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Batalla por el poder

Los combates de Nayaf terminaron con una derrota aparente de Moqfada al Sadr. Pero, el clérigo chiíta quedó como un héroe y una alternativa real de poder en Irak.

29 de agosto de 2004

Miles de chiítas iraquíes se mezclaron el viernes con los milicianos del ejército de Mehdi que durante tres semanas se habían atrincherado en la mezquita del imán Ali, bajo el comando del clérigo chiíta Moqtada al Sadr. El estruendo de los disparos de los tanques y los helicópteros estadounidenses fue reemplazado por la alegría de cientos de creyentes que pudieron volver a visitar uno de sus santuarios sagrados. Sadr había aceptado abandonar la mezquita tras acordarlo con el ayatolla Alí al Sistani.

Pero más que perder una batalla, Al Sadr se posicionó como alternativa real de poder en Irak. "Lo que está haciendo el 'defensor del templo sagrado' en Nayaf es ganar popularidad y prestigio político", dijo a SEMANA Christoph Wilcke, experto británico en Oriente Medio. "La crisis en Nayaf fue simplemente simbólica", dice . Fueron tres semanas de combates contra un ejército extranjero e impopular que enfrenta uno de los símbolos religiosos más importantes los que demostraron la incapacidad del gobierno interino para solucionar conflictos.

Mientras perma- necía en el santuario, Sadr se convirtió en centro de atención de la Conferencia Nacional en Bagdad, convocada para organizar una legislatura interina. El objetivo pasó a segundo plano, y una delegación viajó a Nayaf para negociar la entrega de la mezquita y la rendición de los milicianos.

La influencia de Moqtada al Sadr no tiene más de un año. La caída del régimen del partido Baas de Saddam Husseim, y por lo tanto la de la preeminencia sunita sobre la mayoría chiíta, lo hizo surgir. Sadr aprovechó una red de instituciones de caridad fundadas por su padre para reclutar seguidores entre los chiítas pobres. Dos meses después de la invasión, Sadr daba muestras del poderío de su ejército de Mehdi, y contaba con el apoyo de las autoridades chiítas de Nayaf.

Según un informe de The Financial Times, Muqtada Al Sadr estaría patrocinando delegados de 'oposición' para hacer contrapeso a la Asamblea Nacional. A su lado sorprendentemente está Ahmed Chalabi, que fue el primer candidato a primer ministro nombrado por Estados Unidos. "Chalabi fundó la Casa Chiíta, centralizada en Nayaf, donde han venido acrecentando su relación con Moqtada", dijo Wilcke. Esta alianza es estratégica, ahora que el liderazgo está en entredicho. "El rol de Chalabi en Nayaf es simple: quiere compartir parte de la gloria de la resistencia y los mártires de Moqtada", dice Wilcke.

El primer ministro Iyad Allawi no simboliza el cambio esperado y son muchos los factores en su contra. Para los líderes espirituales es demasiado laico; los chiitas y la oposición contra Hussein no olvidan que fue del partido Baas en el inicio de su carrera , y la mayoría en las calles lo considera de la CIA, por el apoyo que ha recibido de esta desde 1991, cuando fundó el Partido del Acuerdo Nacional (INA) y promovió un golpe de Estado a Hussein que nunca se dio.

Si bien es cierto que Sadr no es un marjah -sujeto de emulación-, su fuerza está en el liderazgo político más que el religioso. Para Wilcke, "es una de las personas más populares en Irak, incluso por encima de Sistani". El fortalecimiento de su grupo, basado en la reverencia a su padre y su abuelo, dos clérigos que fueron asesinados durante el régimen de Hussein, es la base que lo impulsa a buscar un camino que lo lleve, junto con Chalabi, a la administración política y religiosa de Irak.

Aunque muchos consideran la entrega del templo una derrota de Al Sadr, no se pueden negar las amplias concesiones que tuvieron que hacer sus enemigos. La libertad de Sadr y sus milicianos y la convocatoria a elecciones son puntos del acuerdo determinados por las intenciones del clérigo. Las tres semanas de lucha impulsaron su popularidad y, hoy por hoy, para muchos chiitas, Moqtada Al Sadr es un héroe.