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EL CAMIÓN: El vehículo empleado para cometer la matanza pesaba varias toneladas, aceleró a 90 kilómetros por hora y zigzagueó para maximizar el número de víctimas. | Foto: Reuters

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No para el horror en Francia

La tercera masacre en menos de dos años en el país europeo demuestra que el terrorismo se ensañó con ellos.

16 de julio de 2016

El símbolo no podría ser más fuerte: la masacre se produjo la noche de la celebración de los 227 años de la toma de la prisión de la Bastilla, por un pueblo enfurecido contra el poder. Como si los franceses pagaran con sangre su amor por la libertad, la igualdad y la fraternidad que ese 14 de julio de 1789 grabó en la historia, más de 80 personas fueron asesinadas por un terrorista tunecino en Niza, al frente del mar Mediterráneo, poco después de que el cielo de verano se iluminara con los fuegos artificiales que adornan todos los años las celebraciones del comienzo de la Revolución.

La Promenade des Anglais (el paseo de los Ingleses, en español), o la prom’, como llaman los nizardos a su famoso malecón, es un agradable sendero arborizado que se extiende 7 kilómetros al frente del mar Mediterráneo. Es allí donde pasean los domingos los habitantes de la ciudad, ubicada en el sureste del país. También, el lugar donde Mohamed Lahouaiej Bouhlel, un hombre de 31 años nacido en Túnez, les pasó por encima a cientos de personas un vehículo de carga de 18 toneladas, con el que zigzagueó a 90 kilómetros por hora durante varios minutos entre una multitud aterrorizada. Al cierre de esta edición, 84 personas habían muerto, entre ellas 10 niños, y 202 individuos estaban heridos, 52 en estado crítico.

“A lo lejos, un ruido. Gritos. Un enorme camión blanco pasaba a una velocidad impresionante sobre la gente intentando atropellar el mayor número de personas. Vi cuerpos volar como bolos. Escuché ruidos, alaridos que no olvidaré nunca”, dijo Damien Allemand, periodista del diario Nice-Matin, en el sitio de blogs Medium. Mohamed Bouhlel logró recorrer 1,7 kilómetros aplastando todo lo que apareciera en su camino, antes de que las fuerzas policiales lo abatieran a tiros. Según informaron el viernes las autoridades, en el vehículo había una pistola 7,65 milímetros, una granada inactiva y tres armas ficticias.

Se trata del segundo atentado más violento de la historia de Francia, luego del ataque del 13 de noviembre de 2015 contra la sala de espectáculos Bataclan, cuando un comando yihadista irrumpió disparando a mansalva con fusiles de asalto y mató a 130 personas. Sin embargo, la masacre de Niza tiene un elemento que la hace aún más escabrosa, pues se trata de un crimen dirigido contra las familias francesas. Aunque los atentados del Bataclan y de Charlie Hebdo también buscaban cobrarse un número elevado de víctimas, estos se dirigían sobre todo contra la juventud parisina y contra la libertad de expresión. En Niza, el objetivo era acabar con las madres, los padres, los niños, los bebés y los abuelos que participaban en una fiesta que tradicionalmente convoca a personas de todas las edades.

A la violencia física de la embestida se suma su violencia mediática. Un 14 de julio al frente de la bahía de la segunda ciudad turística de Francia implica la presencia de miles de personas en un espacio a cielo abierto, que están registrando cada instante con sus celulares. Además, con 1.257 cámaras de seguridad, Niza es una de las ciudades más filmadas de Francia. El autor del crimen no podría tener una mejor vitrina para difundir un sentimiento de terror. Pocos minutos después del ataque, ya circulaban en internet imágenes de decenas de personas tendidas en el suelo, de hombres y mujeres ensangrentados, cojeando entre cuerpos en el piso, como si se tratara de una película de terror.

El hecho de que la masacre tuviera lugar en Niza, una de las ciudades francesas más preparadas contra el terrorismo, es la prueba de la impotencia de las autoridades para prevenir atentados. La ciudad ya había tenido la oportunidad de garantizar la seguridad de sus habitantes y turistas durante la Eurocopa, que terminó el domingo, y de su carnaval de febrero, el tercero más grande del mundo luego del de Río de Janeiro y de Venecia. Además, hace poco la región había realizado un simulacro de preparación con todas las fuerzas de seguridad y de socorro ante la eventualidad de un acto terrorista durante la Eurocopa. “Todas las hipótesis serán probadas, incluyendo un ataque nuclear, radiológico, bacteriológico y químico”, dijo en ese entonces el viceprefecto del departamento de Alpes Marítimos, Sébastien Humbert.

