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BATALLA POR UNA FRASE A MEDIAS

Declaraciones del canciller venezolano desatan polémica sobre el futuro de las negociaciones limítrofes con Colombia.

11 de marzo de 1985

Los dos únicos ex cancilleres colombianos que suelen encontrarse en el país son Carlos Lemos Simmonds y Alfredo Vásquez Carrizosa. Nominalmente liberal el primero (aunque hombre de derecha en realidad) y formalmente conservador el segundo (aunque hombre de izquierda en la práctica), los dos personajes coincidieron la semana pasada en una cosa: a Colombia le llegó la hora de "ponerse enérgica" en sus conversaciones con Venezuela sobre la delimitación de sus aguas marinas y submarinas. El tono de disgusto que impregnó las declaraciones y artículos que ellos escribieron en días pasados sobre ese tópico tenía por causa la carambola dialéctica en que habían incurrido, horas antes, las altas autoridades venezolanas. Isidro Morales Paúl, canciller del vecino país, había pronunciado ante la prensa caraqueña lo que lengua mortal no había podido decir hasta ese momento (al menos entre los gobernantes de ese país): que para Venezuela "podría ser eventualmente una posibilidad" acudir a la Corte Internacional de Justicia para dirimir de una vez por todas el largo diferendo con Colombia sobre las dichosas aguas del "Golfo de Chichivacoa", mejor conocido como de Venezuela.
Escueta, oblicua, casi tímida, tal formulación concitó, sin embargo, las más variadas reacciones: en Bogotá levantó tanto una ola de regocijo en la cancillería -que afirmó que la nueva posicion expresada por Venezuela era de "trascendencia histórica" y el "resultado de seis meses de conversaciones contínuas sobre la materia entre los dos cancilleres"-, así como un grandilocuente editorial que calificó la frase de Morales Paúl como "una posición bastante avanzada" digna de ser acogida. También hubo comentarios eruditos de algunos pocos expertos en el tema. Uno de ellos insistió (Carlos Lemos Simmonds) en que, de todas maneras, lo dicho por el canciller Morales "sutilmente trata de descartar el tratado de 1939, al hacer reiteradamente alusión a áreas e intereses vitales de Venezuela en lo que al golfo y a su delimitación se refiere". En Caracas, en cambio, las cosas fueron al revés: lejos de respaldar la formulación, el Presidente Lusinchi lanzó al día siguiente un balde de agua fría sobre la dichosa frase de su canciller y ratificó la tesis eterna de Venezuela: "la negociación directa entre dos países hermanos es preferible".
Así, las cosas volvieron al estado en que se hallaban desde hace veinte años. Al fin y al cabo, Isidro Morales también había hablado de negociación directa como el medio "más adecuado y pertinente" para resolver el problema. Empero, la propuesta de negociación directa, tras el reversazo de Lusinchi, enojó a los ex cancilleres Lemos y Vásquez, a pesar de que ello es lo que Colombia ha venido practicando con notable paciencia. "¿Hasta cuándo?" escribió el ex canciller conservador. "Dentro de la amistad y fraternidad con el país vecino, hay una cuestión de dignidad nacional: nos corresponde fijar un criterio y adoptar una posición. Lo del canciller Morales Paúl resultó ser una tomadura de pelo". Lemos Simmonds no se quedó atrás. "Las conversaciones directas son imposibles. Colombia no puede ceder un milimetro de lo que aceptó en la proposición de Caraballeda", declaró a SEMANA. Se refería al proyecto de tratado que surgió en octubre de 1980 tras un año de negociaciones entre comisiones de ambos países, y que fue puesto a consideración de los gobiernos. Tal proyecto era el primero que intentaba delimitar concretamente las áreas marinas y submarinas del golfo de Venezuela. Colombia aceptó el proyecto pero Venezuela, tras intensa campaña de prensa de los sectores tradicionalmente opuestos a un arreglo con Colombia, decidió no firmarlo y más bien se dispuso a "frenar las mentes y las especulaciones y esperar un clima favorable que permita llevarnos a un final feliz, digno y honorable para todos", según palabras del Presidente de ese entonces, Luis Herrera Campins. Vanos fueron los intentos del mandatario colombiano Julio César Turbay Ayala, por acordar con su homólogo venezolano un nuevo "modus operandi" adecuado para las partes.
Los expertos aseguran que lo que ha hecho tan lento ese proceso negociador es la alta posibilidad de que en las aguas a delimitar existan valiosos yacimientos de petróleo, dada la vecindad con el Lago de Maracaibo, paraje que contiene uno de los mayores bolsones de ese recurso natural en el mundo. Ese argumento, válido quizás para quienes afirman que Colombia pretende con las negociaciones "arrebatarle el petróleo a Venezuela", probó su eficacia durante los últimos 20 años. Ciertamente, Colombia había dejado de ser país productor y pasado a ser importador de crudo. No obstante, en la actualidad, dicha suspicacia no tendría fundamento, si alguna vez lo tuvo, dado que exploraciones recientes han comenzado a descubrir importantes yacimientos petrolíferos que cambiarán por completo la situación colombiana de penuria energética.
Lo que sigue probablemente es la insistencia colombiana en acudir, si no a la Corte Internacional de Justicia, a otras instancias, como podría ser la mediación papal, que ha dado buenos resultados en casos como el del Canal del Beagle. Esta salida tampoco había sido aceptada por el gobierno demócrata cristiano de Herrera Campins, cuando la propuso el canciller colombiano Lemos Simmonds. "Yo creo que Colombia lo que tiene que hacer es acudir a que se cumpla el tratado de 1939", señaló Vásquez Carrizosa a SEMANA, "ya que ese tratado contempla la modalidad del arreglo arbitral, así como el de la conciliación y la mediación". Como se ve, la impensada frase de Morales Paúl a El Nacional, oblicua y casi tímida, creó una dinámica que nadie sabe en qué terminará.