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En cinco días de feroces combates las milicias de Hamas se hicieron al control total de la franja de Gaza. El enfrentamiento con las fuerzas rivales de Al Fatah dejó más de un centenar de muertos

PALESTINA

Bienvenidos a Hamastán

La sangrienta victoria de Hamas en Gaza divide a los palestinos. Un Estado islámico emerge en la frontera sur de Israel como nuevo foco de tensión mundial.

16 de junio de 2007

El asalto se consumó. Después de más de un centenar de muertos y cinco días de lucha fraticida entre las dos principales facciones palestinas, las milicias islamistas de Hamas derrotaron a los nacionalistas seculares de Al Fatah y consiguieron el control total de la franja de Gaza. El episodio sería sin duda una guerra civil, de no ser porque la mayoría del millón y medio de palestinos que habitan el pequeño territorio de 330 kilómetros cuadrados eran espectadores aterrorizados de una violencia que no respetó regla alguna. Hubo ejecuciones sumarias, tiroteos dentro de hospitales, francotiradores en los techos y prisioneros atados de pies y manos lanzados desde edificios altos. A la lista se habría podido añadir un magnicidio, pues atacaron también tanto la residencia del presidente, Mahmoud Abbas, de Al Fatah, como la del Primer Ministro, Ismail Haniya, de Hamas.

El viernes, el territorio amaneció en calma, pues ya no quedaba ningún bastión enemigo para atacar. Las banderas verdes del grupo integrista ondeaban en los edificios que antes pertenecían a Al Fatah y los milicianos desfilaban por los otrora baluartes de sus rivales, incluido el complejo Al Muntada, donde quedaban las oficinas de Abbas. "Es la segunda liberación de Gaza. La primera fue de los colonos israelíes y hoy echamos a los colaboracionistas", proclamaba con júbilo el dirigente de Hamas Sami Abu Zhuri. El frágil pacto para un gobierno de unidad nacional entre los dos grupos voló por los aires. Abbas, con el respaldo internacional, calificó la acción como golpe de Estado, disolvió el gabinete y nombró un nuevo primer ministro para liderar un gobierno de emergencia.

El balance final apunta a un pueblo palestino dividido entre Cisjordania, todavía bajo el control de Al Fatah, y Gaza, en manos de Hamas. Con el agravante para Israel de que ese embrión de mini Estado islamista en su frontera sur, que ya muchos llaman Hamastán, estaría dirigido por una milicia bien armada y entrenada al estilo de la chiíta Hezbolá, la insurgencia que Israel enfrentó con desastrosos resultados el año pasado en el sur de Líbano. Por si hiciera falta, con otro ingrediente inquietante para la estabilidad regional: también recibe ayuda de Irán.

Lucha por el poder

El caótico escenario parece el desenlace inevitable de la victoria de Hamas, considerado un grupo terrorista por Washington y Bruselas, en las elecciones de enero de 2006. Desde entonces, las sanciones económicas de Occidente han fracasado en lograr que reconozca el derecho de Israel a existir.

Desde su fundación, en 1987, Hamas debilitó el monopolio político de Yaser Arafat y su grupo Al Fatah como representantes del pueblo palestino. Después de la muerte de el 'rais', en 2004, fue imposible evitar la percepción de que el liderazgo de Al Fatah era corrupto e incompetente.

La decisión de Estados Unidos e Israel de aislar a Arafat en sus últimos años debilitó a los secularistas de Fatah quienes, a pesar de sus fallas, estaban abiertos a negociar. "Hamas ha etiquetado muy convincentemente -y quizá justificadamente- a Al Fatah y Abbas como colaboradores de Israel y Estados Unidos, y ha sido obvio que Washington ha puesto en Abbas cualquier esperanza de avance en el llamado 'proceso de paz', explicó a SEMANA John Robertson, experto en Oriente Medio de la Universidad Central de Michigan. Entre tanto, Israel nunca ha hecho ninguna concesión real a Abbas, lo que ha recortado cualquier legitimidad que haya podido tener", agrega.

Al Fatah llegó a las elecciones parlamentarias con poco para mostrar. Por eso el ascenso de Hamas fue incontenible y empeoró las débiles perspectivas de una solución al conflicto palestino-israelí. Las dos facciones negociaron un gobierno de unidad nacional hace tres meses, pero la disputa por el control de las fuerzas de seguridad emergió. Desde el comienzo, Al Fatah trató de evitar que Hamas, con sus propias milicias, se hiciera al control de los servicios de seguridad palestinos. En esa lucha entre islamistas y laicos, con Irán y Siria como aliados de Hamas, Fatah se convirtió en la opción más atractiva para Estados Unidos en términos geopolíticos. Washington aportó 59 millones de dólares para convertir la guardia presidencial en una fuerza elite para contrarrestar a Hamas, cuyos miembros, por su parte, consideraron esa medida como una conspiración para sacarlos del poder y no respetar el resultado electoral. Aunque ambos lados tienen sus propias milicias, la 'guerra' de esta semana demostró que, aunque menos numerosos, los combatientes de Hamas están mejor armados y son más disciplinados.

Sin paz a la vista

En la misma semana en que los radicales se hacían al control de Gaza, en Israel dos líderes con antecedentes negociadores consiguieron victorias. El Nobel de Paz Simon Peres, del gobernante Kadima, fue nombrado presidente. Y el ex primer ministro Ehud Barak, quien estuvo cerca de un acuerdo con Arafat en 2000, recuperó el liderazgo del partido laborista, socio minoritario del gobierno, y probablemente será nombrado ministro de defensa. Su primera tarea será lidiar con Hamastán.

Y es que la toma de Gaza tiene serias implicaciones para el casi inexistente 'proceso de paz'. Con un liderazgo palestino tan claramente dividido, Israel puede proclamar que carece de un interlocutor, aunque algunos sectores ven una oportunidad para negociar sólo con los líderes moderados en Cisjordania. Según el diario Haaretz, el primer ministro israelí, Ehud Olmert quiere proponer a Bush que Cisjordania y Gaza sean entidades separadas, sin contacto entre ambos territorios.

Pero, más allá de lo que ocurra en Cisjordania, el escenario de Gaza es preocupante para Israel. Olmert llamó a la intervención de la ONU para controlar la frontera con Egipto, e incluso algunos abogan por una misión de paz a gran escala. Pero ningún país parece dispuesto a aportar soldados que serían tratados, según Hamas, como tropas de ocupación. Ni siquiera controlar el tráfico de armas tiene sentido, pues Gaza ya está atestada de todo tipo de arsenales.

Israel ha proclamado que no tiene intención de reocupar Gaza. El gobierno no quiere que sus soldados vuelvan a un lugar densamente poblado donde les pueden disparar en cualquier esquina. Pero los israelíes tampoco pueden tolerar ataques desde su frontera sur y se podrían ver obligados a regresar al área. Como asegura Robertson, "si reocupan Gaza, se puede esperar no sólo la resistencia local de los palestinos, sino la llegada de yihadistas de afuera también, algunos de ellos veteranos bien entrenados en la guerra de Irak".