La preparación de la ciudad era tan sofisticada que pareciera que se hubiera olvidado la posibilidad de un ataque con armas mundanas. Hoy, ese descuido les está pasando una elevada factura a los franceses, y el debate sobre la eficacia del estado de excepción que el presidente, François Hollande, decretó tras los atentados del 13 de noviembre. Sobre todo, teniendo en cuenta que un rasgo distintivo de los atentados yihadistas es recurrir a cualquier objeto para causar el mayor daño posible. Los dos aviones que destruyeron las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York son el mejor ejemplo, pero no el único. En mayo de 2013, dos ingleses de origen nigeriano atropellaron al soldado Lee Rigby para vengarse de los “musulmanes asesinados por el Reino Unido”. En octubre de 2014, un canadiense arrolló tres militares en los suburbios de Montreal, en el sudeste de Canadá.

Este modus operandi hace parte de la estrategia de grupos como Estado Islámico (EI). El año pasado, Abou Mohamed al-Adnani, el portavoz de este grupo terrorista, publicó un mensaje dirigido a sus simpatizantes que no dejaba lugar a dudas: “Si pueden matar un infiel estadounidense o europeo, especialmente a un malvado y sucio francés, entonces confíen en Alá y mátenlo de cualquier manera. Golpeen su cabeza con una piedra, degüéllenlo con un cuchillo, aplástenlo con su automóvil, láncenlo desde lo alto, estrangúlenlo o envenénenlo”.

Aunque al cierre de esta edición ningún grupo había revindicado el ataque, EI es el principal sospechoso de ejecutar o por lo menos de inspirar esta masacre. Como dijo el propio Adnani en un mensaje difundido por Twitter a finales de mayo: “Por pequeña que sea la acción que hagan en sus patrias, será mejor y más duradera para nosotros que lo que harían si estuvieran aquí con nosotros. Si alguno de ustedes esperaba llegar a EI, ojalá estuviéramos en su lugar para castigar a los cruzados de día y noche”.

A pesar de haber perdido en el último año al menos 20.000 kilómetros cuadrados de su ‘califato’, lo que corresponde a 25 por ciento de su zona geográfica de influencia, el grupo no ha perdido para nada su fuerza asesina. Durante el mes sagrado del ramadán, más de 480 personas perdieron la vida en atentados cometidos por Estado Islámico o por simpatizantes en Irak, Estados Unidos, Jordania, Yemen, Turquía y Bangladesh.

 Y tanto los expertos como las autoridades temen que esa cadena de destrucción continuará, y que Francia seguirá siendo uno de sus principales objetivos. “Cuando EI sea derrotado, los 600 franceses que combaten en Siria e Iraq van a volver, varios de ellos con un proyecto terrorista en mente. Los miles de simpatizantes que en Francia invitan en las redes sociales a cometer crímenes de masa seguirán haciéndolo. La amenaza está aquí para quedarse. No hay duda de que esta generación va a vivir con el terror”, explicó a SEMANA Jean-Charles Brisard, presidente del Centro de Análisis de Terrorismo, con sede en París.

En respuesta a los atentados, Hollande anunció que va a prolongar el estado de emergencia durante tres meses más, llamó a los reservistas a apoyar a las fuerzas del orden, y prometió que su país seguiría bombardeando a EI en Siria e Irak. La clase política sabe que todas estas medidas no serán suficientes: “Francia deberá vivir con el terrorismo y debemos solidarizarnos y actuar con sangre fría”, afirmó en una conferencia de prensa el primer ministro, Manuel Valls.

Con cada atentado, el ritual es el mismo: sangre, llanto, homenajes y duelo. Los franceses se rinden a la evidencia: vivir con el horror hace parte ahora del día a día. En el paseo de los Ingleses, los nizardos se postran ante las flores y velas que ahora adornan el sendero en honor a las víctimas. Solo se escucha el silbido del viento que golpea la bahía de los Ángeles y el graznido de las gaviotas. n

¿Por qué Francia?

Con una población musulmana mal integrada y un pasado colonial cuyas heridas aún no cicatrizan, el país galo es el blanco favorito de los islamistas.

