión del ex asesor. Una discrepancia explicable porque ellos se encuentran en plena campaña política.

Los presidentes acordaron, entonces, solicitarle al secretario general de la OEA, César Gaviria, que asumiera el trabajo sucio de pedirle a la presidenta de Panamá recibir a Montesinos. Gaviria, consciente de los problemas que podría enfrentar, aceptó el encargo con la condición de que el apoyo de los presidentes fuera absoluto. Pero con el ex asesor ya en su territorio y a pesar del apoyo de Estados Unidos y de la presión internacional, la presidenta Mireya Moscoso no se pronunció tan rápido como se esperaba. Las violaciones a los derechos humanos perpetradas por orden de Montesinos y su propia oposición la hacían dudar. El lunes 25 la situación hizo crisis cuando, según un testigo que pidió reservar su nombre, Montesinos llamó a Perú para anunciar su regreso si la situación no se resolvía.

¿Y por qué Panamá? Algunos sostienen que se adujo que ese país tiene una importante tradición en el derecho de asilo y una “ilustre” nómina de ex gobernantes latinoamericanos acogidos a ella. Pero podría ser también una exigencia proveniente de Lima. Resulta curioso que Montesinos haya conseguido desde 1998 visa temporal de inmigrante en Panamá y en enero de 1999 la residencia por inversionista, un privilegio que se obtiene al depositar 100.000 dólares en un banco local. En círculos diplomáticos de Panamá se dice que el peruano tiene propiedades e inversiones en ese país.

Otra pregunta que queda flotando es cómo encontrarle una salida al problema de la impunidad. Y la respuesta parece estar en el ‘efecto Pinochet’, según el cual existen suficientes mecanismos legales para perseguir a los corruptos y a los criminales. Si bien es cierto que Montesinos permanecería fuera del alcance de sus conciudadanos, ello no implicaría que no fuera juzgado en ausencia y que quedara con la espada de Damocles sobre su cabeza, impedido de desplazarse internacionalmente.

Mientras tanto el congresista Miguel Mendoza del Solar, uno de los ‘tránsfugas’ que se había pasado al Perú 2000 en las maniobras de Montesinos, renunció al mismo e hizo unas denuncias que parecieron confirmar las razones que tuvieron los presidentes para asumir su posición. Según Mendoza, quien completó el desmantelamiento de la mayoría de Fujimori en el Congreso, las renuncias han sido orquestadas por la comandancia del ejército para contribuir al caos y generar las condiciones para un golpe de Estado en 20 días que permitiera el regreso de Montesinos.

Pero el viaje relámpago de Fujimori a Washington en busca de apoyo hizo pensar que busca contrarrestar las presiones militares. Y en medio de semejante maremágnum la huelga de transportadores, que paralizaba al país, hacía sentir la falta de alguien en el timón.