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BAUTISMO O FUNERAL

La proclamación de una nueva Yugoslavia cierra una etapa de la historia europea.

1 de junio de 1992


LA SOMBRIA CEREMONIA no tomó ni 10 minutos. Cuando terminó, la "República Federal de Yugoslavia" quedó constituída con menos de la mitad de su área territorial original y con una población que de 23,5 millones pasó a 10,5. Ni siquiera el himno nacional logró animar a los concurrentes porque el hecho era, tanto el nacimiento como el funeral de un país.
Belgrado reconoció así que la Yugoslavia de Josip Broz Tito, heredera del reino de los "Eslavos del Sur", creado en 1918, dejó de existir. Algunos observadores anotaron, sin embargo, que el acto fue una medida estratégica del presidente serbio Slovodan Milosevic para aplacar la presión internacional contra su intervención en Bosnia-Herzegovina, la última integrante de la federación en declarar su independencia.
Esta república mayoritariamente musulmana tiene una minoría serbia de 1,5 millones de personas (30 por ciento de la población) que boicotearon el plebiscito independentista de hace dos meses. Desde la semana anterior milicias serbias, con el apoyo del ejército yugoslavo, se lanzaron a una campaña destinada aparentemente a constituir en Bosnia unos enclaves dominados por sus paisanos y destinados a ser anexados para integrar la "Gran Serbia". La agresión abarcó mas de 10 poblaciones y causó la muerte de 200 personas, mientras miles de musulmanes eslavos y de croatas -objetivo de la masacre- se convirtieron en refugiados.
Ni en la agresión contra Eslovenia ni contra Croacia (las primeras en separarse de la federación) había sido tan evidente la atrocidad de los serbios. Bosnia-Herzegovina, -uno de los integrantes "pobres" de la vieja Yugoslavia- había preferido inicialmente mantenerse dentro de un tipo de confederación más autónoma, pero ante la actitud hegemonista de los serbios, los bosnios se convencieron de que de mantenerse en Yugoslavia, serían ciudadanos de segunda en su propio país.
Eso hizo crecer la presión internacional para imponer sanciones drásticas a Serbia. Una delegación de la Comunidad Europea visitó Sarajevo y el canciller británico Lord Carrington, advirtió al salir que "es tiempo de tomar medidas severas" y que Milosevic tendría que ser consciente de que Serbia tendría que enfrentar "consecuencias que serían muy dolorosas" si no cesaba de inmediato su agresión.
En la reunión con los delegados, Milosevic negó que su gobierno tuviera algo que ver con la continuación de la guerra. Pero la apresurada proclamación de la "nueva" Yugoslavia sugiere que Belgrado quiere lavarse las manos. Esa tesis se basa en que la nueva Constitución estipula como fronteras del país las que tenían Serbia y Montengro (la única aliada que le queda) al establecerse la Yugoslavia del mariscal Tito tras la Segunda Guerra Mundial, y en que los líderes renunciaron a cualquier reclamación territorial en sus ex socias. Esa declaración hubiera sido bien recibida si no fuera porque ni los milicianos serbíos ni el ejército federal parecen estar bajo control del gobierno. La prueba pareció darla el comandante de las fuerzas estacionadas en Bosnia, general Milutin Kukunjác, cuando dijo que sus fuerzas se retirarían "de ciertas áreas" de Bosnia, pero continuarían en otras como "el ejército de la gente que nos acepte", en alusión a la minoría serbia.
Eso hace pensar que a pesar del reconocimiento tácito de la independencia de las repúblicas separatistas, la matanza no ha terminado. Muchos analistas piensan que la sangre sólo dejará de correr cuando la ONU aplique a los agresores serbios la misma severidad que recibió Saddam Hussein cuando invadió a Kuwait. Pero Bosnia-Herzegovina no tiene petróleo...-