Los objetivos de los ataques terroristas en Francia no son accidentales. La redacción de Charlie Hebdo, la sala de conciertos Bataclan o la fiesta de la Revolución francesa son los símbolos de la libertad de expresión y de pensamiento que caracterizan a ese país. También, de todo aquello a lo que Estado Islámico le ha declarado la guerra. A su vez, el país galo tiene una gran población musulmana –la mayor en Europa– a la que Francia no ha podido integrar ni ofrecer las mismas oportunidades que al resto de sus ciudadanos. Esto sumado a la intervención bélica en Siria, una excolonia francesa, ha convertido al país de Voltaire en el principal objetivo yihadista. Niza, en particular, junto con París, ha sido uno de los focos de islamistas extremistas. Las cifras hablan por sí solas: desde 2014, el departamento de Alpes Marítimos ha recibido 522 alertas de posible radicalización de jóvenes musulmanes en las escuelas.

De ‘Charlie Hebdo’ a Niza

Los diez ataques terroristas de los últimos meses en Francia han dejado 234 muertos.

París, 7 al 9 de enero de 2015. Diecisiete personas mueren en una serie de ataques coordinados que comienzan con la masacre de la redacción del diario satírico Charlie Hebdo. Niza, 3 de febrero de 2015. Un hombre agrede con un cuchillo a tres soldados que vigilan un centro comunitario judío. París, 19 de abril de 2015. Un estudiante argelino de informática mata a tiros a una mujer dentro de su auto. Preparaba un atentado contra una iglesia al sur de la ciudad. Saint-Quentin-Fallavier, 26 de junio de 2015. Un hombre mata y decapita a su jefe. También trata de hacer estallar la planta de gas en la que trabajaba. Tren Thalys, 21 de agosto de 2015. Un joven marroquí abre fuego contra los pasajeros del tren, pero dos militares estadounidenses logran someterlo. París, 13 de noviembre de 2015. Un comando yihadista bajo las órdenes de Estado Islámico mata a 130 personas en la sala de conciertos Bataclan y en varios bares y restaurantes del centro de la ciudad. París, 7 de enero de 2016. Un hombre con un cinturón de explosivos falso ataca una estación de Policía con un cuchillo de carnicero. Lleva una nota manuscrita en la que jura su lealtad a Estado Islámico. Valence-sur-Rhône, 1 de enero de 2016. Un hombre trata de atropellar en tres ocasiones un auto contra los Policías que vigilan una mezquita. Magnanville, 13 de junio de 2016. Un hombre asesina a cuchilladas a un oficial de Policía. Luego toma como rehén a la mujer de este y la degüella. Niza, 14 de julio de 2016. Un hombre mata a 84 personas que celebraban el día de la toma de la Bastilla.

El móvil del asesinoNo es la primera vez que un terrorista utiliza un vehículo para atacar a una multitud.

En 2010, la revista Inspire de Al Qaeda en la península arábiga publicó un manual destinado a los ‘terroristas anónimos’ con detalladas instrucciones para realizar atentados suicidas. Además de enseñarles a provocar incendios forestales y a preparar explosivos a partir de azúcar y fósforos, el documento los invitaba a producir accidentes de tránsito y a convertir sus vehículos en “máquinas de segar enemigos”. Desde entonces, este tipo de ataques han sido frecuentes en Oriente Medio, sobre todo en Israel, donde los jóvenes palestinos los han utilizado para atentar contra las fuerzas israelíes. Sin embargo, también en Europa se ha recurrido a esa táctica. Francia no ha sido la excepción, y tan solo en 2014 se registraron tres ataques similares. Pero se trataba de carros pequeños, y no dejaron víctimas mortales.

El móvil del asesino

No es la primera vez que un terrorista utiliza un vehículo para atacar a una multitud.

En 2010, la revista Inspire de Al Qaeda en la península arábiga publicó un manual destinado a los ‘terroristas anónimos’ con detalladas instrucciones para realizar atentados suicidas. Además de enseñarles a provocar incendios forestales y a preparar explosivos a partir de azúcar y fósforos, el documento los invitaba a producir accidentes de tránsito y a convertir sus vehículos en “máquinas de segar enemigos”. Desde entonces, este tipo de ataques han sido frecuentes en Oriente Medio, sobre todo en Israel, donde los jóvenes palestinos los han utilizado para atentar contra las fuerzas israelíes. Sin embargo, también en Europa se ha recurrido a esa táctica. Francia no ha sido la excepción, y tan solo en 2014 se registraron tres ataques similares. Pero se trataba de carros pequeños, y no dejaron víctimas mortales.